Lord Byron describió Montenegro como “la más bonita unión de tierra y mar”. A un paso de sus costas, se alzan enormes montañas y se esconde el lago Skadar, el más grande de los Balcanes y el tercero de Europa, una joya natural aún por descubrir.
Domingo 13 de agosto
Nos trasladamos a Budva. Situada justo en el centro de la costa adriática, ha sabido aprovechar su posición para desarrollarse, quizás excesivamente.
A pocos kilómetros antes de llegar se encuentra la playa de Jaz, un enorme centro recreativo con chiringuitos, tiendas, hamacas, hinchables acuáticos y un “camping”, vamos, un trozo de terreno donde dejar las caravanas, delimitado con una cuerda del resto del parking de los usuarios de la playa, y unos aseos y unas duchas que… no se como explicarlo… El problema es que no hay mejores opciones en muchos kilómetros, no podemos pedir más. Sí, es cierto que son baratos (caros para lo que ofrecen) pero no pagaría más por esto.
Budva cuenta con un rico patrimonio histórico y natural. Su casco viejo se encuentra en una isla que se comunicaba con tierra firme por un banco de arena, hoy ya transformado en península. Sus estrechas callejuelas adoquinadas están cercadas por una muralla del siglo XV, con torres y muros defensivos. Pero la belleza y el encanto de este lugar queda reducido a cero debido a la masificación y a los “proyectos urbanísticos” sin mesura ni control. Enormes edificios, muchos de ellos sin acabar de construir, esqueletos de ladrillo y hormigón como víctimas de una enorme burbuja inmobiliaria. El tipo de turismo que llega hasta esta zona de Montenegro, tampoco favorece a darle esplendor a la población. Manadas de turistas de sol, playa y alcohol provenientes de Europa del Este y de Rusia, en busca del calor y de las aguas cristalinas del Adriático y, porque no, de las sonoras discotecas y bares musicales que se aglutinan en el paseo marítimo de Budva, convirtiendo esta joya del medievo en un Miami a la rusa.
Aprovechando que estamos aquí decidimos alquilar un taxi boat para que nos acerque a la vecina isla de Sveti Nicola, una perla en medio de aguas color turquesa que recibe también la visita de los turistas rusos. El precio de una excursión en barca privada por una hora, no supera los 25€ por embarcación y vale la pena escaparse un rato de la aglomeración que supone pasear por Budva
No quisimos irnos de aquí, sin ver su vida nocturna. Como he explicado antes, alcohol, decibelios y mucha contaminación lumínica. Evitable, en cualquier caso, a menos que se busque un lugar para ver un partido de Barça-Madrid, como fue lo que acontecía esa noche.
Lunes 14 de agosto
Nuestro segundo día en la Riviera del Adriático nos lleva hasta la icónica península de Sveti Stefan, la imagen más fotografiada de Montenegro pero que, curiosamente, no puede visitarse. Fue en los años 50 cuando el presidente Tito expulsó a los habitantes de la población, en su mayoría pescadores, para instalar allí un hotel de lujo que sigue abierto hoy en día (aunque ha pasado por varias manos), llegando a ser premiado con el título de resort más exclusivo del mundo. En la lengua que lo une a tierra firme hay una playa en cada lado, la del lado norte, sin apenas gente, pertenece al hotel y solo si pagas el módico precio de 100€ por set (sombrilla y dos hamacas) puedes acceder a ella, la del lado sur, mucho más humilde, tiene acceso todo el que quiera bañarse en sus aguas cristalinas.
Las vistas de Stevi Stefan desde los miradores de la carretera, ya son impresionantes, dicen que quizás más que de lo que sería caminar por sus calles, si se pudiese.
Un poco más al sur, Petrovac, antiguo puerto pesquero, conserva unas playas espectaculares pero que están a rebosar de gente en verano. Desde el castillo que se accede por el pequeño puerto, se tienen unas bonitas vistas de los parajes que la enmarcan y de la población.
De vuelta al camping de Jaz, nos adentramos por carreteras que van a parar a pequeñas ermitas con unas vistas espectaculares de la costa y de la península de Sveti Stefan al atardecer. Un entorno maravilloso, con un problema que hace que en este país, en ocasiones, resulte difícil valorar su belleza: la basura. Un país que se autodenomina Primer Estado Ecológico del mundo y que está lleno de basura por todas partes, creo que pocos saben o entienden el potencial que tiene si lo cuidasen. Un país en vías de desarrollo turístico y que no entiende que su valor principal es el paisaje que lo rodea.
