Buenas tardes, hoy tenemos con nosotros el primer cuento del año, está inspirado en mi última novela publicada. Espero que lo disfruten. La roca que reluce
―¡No, no la toques! ―gritó la joven. El muchacho apretó los dientes mientras trataba de mantener el equilibrio. ―Casi me caigo con tu alarido ―suspiró y bajó el brazo que tenía extendido. ―No fue un alarido ―frunció el ceño ella―, te estaba previniendo. ―Pues trata de no dejarme sordo mientras lo haces. Ella puso los brazos en jarra y se le quedó mirando, pero él no le prestaba atención, seguía fascinado por la pared de piedra que tenía enfrente. Estiró el brazo otra vez. ―¡No! ―se exasperó ella―. ¿Es que no conoces las historias? Ni siquiera deberíamos estar aquí. ―Son solo unas ruinas ―se encogió de hombros―, un lugar abandonado. ―¿Y por qué será eso? ―la joven bajó la voz―. Se dice que esas piedras resplandecen por las noches. El muchacho rio con ganas. ―Tantas habladurías por el reflejo de la luna. No pasa nada, mira ―dijo y apoyó la mano en la roca. Ella sofocó un grito, y se calmó cuando vio que no había ocurrido ninguna catástrofe. Se acercó un paso. ―¿Ves? ―la sonrisa de él se ensanchó―. Son solo cuentos, historias para contar de noche y asustar a los tontos. Ella se acercó otro paso y extendió tímidamente su brazo. La torre tembló y se oyó el ruido de pasos en su interior. Ambos jóvenes se quedaron quietos, conteniendo la respiración. La piedra resplandeció. ―Vamos ―susurró ella. Él no se movió. ―Vamos, vamos ―lo urgió ella. El muchacho hizo una mueca y negó con la cabeza. Ella tiró del brazo del joven, pero la mano no se despegaba de la piedra. Él cayó de rodillas, a la vez que contenía un grito. ―¿Qué sucede? ―lo miró ella, los ojos enormes. El muchacho levantó el rostro, las lágrimas resbalaban por su barbilla. Ella se arrodilló a su lado. Se quedaron mirándose. La piedra se apagó poco después. Ella tomó la mano quemada entre sus dedos suaves. ―Vamos ―susurró otra vez. Él se levantó con su ayuda, y se apoyó en ella para alejarse de la torre. La muchacha pasó el brazo herido por sobre sus hombros. No habían dado más de diez pasos cuando él se tensó y ella sintió el calor que emanaba de la mano quemada, y cómo le abrasaba el hombro. Apretó las mandíbulas e intentó seguir caminando, pero él la empujó y cayó solo al suelo. ―Déjame, debes huir. ―No, te llevaré de vuelta. El muchacho gruñó, a la vez que se hacía un ovillo contra el piso. ―No hay nada que hacer, lo siento quemar por dentro. La joven se acercó para tocarlo, pero la piel del muchacho hervía. Resplandecía con la misma luminosidad de la roca de aquella torre. Ella se quedó hasta que la luz se apagó Si quieres conocer más sobre la misteriosa torre, haz clic en la imagen.
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