En unas carreteras generalmente sin asfaltar o, en caso de estarlo, repletas de baches, y con una población de escasos recursos económicos, la moto se ha convertido en el transporte por excelencia en las calles de Benín y Togo.
Con un precio más o menos asequible, entre 300 y 500 euros si se compra nueva [un sueldo medio pueden ser 150 euros], y mucho más barata si es de segunda mano, tener una moto es el sueño de todo aquel que tiene un sueldo o que, de alguna u otra manera, puede conseguir el mencionado dinero.
Una moto cambia la vida de la familia entera, no sólo del que la adquiere, claro, ya que el vehículo sirve para las más variadas funciones.- En primer lugar, las motos hacen las veces de taxi para los trayectos cortos. En Cotonú, sólo hace falta un chaleco amarillo para ser reconocido como taxi, y en Togo ni siquiera eso.
Hombres, mujeres y niños. El transporte en moto es apto para
toda la familia. Foto: Aurora M. Alcojor
- Por supuesto, sirven también para el transporte familiar y casi, podríamos decir, de mercancías. No es extraño ver a a 3 o 4 personas (si alguna de ellas es un niño) montadas en la misma moto; y no faltan quienes las utilizan para transportar sillas, colchones, maderas o cualquier cosa que necesite ser llevada de un sitio a otro.- Además, son el vehículo perfecto para casos de emergencia, como cuando alguien necesita ir al hospital.
La moto, además de ser más barata y de más fácil mantenimiento que el coche, tiene la ventaja a demás de manejarse mejor en los trayectos ‘difíciles’: es decir, en todas esas calles y carreteras sin asfaltar y con enormes baches donde la temporada de lluvias provoca inmensos charcos que hay que rodear.
El que tiene una moto tiene un tesoro. Foto: Aurora M. Alcojor
Muchas de las motos son de procedencia china, de marcas como Samya, y japonesas, pero lo cierto es que se pueden encontrar de todo tipo y condición. Y tal y como me explicaba hace unos meses Chema Caballero hablando de Sierra Leona, también aquí ha surgido un floreciente negocio alrededor de las motos, que abarca desde los concesionarios a los talleres, pasando por las autoescuelas y los sitios de lavado.
Sin duda, quien tiene una moto tiene un tesoro. Aunque a cambio, las calles de las grandes ciudades son un completo caos y ser un simple peatón te convierte en el último eslabón de la cadena de las ‘prioridades’ automovilísticas. Así, por ejemplo, aunque se respetan semáforos y rotondas, no pasa lo mismo con los pasos de cebra, de tal modo que aquellos que van a pie –muchas veces cargados- tienen que buscar como pueden su momentos para cruzar, vigilar con mil ojos sus mercancías y sus puestos y, por supuesto, nunca nunca entorpecer el camino de una moto. Siempre tienen las de perder.