Martes 15 de agosto
Salimos temprano para cambiar de ubicación y de camping alejándonos del bullicio de la costa. En esta ocasión, el mejor camping que nos hemos encontrado en Montenegro, el OK Koral Kamp, una pequeña bio-granja convertida en glamping y con una zona de acampada de los más agradable. Si a esto le añadimos la amabilidad y simpatía de sus dueños, es el cóctel perfecto para convertirse en el lugar ideal donde alojarse si se quiere visitar la zona del Lago Skadar o Skadarsko Jezero
Desde la población de Virpazar se accede a una de las carreteras panorámicas más bonitas del país, la que bordea la costa sur del lago, el más grande de los Balcanes y el tercero de Europa con una superficie que va desde los 370 hasta los 530 km2, dependiendo de la época del año. También es una de las reservas de aves acuáticas más importantes del continente. Su profundidad media es de 5 metros, pero hay zonas, llamadas ojos, donde llega a alcanzar los 60 metros por debajo del nivel del mar. Esta estrechísima carretera, que pasa por aldeas que viven de la producción del vino, de la rakija y de las pesca de anguilas y carpas, es circular y mide 115 kilómetros, pero si se quiere hacer entera hay que armarse de paciencia y de valentía cada vez que hay que parar y retirarse al “arcén” para dejar pasar al coche del lado contrario. Si nos toca el lado que da al lago, mejor no mirar abajo.
Llegar a Murići ya resulta toda una aventura, pero el dramatismo de las elevadas montañas cayendo sobre el lago y las pequeñas poblaciones que parecen haberse parado en el tiempo, bien lo vale. En esta pequeña población musulmana, se encuentra la playa con la mejor zona de baño de todo el lago y un sencillo restaurantecon apartamentos y camping, no apto para enormes autocaravanas y caravanas ya que es imposible llegar hasta aquí con ellas. Es un buen lugar para alquilar un kayac (10€) y poder acceder a una de las islas de los alrededores. En la de Beška se pueden visitar las dos iglesias, guiados por una de las pocas monjas que habitan la isla.
Volvemos al camping por el mismo camino por donde hemos venido, imposible seguir la ruta circular con las horas que son ya. Tomamos una ducha de agua fría, parece que la que ha sido calentada por el sol ha llegado a su fin con las duchas del resto de campistas, y cenamos en el restaurante del camping. Nos ofrecen un único menú a elegir entre carne o pescado acompañado con verduras del huerto y couscous. La carne de hoy es cerdo a la brasa, criado en la misma granja, y el pescado una deliciosa trucha ahumada marinada, lo acompañamos con un vino nacional y una tenue luz de una vela que deja ver el cielo totalmente estrellado.
Miércoles 16 de agosto
La carretera que bordea el Rijeka Crnojevića hasta la población del mismo nombre, transcurre serpenteante por montañas con vistas alucinantes del lago Skadar y del río. En algunas zonas bajas podemos llegar hasta la orilla del río y ver los nenúfares que crecen a lo largo del curso fluvial.
El pueblo en sí no tiene gracia ninguna y no es necesario parar a no ser que queramos alquilar un taxi-boat o un kayac para ver esta zona desde el agua. Pero un mega resort está en proyecto y abrirá sus puertas en el 2019, un drama más que añadir al desarrollo turístico de la región en una zona de alto valor ecológico y medio ambiental que además desentonará con los edificios de estilo soviético.
Siguiendo la serpenteante carretera que va hasta Podgorica, a pocos kilómetros de la población de Rijeka Crnojevića, se encuentra uno de los miradores más increíbles de toda la región con unas vistas espectaculares a uno de los meandros más cerrados del río.
Y ya en Podgorica, no hay mucho que ver en esta capital que mezcla edificios modernos y tiendas de primeras marcas con los edificios grisáceos de la época comunista. Si se llega hasta aquí, solo vale la pena visitar la Catedral de la Resurrección, símbolo del crecimiento de la religión ortodoxa en Montenegro. Un edificio de estilo neobizantino con frescos de vivos colores pintados en la pared.
Nosotros aprovechamos nuestra visita a la ciudad para hacer algunas compras de víveres que empezamos a necesitar.
El atardecer es un buen momento para alquilar un taxi-boat en Virpazar o Vranjina para adentrarse en el lago Skadar cuando el sol ya no aprieta tanto y su luz hace que las montañas y los nenúfares adquieran una tonalidad rojiza. El precio es de 25€ por bote, independientemente de las personas que vayan en él.
