“Alguien pensará que es muy cómodo aceptar una suerte innoble, pero fructífera, en vez de rechazarla. Pero yo misma me he preguntado a menudo por qué la tristeza y la rabia conviven tantas veces en el ánimo de quienes quieren vivir según ciertos preceptos o adaptarse a determinados ideales, y por qué, en cambio, quienes aceptan la propia vida, que es sobre todo nulidad, oscuridad y pequeñez, viven tantas veces alegres y despreocupados.”
Impresionante novela ejemplo del realismo social -mejor, neorrealismo- italiano de la primera mitad del siglo XX. Su autor, Alberto Moravia, la publicó el año 1947, momento en Italia de ilusión ante el porvenir, pero también de inmensas dificultades a raíz de la Guerra ya acabada que había dejado grandes zonas devastadas y una población depauperada aunque vital y animosa. El recuerdo del fascismo reciente pervive en esta magnífica novela cuya acción el escritor sitúa años antes del inicio de la Guerra con el país totalmente en manos del régimen de Mussolini.Alberto Moravia nació en Roma el año 1907 en el seno de una familia burguesa acaudalada. Su padre, judío no practicante, era arquitecto y pintor; su madre, católica practicante, se dedicaba a sus labores. El escritor y periodista se casó en 1941 con la también novelista Elsa Morante y el matrimonio fijó su residencia en Capri. La pareja se separó 21 años más tarde y Moravia se fue a vivir con la escritora Dacia Maraini. Por último se casó en 1986 con la española Carmen Llera. Falleció en Roma el 26 de septiembre de 1990.
Su Obra es copiosa y comenzó a publicarla a edad muy temprana, en 1929, con Los indiferentes, novela que le lanzó a la fama. Bajo el régimen fascista el periodista Moravia que militaba en el Partido Comunista sufrió censura frecuente de obras y publicaciones; de hecho el triunfo no le llegaría hasta finalizada la Guerra con novelas tan famosas como La romana (1947), La desobediencia (1948), El amor conyugal (1949) y El conformista (1951). Esta fama se vio incrementada con las versiones cinematográficas que desde 1954 se hicieron de muchos de sus títulos comenzando preciosamente por el de la novela que he leído, "La romana", llevada a la pantalla por Luigi Zampa en admirable interpretación del personaje de Adriana por parte de la bella Gina Lollobrigida. Otros directores como Bertolucci, Dacia Maraini, Tinto Bras, etc., adaptarían otros títulos suyos al cinematógrafo.
Mi comentario sobre "La romana"Una chica bondadosa con deseos muy normales se ve arrojada a la vida, a hacer la calle, por su origen social y por el impulso que quienes la rodean, en especial su madre y su amiga Gisella, alimentan en ella desde bien temprano. Todos le dicen que es tontería desperdiciar la belleza que Dios le ha dado. Comienza así a sus 17 años a ejercer de modelo en talleres de pintores. Se habitúa a su desnudez y empieza a ser consciente de su poderío:
Fueron aquellas miradas, además de las oscuras alusiones de mi madre, las que despertaron mi coquetería y, al mismo tiempo, me dieron conciencia de mi belleza y del provecho que de ella podía sacar.Gisella es compañera de profesión y la incita a tener relaciones con señores que le pagarán, lo que hará que ella y su madre vivan mejor. Adriana no quiere pero en una encerrona a la que la conducen en Viterbo Gisella y Ricardo, amigo de ésta, será seducida por Astarita, importante miembro de la policía política (la acción sucede en 1937, en plena época mussoliniana). Antes de esto Adriana, que así se llama el personaje principal de la novela, se ha enamorado perdidamente de Gino, un chofer del que su madre quiere alejarla por entender que con él nada prosperará. Con Gino hace el amor y se da cuenta de que disfruta de ello. Desde ese momento Adriana sentirá la tensión que le ocasionan por igual el placer del sexo (la naturaleza, en suma) y los propósitos de una vida ordenada (matrimonio, casa organizada e hijos; o sea, la moralidad imperante). Lejos de desquiciarla, estas dos tendencias conviven en ella a las mil maravillas. Aunque practique el oficio más viejo del mundo para ella el placer, para de verdad acercarse al ideal, ha de ir acompañada del amor; y esto ella sólo lo sentirá por activa o por pasiva con cuatro personas: Gino, su primer amor; Astarita, quien hacia ella siente un amor total; Sanzogno, el delincuente que le hace sentir el sexo como nunca jamás le había ocurrido ni le sucederá; y Giacomo (Mino) hacia quien ella se siente especialmente atraída a pesar del continuo rechazo que él le manifiesta en un ejercicio hipócrita consustancial a la clase burguesa de la que procede.
