Revista Opinión

La roca de Tarik

Publicado el 16 mayo 2014 por Elperdiu
A la vuelta del ferry enfilamos Gibraltar de manera directa. Entramos a pie y sin patriotismos, que no soy hombre dado al histrionismo identitario. Y aunque entro a paso firme y con intención de escuchar, razonar y entender, es verdad que hay algo humillante en la presencia de una colonia de un país amigo aquí. Y lo digo yo, que soy anglófilo desde que empecé a andar. Un país amigo de otro no tiene una economía parasitaria en casa de su vecino. En fin, no sé que pensarían los británicos si tuviéramos una colonia dedicada a actividades dudosas en la isla de Wight

El panorama es desolador, así que espero que sea verdad lo que dijo Margallo de que "se acabó el recreo con el Peñón". Los llanitos han ido ganando terreno, no sólo a la tierra de nadie, sino también al mar. La pista del aeropuerto es una vergüenza. Como lo es el campo de fútbol, ubicados ambos en territorio español. O el incremento de terreno por el lado de la playa de los catalanes. Los llanitos son colonos, no son otra cosa, y aunque es evidente que sus derechos han de ser salvaguardados, y nadie en su sano juicio puede plantear su expulsión, lo que no pueden pretender ser es un interlocutor ante un Estado como España, por más que a Moratinos se le pasara por la cabeza. 

Patemos la ciudad. Un mundo británico con sol y playa. El sueño de los british. Subimos por el teleférico hasta lo alto del peñón. Impresionan las vistas de la bahía y quizá ahí esté una clave de porqué nunca España lo conquistó: alterar la situación podía llevar, es cierto, a echar a los británicos, pero también a que ellos salieran del mismo y se hicieran con la bahía. Cervezas en un par de bares. Un par de iglesias y algunas tiendas típicas. Nos topamos con una procesión, católica, al abandonar la colonia. 

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