Revista Cultura y Ocio

La Revolución Maderista

Por Joaquintoledo

La Revolución Maderista

Francisco Indalecio Madero

Madero, la idea se hace materia

Mucho tiempo anduvo México esperando alguien como Francisco Indalecio Madero. Nacido el 30 de octubre de 1873 venía de una familia bastante rica. Los primeros años de su vida recibió una ilustre educación con profesores particulares hasta que fue enviado a un colegio jesuita de Saltillo, aunque estuvo allí sólo un año pues pronto fue enviado al internado católico de Baltimore en Estados Unidos. En 1887 marchó a Paris donde estudió economía y comercio permaneciendo cinco años en la Ciudad Luz. Más tarde fue a la Universidad de Berkeley en California donde recibió algunos cursos relacionados con la agricultura. Su educación laica y el desarrollo de otro tipo de moral, hicieron que al regresar a su patria y tras recibir una hacienda de sus padres, Madero muestre bastante lástima y remordimiento por la situación en la cual se hallaban diversos campesinos y peones. Así fundó algunas escuelas y ayudó a gente de escasos recursos, sobre todo niños y enfermos. Creía que, pobre o no, debían mínimo recibir una educación básica y atención sanitaria. Así entonces fue concibiendo la idea de que el único modo posible de cambiar esa realidad, era desde el gobierno al cual había que orientar a través de una vía democrática.
En 1904, ayudó a organizar al Club Democrático Benito Juárez, financiando además la publicación de El Demócrata. Así finalmente llegamos hasta 1908 cuando publicó su libro “La sucesión presidencial en 1910”, algo de lo cual ya hablamos en el capítulo anterior. La sugerencia de un México democrático que lo llevó a la creación de Partido Anti-reeleccionista en 1909 fue todo un hito. Nadie se había atrevido en más de treinta años de dictadura a semejante acto, y mucho menos desde la misma clase aristocrática, por lo cual Madero fue pronto amado y odiado. Para los aristócratas y poderosos, claro está, era un traidor de su clase, pero a Francisco no le importó. En el capítulo anterior señalamos su campaña política, su entrevista infructuosa con Porfirio, su captura en víspera de las elecciones, el fraude electoral, y su posterior huida. Su familia sino le había dado la espalda, se mostró indiferente, sólo su hermano Gustavo apoyaría las ideas de Francisco incondicionalmente hasta el final. Luego vino el Plan de San Luis que desde Estados Unidos animó al pueblo a levantarse contra el gobierno porfirista si éste no dejaba el poder el 20 de noviembre de 1910…el día cuando comenzó todo….

Madero no luchaba solo

El 20 de noviembre de 1910, cuando él aún temía que su llamado no tuviese eco por la represión que ejercía el régimen porfirista, poco a poco, las insurrecciones empezaron a actuar en distintas partes del norte del país. Una de ellas era Chihuahua (de un total de ocho levantamientos en los alrededores) pues José de la Luz Blanco se levantó en Santo Tomás, Pascual Orozco en San Isidro y un nombre encargado de hacer historia en San Andrés, se trataba de Pancho Villa. Coahuila, Guerrero, Cuatro Cienegas, Morelos y Durango también respondieron al llamado, en mayor o menor medida. Obviamente, luego de quinquenios de ver a un régimen en el poder, además, de todas las insurrecciones brutalmente reprimidas, era obvio que el temor hacia Díaz era algo todavía demasiado fresco en la mente de los mexicanos y quizá por eso en un inicio la respuesta no fue generalizada. De todos modos, eso cambiaría pronto.

