La risa también es un dardo

Uno de los monólogos más conocidos de la actriz Antonia San Juan gira en torno a determinados estereotipos comunes a muchas madres canarias. Mi hija Mari refleja la realidad de muchas mujeres cuyas madres las condenaron a vivir una vida similar a la que ellas habían aprendido, en la que se aguantaba el maltrato y donde el machismo imperante hacía que al hermano se le tratara con más benevolencia. Además, todos esperaban que las hijas fueran las que cuidaran a los padres mayores. La frase de "qué buena es mi hija Mari" es posible que se siga repitiendo hoy, más de diez años después de que la popularizara Antonia San Juan, con socarronería, en muchos hogares canarios. La historia es, en realidad, común a muchas familias del resto del territorio nacional.

Tanto Cuca, la madre de Mari, como la maravillosa hija que se queda toda la noche despierta para esperar al hermano que está de fiesta, han crecido y han desembocado en el espectáculo Entrevista con mi Hija Mari, aunque en realidad es la madre la que cuenta su vida en un programa de televisión. Las risas infinitas que provoca Antonia San Juan son también un dardo, porque la crítica al patriarcado señala también el gusto de los espectadores por el morbo y los culpa de dar audiencia a esas propuestas audiovisuales poco éticas, donde se fomenta el drama y la discusión. Llega un momento en la exposición de la vida de Cuca en que el espectador se da cuenta de que está riéndose de algo muy serio y es ahí donde la risa se convierte en un dardo necesario. A veces, la comedia es la única forma de provocar la reflexión.

El pasado 6 de abril, la actriz hizo reír al público que abarrotó el Teatro Unión de Tejina, durante dos horas y media sin descanso. No sé cómo pudo sobrevivir la actriz a vivir en la piel de Cuca durante tanto tiempo, ni cómo lo hicimos los asistentes, en un recinto que parece que quiso extraer también el aire del Teatro. El calor y la falta de aire debieron superar el mínimo saludable.