Ella se da cuenta de que el dinero -obtenerlo, ganarlo, guardarlo, gastarlo...- es otro de sus placeres. Cuando por vez primera recibe dinero a cambio de sexo su sentimiento, como casi siempre todo en ella, es ambivalente: le produce placer recibirlo pero al tiempo sabe que la acción no es correcta. Para conseguirlo ella se dirige a la calle y se insinúa a hombres de los que tras hacer el amor recibe dinero que entrega a su madre, auténtica Celestina que asiente y consiente lo que su hija practica. Estos hombres son anónimos y para ella son simplemente instrumentos, objetos, para su oficio de prostituta.
Los hombres que tienen importancia en su vida son los cuatro ya señalados: Astarita, Gino, Giacomo y Sonzogno. Los dos últimos provienen de sus relaciones anteriores. El primero, Giacomo, es un chico que junto a Gisella conoce una noche. Él iba junto a Giancarlo y ellas deciden ligárselos: Giancarlo se enrolla con Gisella y Giacomo se muestra reticente a hacer el amor con Adriana quien se encela y quiere saber qué le sucede. Poco a poco ella irá enamorándose de este chico al que llamará Mino. Al otro, Sonzogno, autentico hacedor del desastroso rumbo que tomará la historia, lo conoce vía Gino. Es un delincuente con quien mantendrá relaciones sexuales muy gratificantes. Sonzogno es el tipo de hombre que atemoriza y atrae al tiempo. Dador de inmenso placer a la par que terror.
De izda a dcha los 4 hombres que rodean a Adriana:
Giacomo, Sonzogno, Gino y Astarita
Sentí un gran deseo de encontrarme en regla en todo sentido. En regla con la moral que no me permitía un oficio como el mío; en regla con la naturaleza que quería que a mi edad una mujer tuviera hijos; en regla con el gusto de vivir entre objetos hermosos, con vestidos nuevos y agradables, en casas luminosas, limpias y cómodas. Sólo que una cosa excluía a la otra y si deseaba estar en regla con la moral no podría estarlo con la naturaleza
Además de mostrarnos a la perfección la psicología de esta mujer sencilla y la de los personajes que la rodean, en el relato se tocan temas muy importantes. Quizás la hipocresía en que vive la sociedad pudiente sea uno de los principales. En dos personajes es muy visible ésta: en Astarita, funcionario público al servicio del fascismo, que por contra demanda elevadas y sinceras manifestaciones amorosas en su vida privada; y naturalmente en Giacomo (Mino) que vive en una completa desazón existencial al odiar su origen acaudalado familiar que intenta tapar con un activismo político y una valentía no del todo comprobable. Ambos se debaten en un sinvivir que les hará odiarse a sí mismos y a pensar incluso en soluciones finales. Concretamente Giacomo al estar frente a Astarita percibe la falsedad en que personalmente él se mueve: Me he dado cuenta de que era yo quien le pagaba, yo a quien él defendía, yo quien estaba tras él como amo, aunque estaba ante él como acusado.
La religión y su función ancilar también tiene un espacio importante en este relato. Para Adriana es una ayuda fantástica, sin embargo para Giacomo al no ser creyente no representa nada, no existe, y esto le quita un posible asidero, un refugio a su problemática vital—Así, pues, yo debería aceptar lo hecho y no rebelarme, debería aceptar lo que he llegado a ser y no juzgarme… ¡Bah! Tal vez en la iglesia pueden ocurrir ciertas cosas, pero fuera de la iglesia…Asunto de naturaleza social es el de las familias vergonzantes que en España tanto y tan bien mostró Galdós en sus novelas contemporáneas [ver reseña en este blog de una de ellas]. Alberto Moravia lo presenta en la persona de la Sra. Medolaghi e hija en cuya casa vive de realquilado Giacomo: Las Medolaghi no eran ricas, desde luego, pues de lo contrario, no alquilarían habitaciones. Sintiéndose pobres y no queriendo admitirlo, les parecía un peligro y un insulto mi presencia de pobre sin máscara.
