Estados Unidos siempre ha innovado en materia tecnológica y marcado los avances en este campo de una forma asombrosa. La tecnología estadounidense está en la base del progreso de esta nación y de la creación de riqueza. Tecnología que ha sido vendida, exportada o compartida con otras naciones, cuando no robada o pirateada.
Por eso la tecnología es otra de las prioridades del presidente Trump, que está tejiendo alianzas entre compañías tecnológicas y la Administración para garantizar que la adopción de la tecnología más puntera conduce a los mejores resultados posibles para el trabajador estadounidense y las empresas estadounidenses. En definitiva, para que la tecnología norteamericana esté al servicio de los ciudadanos y no al revés, para que aprovechemos todo el potencial tecnológico de la nación en beneficio de la gente corriente y no para que beneficie sólo a unos pocos.
La estrategia tecnológica del Presidente Trump busca que las diversas tecnologías ya desarrolladas contribuyan aún más a la economía del siglo XXI. Los planes para mejorar la seguridad cibernética, las actualizaciones de los sistemas informáticos del gobierno y la detección de las tendencias tecnológicas del futuro, son claves para hacer Estados Unidos más competitivo a nivel nacional e internacional y para modernizar las infraestructuras tecnológicas en campos de interés vital: agricultura, defensa, inteligencia, internet y comercio electrónico, industria aeroespacial, industria del acero y automovilística, etc.
El gran avance que puede lograr Trump es implementar a nivel federal en la Administración avances tecnológicos de los que ya disfruta el sector privado y otros nuevos. La cooperación público-privado en este campo es un objetivo que puede reportarnos enormes beneficios. En la presidencia de Obama se dejó que la Administración quedara obsoleta en materia tecnológica, de tal modo que el gobierno federal de la primera potencia del mundo se ha visto obligada a trabajar muchas veces con una tecnología anticuada que ha generado no pocos problemas de filtraciones de seguridad y espionaje, pérdida de eficacia y burocracia excesiva.
El Presidente Trump está cambiando todo esto para modernizar la Administración, y lo está haciendo de forma eficiente, estableciendo incentivos para las empresas y los especialistas tecnológicos. Uno pensaría que un tema tan importante lo estaría tratando la prensa, pero ésta se encuentra enfangada en una guerra contra Trump que tiene perdida de antemano sin saberlo. Las cosas importantes están sucediendo cada día de esta presidencia republicana sin que esos medios informen adecuadamente.
La revolución tecnológica que va a propiciar el Presidente Trump no se limita a la Administración, sino que se extenderá al sector privado, dado que las medidas que se van a aplicar incentivarán una nueva ola de innovaciones que cambiarán el futuro con la garantía de que la tecnología permitirá mejores servicios a los ciudadanos y a menores costes.
Las desregulaciones tecnológicas que defiende el Presidente Trump beneficiarán a las compañías estadounidenses, que ya están posicionadas como algunas de las mejores del mundo, y las permitirá crear la nueva tecnología americana que nos mantendrá en vanguardia en este sector clave. La Administración Trump enfoca sus esfuerzos en los objetivos correctos: incluir la enseñanza de código informático en las escuelas como asignatura obligatoria; aumentar los programas de formación de trabajadores en tecnologías; impulsar el uso de tecnologías inalámbricas avanzadas y de drones; y aumentar el número de expertos informáticos y de nuevas tecnologías.
La revolución tecnológica que vamos a experimentar durante los próximos años, ya está en marcha y se está forjando de la mano del Presidente Trump. Las cosas suceden porque alguien decide activarlas. En este caso, el factor dinamizador se llama Donald Trump.