
Desde su publicación en 1967, la Sociedad del espectáculo [2] ha sido el libro de referencia para todos los preocupados por cambiar la sociedad o pensar la revolución. LSS – de las iniciales de su título en francés: la Société du spectacle- ha sido reeditado en varias ocasiones pero su autor señalaba en 1999 que “no había cambiado ni una palabra” por considerar que su “teoría crítica no precisa cambio alguno mientras no desaparezcan las condiciones que fue la primera en describir con exactitud.” Debord afirmaba esto en 1999. Creo que en el 2011, no podría seguir manteniendo esta afirmación.
La teoría de LSS es, resumiendo mucho, que los trabajadores han luchado para tener más tiempo libre pero luego no saben qué hacer con él, y lo dedican a la adquisición de cultura basura, la cultura del espectáculo. La industria del espectáculo es la proveedora de imágenes, vacías y falsas que entretienen el vacío de sus consumidores pasivos, que asisten a su propia enajenación sin oponer resistencia alguna, en ausencia completa de sentido crítico alguno. Para Debord, la pasividad tiene una causa: al asociar el trabajo con un esfuerzo que no le retribuye más que económicamente, el trabajador entiende la liberación como no hacer nada y su tiempo libre se convierte en pasivo.[3] Además, el tiempo libre está controlado, diseñado y explotado por el mismo poder industrial que domina y controla su tiempo de trabajo. Debord fue el primero[4] en diagnosticar una nueva pobreza en el seno de la abundancia: la miseria de la vida cotidiana de los trabajadores. [5] Yo hubiera añadido, la miseria del corazón, pero esta palabra parece estar prohibida para Debord, para quien el proletariado no tiene corazón y sólo es una máquina que va a trabajar y luego consume cultura basura por culpa del sistema. Como marxista, Debord nos habla de la división de la sociedad en clases: están los que trabajan y no disfrutan del producto de su trabajo y los que disfrutan del resultado del trabajo ajeno. Esta visión analiza, describe y pone etiquetas, pero no permite ir más allá. Es como ir al médico: doctor me duele la cabeza. Si, tiene usted una cefalea. Ah, muchas gracias. Si la vida cotidiana de los trabajadores es miserable ¿a qué se debe? ¿A su miseria material? Debord, hijo de la sociedad de la bonanza de los 60, no se atreve a decir eso, porque sabe que esa miseria no se debe a una escasez de bienes. ¿Qué tipo de miseria es esa entonces? Debord no tiene respuesta, habla de la miseria y del vacío de los trabajadores pero no describe qué les falta, qué no tienen. Parece intuir que no tiene que ver con la posesión de bienes, pero no llega a nombrarlo. Entonces, si es la miseria de la vida cotidiana el problema ¿por qué los ricos también la padecen? Porque es una miseria que no es de orden materialista y social, sino que es la miseria del vacío interior, es una miseria del corazón, y esto, Debord, con las herramientas de reflexión del marxismo, no lo puede ver ni nombrar. Debord fue brillante a la hora de describir nuestra sociedad pasiva, enajenada y vacía, pero su teoría es un planteamiento victimista, característico de todo el marxismo revolucionario, muy semejante al utilizado por el movimiento 15M en la actualidad, que, como el psicoanálisis, busca siempre a los responsables fuera. La culpa de nuestros problemas es de nuestros padres, de nuestra infancia, del sistema o de la oligarquía. Según Debord, cuando el trabajador elige la inactividad en su tiempo de ocio es porque “la culpa” es del trabajo alienador que realiza, en vez de pensar que la pasividad es consecuencia de la pereza, del miedo a la soledad, de la falta de imaginación o de la falta de integración personal. Cuando el trabajador elige –porque nadie le pone una pistola en la cabeza- la cultura basura, para Debord “la culpa” es de la industria del show-business o de la televisión que lo hipnotiza cual serpiente venenosa, cuando existen otras opciones como apagar la televisión y optar por la buena música, el buen cine, el buen teatro, las buenas conferencias, los buenos libros, la conversación con personas que saben más, el senderismo, contemplar el fuego, jugar con nuestros hijos, cocinar con amor para nuestros seres queridos o estudiar el itinerario de las hormigas.

En mi opinión, el principal error en el análisis de Debord se debe a su enfoque exclusivamente marxista. Obsesionado por la lucha de clases, se olvida de mencionar un dato importante: que las élites padecen el mismo vacío espiritual y la misma necesidad de trabajar – en su caso en el control de la población- y también necesitan falsas imágenes para entretener su falsas vidas, aturdirse en discotecas y fiestas privadas, sólo que con un consumo mucho más caro y exclusivo que adorne sus falsos cuerpos con falsos dientes. La causa de la insatisfacción del ser humano en la sociedad del espectáculo, su sensación de vacío y hastío no es una cuestión de clases sociales o de recursos materiales, sino de falta de conciencia, de falta de conexión con nuestro ser íntimo y sagrado, y con la Naturaleza, un estado que se alimenta del aturdimiento, del miedo y de la pereza que son, a su vez consecuencia de la falta de conciencia: un círculo vicioso, sin duda, difícil de romper.
Sin
llegar a formularlo con claridad, Debord intuye en muchas partes de su ensayo
que hay una falta de unión[6], que el trabajador sufre
la separación, pero no desarrolla el
concepto de Unidad o de Separatidad[7]
desde el punto de vista psicológico o filosófico, tan sólo entiende que el
trabajador está separado (alienado) del producto que realiza, como si el ser
humano sólo se definiera por su trabajo y los productos que fabrica. Pensar que
el ser humano sólo es y se expresa a través de sus acciones es un pensamiento
neodarwinista, pues es pensar el hombre como máquina que trabaja y máquina que
se divierte. Esto, lógicamente, lleva a Debord a un callejón sin salida: en su
último ensayo, El planeta enfermo[8], termina diciendo que sólo
quedan dos alternativas: “revolución o muerte”.
