WENCESLAO CALVO
´¿Hasta cuándo… no oirás… y daré voces… y no salvarás?´(1) Así, de esta manera tan directa y poco diplomática es como Habacuc se dirigió a Dios para plantearle la desazón que no le dejaba vivir. Una de las cosas que llaman la atención en algunos personajes de la Biblia son sus contiendas con Dios, en un lenguaje que muchos de nosotros consideraríamos inapropiado o incluso ofensivo para dirigirse a él.
Así como ahora existe un lenguaje que es políticamente correcto (por ejemplo, el de incluir el género femenino además del masculino), también existe otro que es eclesiásticamente correcto (en el que se presuponen las cosas que se deben y no se deben decir). Sin embargo, cuando nos acercamos a ciertos lugares de la Biblia nos sorprende lo descarnado de las expresiones usadas en la comunicación con Dios. Eso no quiere decir que detrás de ese lenguaje haya una actitud desafiante o blasfema, como la que puede haber en labios de un burlador o un ateo. Todo lo contrario. Un profundo temor de Dios late detrás de cada una de esas palabras.
Algunos salmos son claros ejemplos de lo que digo, en los que el autor derrama su alma delante de Dios, exponiéndole en toda su crudeza el dolor que le abate; igual que Job, quien dirige al cielo sus clamores y preguntas que parten de un corazón atormentado, incapaz de entender lo que le está pasando. También Jeremías contiende con Dios, atrapado en la disyuntiva de una comisión que recibió de parte suya pero que no tiene eco en el corazón de su pueblo. Ni siquiera el mismo Jesús está exento de ese lenguaje crudo, dirigido a Dios en un determinado momento(2).
Puede leer aquí el artículo completo de este conferenciante, predicador y pastor en una iglesia de Madrid de fe protestante titulado La respuesta de Dios a Habacuc