Hace un par de meses Adrián, uno de mis alumnos de literatura de quinto, me llamó en el para conversar sobre algo. Me contó que quería filmar un corto y participar del festival de Cortogenia, del que yo había repartido instructivos algunas clases antes y me preguntó si aceptaba hacerme responsable legal del proyecto y acompañar el proceso de producción. Acepté encantado. La idea original de Adrián consistía en un experimento social condicionado que ocurría en un cuarto cerrado. A medida que evaluó la disponibilidad de recursos, las dificultades técnicas y el nivel de actuación que implicaba, se convenció de que era demasiado grande para terminarlo antes de la fecha límite de inscripción. Por chat, me contó el cambio de planes.
-Voy a hacer otra cosa, algo que se pueda filmar en la escuela.
Me extrañó inmediatamente. No me imaginaba a Adrián haciendo una película pedagógico-moralista ni en sueños.
-¿En la escuela? ¿Qué peli querés hacer exactamente?
-Una de psicópatas.
Estallé en carcajadas y prometí encargarme de gestionar en la rectoría la autorización para que pueda moverse con total libertad. Los días siguientes fueron de discusión sobre el guión y la escenas. El equipo ya estaba conformado con Esteban y Ornella como protagonistas, Maira y Gisela como utileras, Redentor de Almas como banda sonora. Una semana después comenzaba la grabación, que se coronaría con doce horas seguidas de edición.
Pocas veces me sentí tan feliz de haberme sumado a iniciativas fuera de cátedra como en el momento de ver el resultado final.
Adrián alojaba grandes preguntas, y surgió La Respuesta. Que la disfruten.