En efecto, a pesar de todo, para Madero al menos, el llamado parecía haber tenido la respuesta suficiente como para iniciar su revolución. No hay que idealizar tampoco a aquellos primeros guerreros maderistas netos; ¿por qué decimos esto?, pues por la sencilla razón que Madero no fue de puerta en puerta repartiendo armas a millones de potenciales humanos dispuestos a sublevarse. No tenía los medios y además, para cualquier persona en sus cinco sentidos, tal acción era insensata y nada viable. Por tanto, cuando hablamos de que se tuvo cierto éxito, fue por la sencilla razón de que el mismo pueblo mexicano, con lo que tenía en sus manos en aquellos momentos, fue esparciendo la semilla de la revolución. Estaban luchando contra el gobierno y por tanto contra el Ejército Federal, el cual sí estaba bien armado, entrenado y posicionado. Empero, los cabecillas revolucionarios fueron emergiendo, primero poco a poco y luego rápidamente, a lo largo del territorio mexicano, incorporándose a la causa revolucionaria, campesinos, obreros, bandoleros, vagos o aventureros, para que se unan y le den a su existencia un motivo por el cual luchar. Así se formaron los primeros grupos de luchadores en pos de la libertad, así se fueron formando las pequeñas milicias.

Pero a todo esto, claro está, debía existir una excepción, y tenían nombre: desde el norte del país, el citado Pancho Villa, mientras que desde el sur se manifestaba Emiliano Zapata. A diferencia de lo descrito hasta ahora, estos dos héroes y líderes populares, no estaban rodeados de pequeños grupos, sino de considerables muchedumbres, que en su momento de apogeo llegaron a ser miles de miles, conformando prácticamente ejércitos paralelos con respecto al federal. Obviamente hay que reconocer que quizá no estaban formalmente entrenados o pertrechados como las fuerzas armadas del gobierno, pero sí supieron mantenerse a la misma altura que estas últimas.

Un mismo fin: derrocar al gobierno

El 20 de noviembre de 1910 es considerada la fecha de inicio de la Revolución Mexicana, y al día siguiente el primer encuentro considerable acaece en Ciudad Guerrero. Los sublevados dirigidos por Pascual Orozco le ganaron la batalla a los federales, y no sería la última. En los días sucesivos, ya sea mediante la acción o la palabra, varios estados y numerosos pueblos comenzaron a rebelarse contra sus patrones, o las autoridades en general, cayendo México en cierta anomia. En diciembre Villa sufre los primeros reveses y es expulsado de San Andrés, pero era sólo el principio de todo, así que no cundió la preocupación. Obviamente las tropas del Ejército estaban mucho mejor preparadas, pero eso no amedrentó a las masas mexicanas. Desde la capital federal, Díaz da sus primeras órdenes algo preocupado, obligando retomar la Ciudad Guerrero, surgiendo así un enfrentamiento entre federales y revolucionarios, conocido como la batalla del Cañón del Mal Paso, siendo los últimos parcialmente derrotados y obligados a retirarse. Navarro, el general federal al mando ingresó a Ciudad Guerrero el 6 de enero encontrándola abandonada.

Hasta el momento, ya sean simpatizantes o no con Madero, se podría decir que en la revolución existían distintas mentalidades, como la zapatista y también la impulsada por los recordados hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón, quienes invadieron Baja California en enero de 1911, y tomaron la capital con cien hombres. Estos, a propósito, fueron casi de inmediato acusados de querer instaurar allí un gobierno anarquista. Después tomaron Tijuana, aunque fueron luego derrotados totalmente por Celso Vega, el líder de Ensenada. El mes entrante, exactamente el 14 de febrero, Madero ingresa a territorio mexicano otra vez. Semanas más tarde tuvo su primer enfrentamiento con las tropas federales en Casa Grandes, y por poco y consigue tomarla, pero fue derrotado y por poco capturado. De todas maneras, eso no melló su espíritu o ánimo y decidió continuar con sus ideas, en especial al enterarse que desde el sur, en Morelos, un nuevo grupo importante había simpatizado con el Plan de San Luis; se trataba por supuesto de Emiliano Zapata, y sus miles de seguidores que ahora se encargaban de entretener al gobierno y debilitarlo. Este grupo consiguió para sí, como señalamos más arriba, Yautepec, Cuautla y Cuernavaca.

