Revista En Femenino
Desde tiempos inmemoriales, dice la escritora Clarissa Pinkola en Mujeres que corren con los lobos, existen arquetípicas diosas de la sexualidad sagrada. Una de ellas es Baubo, una divinidad de la antigua Grecia conocida como -entre otros nombres- la diosa de la obscenidad.
Baubo era una bailarina prodigiosa, pues no tenía cabeza; sus pezones eran sus ojos y su vulva era su boca, con la que contaba deliciosas y divertidas historias. En su baile agitaba las caderas como si estuviera en pleno acto sexual, y sus senos brincaban al ritmo de la danza.
Esta diosa del vientre conseguía arrancar risas placenteras a hombres y mujeres, y desde ese gozo les infundía una gran energía vital. Pero se conoce tan poco de ella, que se sospecha que su culto, dice la autora, fue destruido y enterrado.
Nuestra historia terrenal sobre la sexualidad es muy parecida a la de Baubo. O quizás nació al ser destruido su culto, pues le fue negado a la mujer el derecho al placer, a conocer su cuerpo, ese que han dicho que sólo sirve para procrear y como objeto del deseo de otros.
De hecho, parece que aún estamos en esos tiempos de oscuridad, pues aún hay hombres que consideran inexistente el orgasmo femenino anulando con ello toda posibilidad de disfrute en la mujer, y se desentienden de cualquier participación activa para que las mujeres –tú, yo, nosotras- lleguemos al orgasmo.
Sin embargo, lo peor es cuando las mujeres mismas nos cerramos a la oportunidad de gozar; cuando las propias mujeres pensamos que no nacimos para disfrutar, que no es nuestro papel o que es un pecado, y por lo tanto actuamos en consecuencia, fingiendo no sentir, acallando a nuestro cuerpo. No es gratuito tampoco que la mitad de las mujeres finjan tener un orgasmo y se priven de esos segundos (entre 10 y 50) de clímax.
Pero alcanzar el orgasmo tiene su chiste. Después de que por siglos se nos dijo que no estábamos hechas para el placer, o que las mujeres que gozaban sexualmente no podían ser más que prostitutas, ahora se ha reconocido un derecho al orgasmo. También se ha discutido cómo es la estimulación genital para obtenerlo, aunque la balanza hasta el momento se ha inclinado a favor del clítoris, más que la vagina. De hecho, en el proceso de aprender a conocer nuestro cuerpo y sus reacciones, así como el camino de la excitación, la estimulación o autoestimulación del clítoris es fundamental. Incluso se considera que por masturbación clitoridiana existen pocas mujeres anorgásmicas (cerca de 95% de mujeres manifiesta necesitar la estimulación del clítoris).
En lo que sí hay consenso es en que la obtención del orgasmo, la experimentación y la posibilidad de goce de diferentes maneras, se acerca a la idea de una salud no sólo sexual, sino también mental. La risa del vientre, dice nuestra escritora citada, es una de las mejores medicinas para una mujer.
Por eso, si tú eres alguien que se permite disfrutar del sexo; que se permite llegar al orgasmo (sola o acompañada), me alegra mucho. Si no lo eres, te invito a dejar actuar en ti a Baubo. No permitas que siga enterrado su culto, y deja que tu boca cuente ricas y divertidas historias de la obscenidad. Finalmente todas somos diosas del vientre que sonreímos desde la vulva.
Por Elsa Lever M.Fuente: www.ovariofuerte.com