Amanecer riendo es una gran ventaja. El día se abre luminoso aunque las nubes grises toquen las azoteas. Con esa risa temprana los traspiés rutinarios se esconden tras un arbusto seco que hoy se nos antoja Árbol… con flores, frutos, mayúscula y hasta una elegante tilde de sombrero.
Amo la risa. La busco, la compro y hasta la robo . No hay nada malo en eso. Es más, debería ser mi verdadero oficio, mi alimento y mi fin.
Para escribir humor tiene que faltar un tornillo en el cerebro y dejar que por ese agujerito salga el chiste. Ese es el secreto que los hace tan simpáticos. Créanme, un ser humano normal como yo, no está apto para hacer reir a sus semejantes.
Escribir humor es un don para elegidos.
¡Cuántos libros me han hecho reir hasta las lágrimas! A veces, en medio de una circunstancia profundamente seria, el escritor ingenioso se lanza con una situación ocurrente y ahí mismo nos provoca esa sacudida nerviosa, contagiosa e involuntaria que se llama risa.
Si fuera a elegir fragmentos verdaderamente hilarantes, no sabría por donde empezar. Recuerdo así, sin mucho esfuerzo…
Algunos libros de Jardiel Poncela, como 5 Kilos de cosas
Las discusiones entre enamorados no significa que esos enamorados no se lleven bien, ni que deban separarse para ser felices. Las discusiones entre enamorados son universales y significan, señoras y señores, que el eje de la discusión en el hombre es fijo y en la mujer es movible.
Ejemplo: …discuten si ella se debe cortar el pelo o no…
-No quiero que te cortes el pelo.
Si en la mujer también fuese fijo el eje de la discusión, ella respondería:
-Pues yo sí quiero cortármelo.
Pero ella lo mueve y dice:
-Pues Luisita, la del principal se lo ha cortado.
Obsérvese que el eje de la discusión ahora ya no es el pelo, sino Luisita la del principal…
Sucesivamente, y siguiendo el mismo extraño mecanismo, el eje de la discusión pasa a ser los canales de Venecia y la torre Eiffel… y más tarde los faquires indios y los espejos biselados…para perderse otra vez en una selva verbal que va desde los monarcas egipcios a las boquillas de ámbar, pasando por Einstein, las combinaciones de crespón de seda, los cuadros del Greco, la utilidad del trineo en Rusia, el capitán Nemo, las minas de Almadén y el café puro como facilitador del insomnio…
Otro libro cubano y disparatado que se llama María Virginia está de vacaciones, de Gumersindo Pacheco, para morirse…
Recomendación de Mi Libreria
Enseguida me mandó a buscar a mí para ver quién era ese amiguito. Desde que entré por la puerta la vieja empezó a observarme a mansalva, a vacilarme, a investigarme con la vista. Era un tipo de viejas antiguas, de pelo tieso y ojos mirones.
-¿De quién tú eres?- me preguntó, como si yo fuera un perrito o un conejo. Yo soy mío, qué carajo.
-Mi padre se llama Filiberto.
-Filiberto…
-Armas.
-¿De los Armas de Camagüey?
Yo soy de los Armas de Pinar del Río, pero le dije que sí para acabar de una vez y que la vieja hiciera lo que le diera la gana.
-Menos mal, hijo- siguió ella-, que eres de Camagüey, porque los Armas de Pinar del Río son sinvergüenzas…
Si le hubiera dicho que soy de Pinar del Río, me hubiera hablado mal de los Armas de Camagüey. Esta gente son así: polvorientas.
El personaje de Fermín Romero de Torres de La Sombra del viento, de Carlos Ruíz Zafón…
-En mi familia siempre hemos sido de metabolismo acelerado. Mi hermana Jesusa, que en gloria esté, era capaz de merendarse una tortilla de morcilla y ajos tiernos y seis huevos a media tarde y luego lucirse como un cosaco en la cena. Le llamaban la Higadillos, porque sufría de halitosis. Pobrecilla. Era igualita que yo, ¿sabe? Con este mismo careto y este cuerpo serrano, más bien magro de carnes. Un doctor de Cáceres le dijo una vez a mi madre que los Romero de Torres éramos el eslabón perdido entre el hombre y el pez martillo, porque el noventa por ciento de nuestro organismo es cartílago, mayormente concentrado en la nariz y en el pabellón auditivo. A la Jesusa la confundían mucho conmigo en el pueblo, porque a la pobre nunca llegó a salirle pecho y empezó a afeitarse antes que yo. Murió de tisis a los veintidós años, virgen terminal y enamorada en secreto de un cura santurrón que cuando se la cruzaba por la calle siempre le decía: «Hola, Fermín, estás ya hecho todo un hombrecito.» Ironías de la vida.
¡ Ay, cuántos ejemplos pudiera poner aquí… por suerte! Así que voy a dejarlo en esta reflexión superficial, solo para recordar … ¡ y volver a reir!.
Nunca te olvides de sonreír porque el día que no sonrías será un día perdido.