—Pues ve a la iglesia —propuse agarrándome a esta nueva esperanza.
—No, no iré. No soy un creyente y en la iglesia me aburro…
Contrariamente a lo esperado el fascismo mussoliniano bajo el que en 1937 vivía Italia no aparece en primer plano y como elemento nuclear, sino como telón de fondo que todo lo envuelve, no se cuestiona, se da por supuesto, y al que sin referirse explícitamente siempre todo queda vinculado. Esto, en oposición a la versión fímica que de la novela se hizo en 1954 por Luigi Zampa en la que se muestra una escena inexistente en el relato de un noticiario cinematográfico donde se ve desfilar a las fuerzas mussolinianas, me parece un gran acierto por parte del escritor. En la novela Giacomo junto a sus amigos y correligionarios Tullio y Tommaso combaten al fascismo desde la clandestinidad.
La novela se inscribe dentro de la corriente literaria del realismo social practicado en el continente y especialmente en Italia durante esos años. En Italia, especialmente en el mundo del cine en el que Moravia participaría siempre activamente, se conoció como neorrealismo, quizás para diferenciarse del Realismo decimonónico. Es un realismo de corte existencial también muy usual en esos años cuarenta en toda Europa, donde conocerá las dos direcciones de existencialismo arraigado (existencialismo cristiano) y desarraigado (existencialismo ateo); en "La romana" predomina este último, pues Adriana, único ser al que vemos buscar apoyo religioso, no padece personalmente la angustia existencial de otros personajes aunque sí tenga en ocasiones reflexiones de este cariz (Salían después de sus casas como yo, e iban de un lado para otro representando sinceramente sus papeles que no tenían nada de sinceros. Y ese pensamiento me confirmaba en la convicción de que todos los hombres, sin excepción, son dignos de compasión, aunque no sea más que porque viven.)
Formalmente es una novela de corte tradicional contada en primera persona por la protagonista. La narración en muchas ocasiones me ha hecho recordar nuestra novela picaresca clásica especialmente en alguna reflexión inicial que Adriana hace desde el momento en que está escribiendo el relato (cinco años después de lo que nos cuenta en ese instante) para justificar ante sí misma su trayectoria vital:
A mí, nacida en la casa de los empleados del ferrocarril, aquella villa me hacía el mismo efecto, probablemente, que a los habitantes de la villa que yo envidiaba podrían hacerles las casas más ricas y grandes de los barrios acomodados de la ciudad. Así, cada uno pone su propio paraíso en el infierno de los demás.Es una narración de tipo lineal que se inicia con el personaje teniendo 17 años y acaba cuando cuenta 22. No hay ningún salto de tipo temporal. Está distribuida la historia en dos partes: una primera con 9 capítulos que acaba cuando su relación con Gino finaliza. La segunda parte, de 11 capítulos, está dedicada en esencia toda ella a su relación con el otro gran amor de su vida, Giacomo. Lógicamente en el transcurso de la trama elementos de la primera parte aparecen en esta segunda y ayudan a su desarrollo realizando así una novela, nunca mejor dicho, redonda.
La novela no presenta dificultad lectora alguna, lo que lejos de ser demérito es uno de los valores de la obra que queda así al alcance de cualquier lector. Moravia al realizar una novela nada elitista con las palabras usuales del mundo que les ha tocado en suerte a la protagonista y al resto de personajes logra así hacer realidad uno de los postulados del realismo socialista: poner al alcance del pueblo, sin perder por ello calidad, una de las grandes artes, la Literatura, considerada siempre propiedad de la burguesía ilustrada.