Llegamos a una buena hora al camping para ducharnos y tomarnos un vinito bajo las frescas parras del bar antes de ir a cenar. Para hoy una exquisita ensalada de tomate montenegrino con atún, una cena fresca y ligera ideal para estas temperaturas.
Jueves 17 de agosto
De todo lo visitado en este país de contrastes, quizás lo de hoy hubiese sido evitable, pero hay que reconocer que el día ha sido cuanto menos curioso.
Hemos vuelto a la costa, esta vez a la zona más meridional de Montenegro, en la frontera con Albania y con población, en su mayoría, albanesa musulmana. Los contrastes son evidentes, mezquitas con altos minaretes junto a turistas en bikini y bañador tomando el sol en sus playas o bebiendo una cerveza en las terrazas de los bares y cafés.
Ada Bojana, es una isla triangular a modo de delta creada para proteger la flora y la fauna de la zona en la orilla del río Bojana. Es una reserva natural y su playa es, principalmente, nudista. De hecho fue una de las primeras playas nudistas de Europa. Para acceder a ella hay que desembolsar 6€ por coche y 1€ por persona, pero uno se lo puede ahorrar si accede hasta ella atravesando el río Bojana desde Velika Plaza ya que en esta parte el río es estrecho y accesible. Eso sí, necesitaremos una colchoneta hinchable para pasar también las toallas y las bolsas. ¿Por qué os digo esto? Porque no vale la pena pagar, si el dinero sirviese para mantener esta “reserva natural” en buen estado y limpia no me hubiese importado desembolsar eso y más, pero está sucia y mal cuidada. Lo que tendría que ser un paraíso terrenal es un estercolero lleno de botellas de plástico, colillas y todo tipo de guarradas. Deseo que algún día todos seamos conscientes de lo que nos ofrece la naturaleza y la cuidemos, esto es insostenible y más para un país que se considera ecológico. Tengo serías dudas al respecto.
Lo cierto es que podría ser un lugar precioso, con su playa de arena blanca y la Riviera Bojana con sus cabañas sobre pilones, pero todo queda nublado por lo descuidado que está.
Subiendo por la costa, bordeamos la Velika Plaza, una enorme playa de 12 kilómetros de largo de fina arena y una de las preferidas por los montenegrinos y albaneses.
A poca distancia, las marismas de Stoj y las salinas de Ulcinj o eso dicen… hemos sido incapaces de encontrarlas por más que nos perdimos, tampoco recibimos ningún tipo ayuda ni indicación de la oficina de turismo de la zona, así que nos hemos ido sin verlas.
Ulcinj, con un casco viejo de calles empedradas y empinadas y una muralla que desciende hasta el mar, podría ser bonito si no estuviese tan descuidado y si la burbuja inmobiliaria sin control no hubiese llegado hasta su mismo centro histórico, afeando la visión tanto de su rico patrimonio histórico como cultural.
Cuenta la leyenda, aunque ellos creen a pie juntillas que es totalmente cierto, que Cervantes estuvo preso en Ulcinj y que durante su cautiverio se enamoró de una mujer, en su honor inventó Don Quijote y prueba de ello es que a su personaje femenino lo llamó Dulcinea que viene de Dolcinio, tal y como se llamaba la ciudad en el siglo XVI. Lo que si es verdad es que Ulcinj fue nido de piratas y centro de contrabando de esclavos, dejando en las bahías cercanas barcos hundidos que hoy pueden visitar los buceadores.
De vuelta al camping, hacemos parada en Stari Bar. Se trata de una antigua ciudad ubicada en lo alto de una colina cuyo origen se remonta al siglo IX a.C. Por ella pasaron muchos pueblos distintos y fue en 1878 tras su reconquista a los turcos cuando la ciudad quedó prácticamente destruida, por lo que se tomó la decisión de levantar una nueva ciudad en la parte baja, Nueva Bar. La visita al conjunto es de pago, 2€ por persona, y desde los muros que la rodean se obtiene unas maravillosas vistas. Varias iglesias, o lo que queda de ellas, y algunos edificios renacentistas, medievales o típicamente musulmanes nos permiten contemplar como era la ciudad.
Ya en nuestro camping, remanso de paz y tranquilidad, tomamos un vino nacional, como ya es costumbre, bajo un cielo lleno de estrellas.
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