Su alma sonríe, pero no como cualquier alma.
Su cabello toca las mejillas, sonrisas tontas pasan por sus senos, no es quien no hubiese querido ser en toda su vida, pero no debería de ser quien es ahora. Sabe que esta mal su sonrisa, su risa es tan real como su mentira.
Tan amantes, tan amigos, tanto que se han escurrido los labios y su propia alma. Han de vagar entre demonios hasta que el Sol les quite del pecado y el día los ubique en su camino una vez más. Sonreía como cualquiera, pero el brillo era distinto. Los brillos son distintos.
La vida ha de perdonarles el hedor a misericordias, su destino no era estarlo, ni el propio Padre lo hubiese pensado. Lisa sonríe, mira su sonrisa y le devuelve el alma aunque él no haya de notarlo; Lisa pide a Afrodita una noche más de su encanto, ella le cede la eternidad. Él no querrá quedarse una eternidad, las risas no duran lo que dura una sonrisa.