En esta historia dramática de la joven ingenua corrompida por su madre y una amiga íntima que me ha hecho recordar a "Las amistades peligrosas" del francés Choderclos de Laclos, todo es entendible. Que así sea no quiere decir que Moravia renuncie a introducir en ciertos momentos bellas, duras, hermosas y muy gráficas imágenes (de todo lo ocurrido no me quedaban más que el olor dulzón del amor en los dedos y las huellas saladas y secas de las lágrimas en las mejillas.). A la par, el autor, conocedor como nadie de la tradición literaria, hace uso de académicas descripciones físicas y de carácter que ya son junto a las de clásicos de otros siglos ejemplos a seguir:
Encontré a Gisella en el bar con un hombre de mediana edad, un viajante de comercio, al que me presentó con el nombre de Giacinti. Sentado, parecía de estatura normal, en parte porque sus hombros eran muy anchos, pero, una vez de pie, me pareció un enano, y la misma anchura de sus hombros contribuía a hacerlo más bajo de lo que en realidad era. Su cabello era abundante y blanco, limpio como la plata, en corte de cepillo sobre la cabeza, quizá para parecer más alto. El rostro era rojo y lleno de salud, de rasgos regulares y nobles como los de una estatua: una bella frente serena, unos ojos grandes y negros, una nariz recta y una boca bien dibujada. Pero una expresión antipática de vanidad, de suficiencia y falsa benevolencia, hacía aquel rostro a primera vista atractivo y majestuoso, decididamente repulsivo¿Cabe hacer un retrato mejor? Al leerlo lo emparejaba en mi cabeza con el del Dómine Cabra del mismísimo Quevedo. Creo que como muestra para escolares de qué es y cómo se hace un retrato literario no hay otra. ¿No lo veis así vosotros?
Por último, no puedo dejar pasar, hablando de forma pero también de fondo, claro, decir algo del Cine. Alberto Moravia que en su faceta de periodista escribió artículos sobre el séptimo arte y más de una crítica de películas también formó parte de este mundo fundamentalmente como guionista. En varias de las adaptaciones de sus novelas intervino trabajando en el guion de las mismas bien en solitario o junto a otros. En la de "La romana", película de 1954 que he visto nada más finalizar la lectura del relato y que en mi opinión queda muy por debajo de la novela, fue compañero de los guionistas Giorgio Bassani, Ennio Flaiano y del propio Luigi Zampa. Trabajó codo con codo con directores tan esenciales en el siglo pasado como Pier Paolo Passolini, Jean Luc Godard, Zampa o el propio Vittorio de Sica. Y dado, si no en todas, el sesgo erótico presente en sus novelas -"La romana" entre ellas, claro está- tuvo también peticiones de adaptaciones por parte de directores de cine erótico como Tinto Bras con quien trabajó en el guion de la versión cinematográfica de su novela "El hombre que mira". Y es que efectivamente en el éxito popular de Alberto Moravia no hay que minusvalorar el erotismo, muy presente en la novela leída dada la dedicación profesional de Adriana quien en varias ocasiones ve la realidad cual si de una secuencia fílmica se tratase:
Mi fantasía me proponía una y otra vez la escena de los disparos y acariciaba voluptuosa sus detalles y, sin duda, en el contraste entre los agentes y Sonzogno, me ponía con todo el ánimo de parte de Sonzogno. Me estremecía de júbilo viendo al agente herido en tierra, exhalaba un suspiro de alivio al ver que Sonzogno huía, lo seguía con ansiedad escaleras abajo, no me sentía tranquila hasta que lo veía desaparecer en la oscura lejanía de la amplia calle. Por último, me cansé de esa especie de cinematografía y decidí apagar la luz.Cerraría esta reseña y este apartado del Cine y Moravia señalando el inmenso canto de amor a Roma que "La romana" es. Un canto que pese a todo a mí me parece ilusionado ante el porvenir que desde luego nunca podría ser peor del presente que en esos momentos se estaba viviendo. La ciudad de Roma aparece sobre todo en la vitalidad de sus habitantes de distintos tipos, ideologías, clases sociales, niveles culturales, oficios... que juntos y pese a todo se ayudan y colaboran en gran medida en ese tirar para adelante que es la vida en suma.
Una novela que es un verdadero clásico y que recomiendo a cualquiera que no la haya leído aún. Como clásico que es la incluyo dentro de la IVª edición del reto 'Nos gustan los clásicos' en el que durante este 2020 estoy participando. También es la lectura elegida durante este mes de octubre por la Tertulia Literaria "más que palabras..." en la que participo; estoy seguro de que propiciará una sesión de lo más entretenida cuando la realicemos.