Debord utiliza un vocabulario obtusamente marxista, es decir
materialista. No utiliza jamás las palabras humanidad, espíritu, espiritual,
corazón, alma, emoción, sentimiento… lo que demuestra un concepto
extraordinariamente denso y materialista de lo humano. Cuando utiliza el término lo sagrado[9] se refiere a las manipulaciones de las élites religiosas. Para Debord, ser consciente es tener conciencia social, no conciencia del milagro de la Vida, y su
concepto de inconsciente es exclusivamente freudiano[10]: el inconsciente es
cuando estamos dormidos, no cuando somos unos inconscientes porque no tenemos consciencia de lo que realmente es
importante en la vida.
Sin
embargo, Debord intuye que hay algo más grande que supera a la sociedad de
clases de proletarios y oligarcas, cuando escribe “La sociedad actual es la
pérdida de la unidad del mundo”.
No
se puede encontrar una solución dentro del sistema que ha provocado el
problema. Ese hombre sin corazón descrito por Debord no podrá encontrar una
solución dentro de la sociedad del
espectáculo, porque la única
solución es que deje de consumir cultura basura en su tiempo libre y se dedique
a pensar sobre qué es lo verdaderamente importante, para conectar con su alma a
través de acciones que le hagan escuchar su corazón, recuperar su ser
sagrado, descubrir la Humanidad que
siempre ha estado en él y no necesita ser entretenida
sino sentida, escuchada, mimada, valorada, disfrutada. Estas acciones pueden ser extraordinariamente
poco activas y aparentemente pasivas como el paseo en la Naturaleza, el
silencio, la escucha, la contemplación, la meditación: es decir simplemente sentir la vida y amarla.
Debord
fue brillante en la descripción del proceso de una sociedad vacía, enajenada y
espectadora pasiva de su propia enajenación, pero su obtuso enfoque marxista y
materialista que, como todo pensamiento moderno, desprecia la tradición, le impidió buscar, en las escuelas de
sabiduría antigua, el diagnóstico de las causas de lo observado y las posibles soluciones.
Quejarse, lamentarse, desilusionarse, pertenecen al paradigma agonizante y milenario de la Humanidad victimista, que consiente ser rebaño al servicio del poder, pues la esclavitud sólo es posible con el consentimiento, un consentimiento que se consigue, como sabían los nazis, con la amenaza de muerte. El miedo a la muerte es, pues, la causa de nuestra esclavitud. No hay culpa de verdugos ni de víctimas, sino consentimiento y falta de conciencia. La conciencia de que somos parte del Universo con el que compartimos su energía eterna e infinita es el camino hacia la liberación.
La revolución en el sentido marxista desemboca en un callejón sin salida, la única revolución verdadera es la toma de conciencia, la alineación de nuestro cuerpo físico, emocional y espiritual y la acción plenamente asumida y responsable. Es un trabajo interior, individual. Ahí está el verdadero poder del ser humano. Pilar Baselga, 2012.
[1][1] Ibídem. P. 67. [2] Debord fue el cerebro y el alma del situacionismo, el movimiento revolucionario que preparó el sustrato ideológico del mayo del 68. Un año antes, en 1967, Debord había publicado La sociedad del espectáculo - al que se refieren los expertos como LSS. [3] “ Al estar el trabajador separado del producto de su trabajo, del sentido de su esfuerzo, se entiende la inactividad como liberadora, el tiempo libre es pues pasivo”. [4] José Luis Pardo, prólogo a Debord( 1999) p. 16. [5] José Luis Pardo prólogo a Debord, Guy, La sociedad del espectáculo, Pre-Textos, Valencia, 1999, p. 16. [6] “La sociedad actual es la pérdida de la unidad del mundo”, “Con la separación generalizada del trabajador y su producto se pierde todo punto de vista unitario … el triunfo del sistema económico de la separación es la proletarización del mundo”, p. 47, “Cuanto más produce hoy su propia vida, más separado está de ella”, p. 50 [7]En El arte de Amar, Erich Fromm establece que todo ser humano sufre el síndrome de separatidad, desde la escisión de su madre en su nacimiento, por lo que busca desesperadamente unirse consciente o inconsciente con la Humanidad, a través del amor pero también del arte o de las drogas. Ese pavor a la soledad está en el origen del arrollador éxito de los móviles por su increíble conectividad o de las redes sociales como Facebook o Twitter: el móvil, ordenaror, Smartphone, Iphone…son nuestro cordón umbilical con los demás, con la Humanidad. [8] “Revolución o muerte: esa consigna ya no es la expresión lírica de la conciencia rebelde, sino la última palabra del pensamiento científico de nuestro siglo”. Debord, Guy, El planeta enfermo, escrito en 1971, publicado por primera vez en Gallimard, París, 2004, y en Anagrama, Barcelona, en 2006, p. 89. [9] “…Lo sagrado justificaba la ordenación cósmica y ontológica correspondiente a los intereses de los amos y explicaba y embellecía todo aquello que la sociedad no podía hacer. (…)” Debord 1999, p. 46 [10] Para Freud “Todo lo consciente se desgasta. Lo inconsciente permanece inalterable”. DEbord, (1999) p. 60.