Febrero de 1985
Los autoproclamados mejores se dan cuenta rápidamente, que jugar contra los peores resulta bueno para su ego, pero un poco aburrido. Tras reunirse en corro de emergencia deciden salpimentar a los paquetes con algún mejor para así dar un poco de alegría al evento. El experimento resulta un éxito. Todos felices. Los mejores se divierten más y continúan ganando mientras que los peores se creen más competitivos y también saborean mejor sus palizas. Este extraño equilibrio nos favorecía a todos. A los buenos, a los malos y a mí, pero entonces ocurrió.
Todo se fue al traste con:
III. LA REVOLUCIÓN DE LOS PEORES
Y es que es normal. Los peores pasamos de perder por goleada a perder por menos goleada. Algún peor incluso saborea (gracias al pase de la muerte de un mejor) la adictiva sensación que se experimenta al marcar un gol. Los peores nos venimos arriba. Además coincide que nos han mandado leer en clase Juan Salvador Gaviota. La motivación es máxima. ¿Por qué tenemos que ser siempre los peores? ¿Por qué no podemos cambiar de status?
Los peores también quieren meter goles y hay una reunión en la cumbre de Mejores contra Peores de 5ºA. Matizo el curso porque no es lo mismo estar en A que en B. Los de B son unos raros de cuidado. Los que molamos somos los de A. No hay color.
¡Igualdad! claman los peores que no nos amilanamos ante las sonrisas del resto de nuestros compañeros. Entre todos inventamos un nuevo formato que nos llevará a la miseria más absoluta. Solo que aún no lo sabemos.
Dos capitanes (uno de los antiguos mejores y otro de los anteriormente conocidos como peores) echarán a suertes quien elegirá primero. Para esto existen varios métodos.
IV. LOS MÉTODOS
a) Piedra/Papel/Tijera: muy divertido, eficaz y rápido. Normalmente es al mejor de tres, pero sí topamos con el denominado “picón” puede ser al mejor de cinco, de siete y así hasta que el muy cabrón gane.
b) Oro/Plata: Se trata de un método un poco más coñazo, no nos vamos a engañar. Algunos se separan uno del otro hasta 500 metros, así que cuando llega la parte interesante (los último 30 centímetros) suena la sirena para entrar en clase de nuevo.
V. PEOR IMPOSIBLE
Uno de los capitanes (el mejor mejor) ojea pensativo a quién puede elegir para su equipo. Repasa con la mirada.
Dispone de:
-Un gordo comiendo un bocadillo. (Siempre pone el dedo cuando le pides un mordisco, cuando llora adquiere una tonalidad rojo globo)
-El cuatrojos con parche de carne. (Repelente por naturaleza)
-El comemocos (No se corta delante de nadie y escarva a conciencia)
-El enano. (Todos le sacamos al menos diez centímetros)
-El segundo mejor (Gran regate y fuerza)
-El tercer mejor (El más alto de la clase, va muy bien de cabeza)
-El esmirriado (Mola empujarle)
-El chapón (Objeto de todo tipo de faltas y humillaciones)
-El cuarto mejor (Rápido como una centella y un maestro a balón parado)
-El que siempre juega de portero (También gordito, pero más ágil)
El mejor mejor se decanta por el segundo mejor y el capitán de los peores se encuentra de repente con un dilema. ¿Elijo a uno de los míos o ficho al tercer mejor para tener opciones de ganar algo por primera vez en mi vida? ¡Que le den!
El tercer mejor es la elección. Hasta aquí todo bien, los mejores van engrosando las filas de uno y otro equipo hasta que, de repente, comienza solo quedan peores en la palestra. ¿Y ahora qué?
La revolución se destapa como un fracaso absoluto. No solo seguimos siendo los peores sino que además en breve podremos conocer el grado de inutilidad real de cada uno. Ya no podemos hundirnos más. Dicen los mayores que nunca te acostarás sin saber una cosa más. Pues hoy nos iremos a la cama sabiendo quién es el peor de los peores.
Y así fue.
Junio de 2013
Al final solo quedaron dos peores entre los que elegir. El gordo y yo. Uno de los dos era La rémora. Lo que pasa que ahora mismo no recuerdo cómo acabo la historia. Lo que sí puedo decir es que, analizando con perspectiva, La revolución de los peores no fue tan mala. Los bandos se igualaron y aprendimos a convivir mejores y peores en un oasis de camaradería y deportividad durante los siguientes cursos. Todos los peores saborearon la victoria en alguna ocasión. Todos los mejores sin excepción conocieron la derrota. Seguro que ambas cosas nos vinieron bien a ambas facciones. Dejadme que os cuente un secreto…lo que nunca conseguimos fue llevarnos bien con los de B. Eran como los lagartos de V. Había alguno de la quinta columna, pero pocos la verdad. Hoy por hoy cuando veo a alguno de B cambió de acera.
¡Salud hermanos!