Muchos de nuestros nietos nos agreden y amenazan. Con parte de razón, rechazan el mundo que nuestros políticos han construido, un mundo injusto que a ellos les margina y que ni siquiera les proporciona trabajo. Es una revolución política de los nietos, amenazante y portadora de inquietud y miedo porque es contraria a nuestros valores, principios y gustos estéticos y éticos. Están indignados y alineados en el radicalismo, muchos de ellos en Podemos, y representan un verdadero peligro para el mundo, realmente injusto e indecente, que las generaciones pasadas les hemos construido. Ellos ignoran que muchos de nosotros, sus padres y abuelos, estamos también indignados y enfrentados al mundo sucio y miserable que ellos rechazan, pero mientras ellos quieren dinamitarlo, nosotros confiamos en cambiarlo y reconstruirlo, sin perder valores que consideramos imprescindibles, como la libertad y los derechos humanos. La gran duda que flota en el ambiente es que el mundo que ellos promueven, un mundo dirigido por un Estado poderoso y dueño de vidas y voluntades, tal vez sea mucho peor que el nuestro. ---
Nuestros padres hicieron la guerra. Eran de derechas, de izquierdas o simples ciudadanos que fueron reclutados por la fuerza y a los que les entregaron un fusil para que mataran. Muchos de ellos se dejaron la vida en las trincheras y algunos sufrieron represión y cárcel, pero descubrieron que la guerra es un mal tan terrible que nunca hay que llegar a ella para solucionar los problemas.
Aquellos abuelos aprendieron a perdonar, a esconder la violencia y a convivir en paz y concordia. Esos valores los trasmitieron a sus hijos, que fuimos protagonistas del desarrollo económico logrado en la última etapa del Franquismo y en el régimen falsamente democrático de 1978. El problema está en los nietos de los combatientes, en nuestros hijos, crecidos en la abundancia y la libertad, muchos de los cuales, aunque no todos, por fortuna, han desarrolla vicios y comportamientos que nos retrotraen a la época de la violencia. Rencorosos, vagos, perroflautas y cargados de odio, muchos de ellos están conduciendo a España hacia una nueva guerra civil.
Los nietos más violentos y radicales, los que han caído en manos del comunismo radical cargado de rencor y odio, piden la muerte de los viejos o la toma del poder por cualquier camino, ya que mientras los abuelos voten ellos nunca ganarán. Algunos proponen dejar a los viejos sin pensiones como venganza de que los viejos "nos han dejado a nosotros sin futuro".
Los principales culpables de esa rebelión radicalizada y loca de los nietos son los políticos españoles, una clase fracasada y cargada de culpas históricas que nos ha legado una sociedad corrupta, injusta, desigual e incapaz de respetar los derechos fundamentales, un sistema político que margina al ciudadano, desprecia al débil y ni siquiera es capaz de proporcionar trabajo a millones de jóvenes.
La rebelión de los desamparados y marginados, los llamados "precarios", puede ser lógica y justa, pero donde surgen las dudas es en el camino emprendido por los rebeldes, muchos de los cuales se están encuadrando en bandas radicales y populista que empujan el país hacia la ruptura, la tiranía y un sistema político basado en el poder del Estado, encarnado en el viejo comunismo, que ya fue vergonzosamente derrotado en la historia porque solo aportaba esclavitud, lideres opresores y mucha sangre.
Nuestros nietos tienen derecho y razones para la rebeldía y nosotros, sus padres, tenemos que acompañarlos en la lucha, pero sin caer en la estupidez de sustituir un sistema injusto pero con rasgos de libertad y algunos derechos, por otro que cercena y aplasta toda libertad y todo derecho que no sean los del Estado y aquellos que lo dominan como líderes.
Francisco Rubiales
Revista Opinión
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