Revista Educación
Ahora les toca a los estudiantes. Los nuevos recortes en educación y la reforma laboral del PP han promovido manifestaciones de jóvenes por diferentes ciudades de nuestro país. Bajo lemas como “nuestras armas son los libros”, las calles se han vestido estos días de revuelta estudiantil, de ácida crítica a la merma de calidad de una educación que precisamente los políticos han erigido como símbolo necesario para enfrentar la crisis. Una crisis que hoy por hoy cuenta con más de cinco millones de parados (la mitad jóvenes) y que afecta a una generación tan preparada como desorientada. A los recortes de sueldos, becas o actividades extraescolares se sumará una reducción en las plantillas y un aumento de las horas lectivas. Todo el mundo tiene derecho a manifestarse y en esta ocasión los estudiantes lo hacen en defensa de una educación pública digna. La austeridad presupuestaria golpea de nuevo a la enseñanza, dentro de un contexto social incierto y en declive y bajo la sombra de una reforma laboral que hace temblar a los interinos docentes y reduce las plantillas de los centros, entre otras medidas. Sin educación no hay progreso. La mejor inversión de un país es su formación, la preparación de unos jóvenes que sin duda alguna son el futuro. Si renunciamos a la inversión en recursos humanos y calidad, si vapuleamos el sistema educativo y lo entregamos a las fauces del capitalismo, habremos perdido. La crisis no puede convertirse en excusa política para arremeter contra este servicio social. A la palestra los sueldos vitalicios, los enchufismos de las instituciones públicas, la duplicidad de cargos inútiles pero muy bien remunerados. Pero claro, de eso no queremos hablar. Preferimos recortar las alas a los que están formándose, a los que aspiran a demostrar sus conocimientos y vivir algún día de ellos. Por ello los estudiantes toman las calles. Porque dicen no a las estrategias mercantilistas y de privatización educativa. Es una sublevación justa y pacífica pero apasionada. Su rebeldía está justificada, su opinión crítica les induce a actuar. Son protagonistas con iniciativa, con ganas de comerse un mundo que está de capa caída. Esperemos que entre recorte y recorte, sus sueños no se estampen contra la papelera de unos reajustes equivocados, de un progreso mal entendido, de un fracaso que se masticará a largo plazo.