Madero pronto se percató que esta era su oportunidad, y vio la patente debilidad del gobierno porfirista, el cual ya no se daba abasto para desplegar tantos efectivos que controlen los numerosos grupos sediciosos a lo largo y ancho del país. Madero entonces decide asegurar para sus fuerzas la importante Ciudad Juárez cerca a Estados Unidos. Antes de eso, los maderistas y el gobierno tuvieron cierto acercamiento con el fin de llegar a una solución para ambas partes y así tanto el padre y el fiel hermano de Francisco (el citado Gustavo como recordaremos), se reunieron en Nueva York con el representante porfirista. Allí establecieron que se reconozca las exigencias del Plan de San Luis, que Díaz renuncie al gobierno al igual que su vicepresidente, Corral, y finalmente que se garanticen las libertades individuales. El Ministro de Hacienda regresó a México con dichas solicitudes, y Díaz aceptó todo, inclusive sugirió crear una ley que prohibiese la reelección sucesiva, sin embargo hubo un no tajante con respecto a dejar el poder en esos momentos: primero debería terminar el mandato. Madero, ante estos resultados, decide finalmente continuar sus planes mediante la fuerza, y se establece en los alrededores de la Ciudad Juárez.

La caída de la Ciudad Juárez y el fin de la Etapa Maderista de la Revolución

En la urbe se hallaba el general Navarro, con experiencia en combatir a los sublevados. Madero por su parte, tenía unos 3 mil hombres bajo su causa, siendo los grupos más fuertes los que pertenecían a Pancho Villa y Pascual Orozco, aunque se encontraban muchos otros destacados. Díaz no quería problemas con Estados Unidos debido a que la ciudad estaba muy cerca de la frontera con este país, y por tanto pide a Navarro un armisticio para solucionar las cosas mediante la paz. Pero no hubo ningún acuerdo y sin hacer caso a los llamados de precaución por parte de Madero, Villa y Orozco deciden atacar el 8 de mayo prolongándose el combate por tres días, hasta el 10 de mayo. La batalla de Ciudad Juárez, fue una de las más decisivas y sanguinarias batallas de esta etapa de la revolución, y demostró al gobierno que un ejército improvisado podía enfrentarse de igual a igual con uno calificado como profesional.

Esto, por otra parte, fue algo importantísimo ya que aceleró la caída del régimen. Por todo el país, las sublevaciones se extendieron una tras otra. Porfirio Díaz, finalmente, se da cuenta de la realidad y decide dar un paso al costado. El 17 de mayo se firmó un armisticio válido para todo el país y no mucho después le siguió el tratado de la ciudad de Juárez (21 de mayo de 1911), firmado en la Aduana de esta ciudad. En el documento se exigía a Díaz y a Corral renunciar a sus cargos antes de ese mismo mes, asumiendo como autoridad provisional Francisco L. de la Barra, secretario de Relaciones Exteriores, quién debía convocar a elecciones. Finalmente, la renuncia de Díaz y Corral se hace efectiva el 25 de mayo de 1911, un día histórico para los mexicanos. No pasaron ni cuarenta y ocho horas, y el dictador se embarcó en Veracruz rumbo al Viejo Continente, donde encontraría la muerte renunciando a la vida política el resto de su existencia. Curiosamente tuvo una despedida bastante calurosa y hasta nostálgica. Pero a los triunfadores les fue mejor y así el 7 de junio de 1911, Madero y la gran mayoría de sus seguidores ingresaron triunfantes en la capital de México, siendo recibido y ovacionado por una multitud increíble. Entre los que también celebraban estaban algunos destacados como Pancho Villa. Así concluía la primera etapa de la Revolución Mexicana, a la cual todavía le faltaba mucho, mucho por dar al mundo y a la historia.


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