Nació esta santa el 29 de agosto de 1769 en Grenoble, Francia y fue bautizada, como si fuera una profecía, con los nombres de Santa Rosa, primera santa de América y de San Felipe, apóstol de Cristo. Porque ambas cosas sería: apóstol en América. Aunque su padre era liberal y de ideas anticlericales, Rosa fue educada piadosamente en el monasterio de Santa María de Haut, de la Orden de la Visitación. En este ambiente de piedad hizo su primera comunión y se desarrolló su vocación, en origen contemplativa, pues allí mismo tomó el hábito visitandino en 1797, con 18 años. La tenacidad antocatólica de la Revolución Francesa llegó al monasterio y las religiosas fueron dispersadas y obligadas a vestir de seglar. Rosa volvió a Grenoble, donde se dedicó junto a otras jóvenes familiares y amigas a socorrer a los presos por los revolucionarios, a las viudas y huérfanos, poniendo en ocasiones su vida en peligro.
En 1801, hecha la endeble paz entre el gobierno francés y la Iglesia, Rosa intentó volver a la vida contemplativa, y para ello se dedicó a reunir a la comunidad y reconstruir el monasterio, rentándolo para sí misma. Llevó algunas amigas y comenzó a instruir a unos niños, pero le fue imposible reunir a las monjas: unas eran muy mayores para aquello y se fueron a sus casas, y otras se fueron a otros conventos y reconstruidos. Este fracaso, su tiempo junto a los que padecían, y la constatación de la necesidad del apostolado y la caridad que necesitaban Francia iluminaron su vocación y comenzó a pensar en la vida religiosa activa. En 1804 supo de la fundación de una nueva congregación religiosa, la Sociedad del Sagrado Corazón, dedicada a la formación humana y espiritual de las niñas. Se entrevistó con la fundadora, Santa Magdalena Sofía Barat (25 de mayo) y le ofreció su monasterio saqueado para que fundara. Pero además, se ofreció ella misma y sus compañeras para formar parte de la Sociedad. La Madre Barat enseguida vio su valía de mujer orante y trabajadora, y el 13 de diciembre del mismo año fundaba el colegio con tres religiosas más. Esto trajo a ambas santas muchos sinsabores, pues los pobladores de Haut les hicieron guerra, pensando no tenían el prestigio como para encargarse de sus hijos, ni eran monjas "de verdad".
En 1805 se inició el noviciado y a los pocos meses de novicia en la Sociedad, Rosa pronunció sus votos, el 21 de noviembre de 1805, a los 26 años. La noche de su primer Jueves Santo en la Congregación, el 3 de abril de 1806, tiene una visión: se ve a si misma portando al Santísimo Sacramento por toda América, consolando a los necesitados. Y lo escribe a la fundadora diciéndole: "Cuando me diga: ‘Te envío’, responderé prontamente: ‘Voy’". Magdalena Sofía le responde: "Vuestra carta ha tocado la cuerda más sensible de mi alma: ¡sí, nuestro divino Salvador me ha oído! Desde el momento en que fuisteis encomendada por él a mi cuidado, esto es lo que le he pedido con relación a vos, pues estoy íntimamente persuadida de que el Señor quiere que le ofrezcáis con entera devoción este heroico sacrificio". Pero, sin embargo, aún no le da permiso pues la necesita, sobre todo en 1810, año duro para la fundadora cuando el abate Saint-Estéve, confesor de las religiosas se las da de fundador y hace y deshace. La Madre Barat solo reza y confía en el Sagrado Corazón, y cuando no puede más, se retira un tiempo en Haut, donde Rosa Filipina la mima y venera como a verdadera madre fundadora. El 15 de diciembre de 1815, resueltos los problemas de la Congregación y aprobados los Estatutos autorizados por la Madre Barat, las religiosas designan a la Madre Duchesne como secretaria de la Madre Barat, con gran alegría de ambas.
Pasado el tiempo, la Madre Barat le envía a fundar una comunidad en París, que posteriormente será una casa fundamental para la Sociedad. Allí, en 1816, conoce Rosa a monseñor Guillaume-Valentin Dubourg, que había sido nombrado primer obispo de Louisiana. Está claro que él quedó prendado de sus dotes como religiosa educadora y ella vio renacer la posibilidad de la misión. Y llega 1818, el año en que se cumple su deseo: Desde Luisiana el obispo pide a los obispos franceses una Congregación Religiosa que funde un colegio para la educación de los niños franceses e indios de su diócesis. La Madre Barat la envía, con la misma confianza que si fuera ella misma. Así, en 1820 Rosa funda un convento y colegio en unas cabañas de madera, junto a otras cuatro religiosas, en St. Charles, Missouri. Y como toda misión, no le faltaron trabajos, hambre, frío, incomprensiones, pobreza: "Aquí ejercitamos" – escribe en 1819 – "los oficios manuales menos acostumbrados: cultivamos el campo, llevamos las vacas a los abrevaderos, transportamos el estiércol, barremos los tinados: todo esto me cuadra muy bien"… Y es que todo lo daba por bueno con tal de evangelizar y educar como religiosa del Sagrado Corazón que era.
De St. Charles se trasladan a Florissant, donde las condiciones eran mejores para todos. Abre su colegio y en tres años inaugura un noviciado. En 10 años ya había fundado seis colegios para niños, niñas y jóvenes, entre las que halló las primeras vocaciones nativas. Grand-Coteau, St. Michel, St. Louis, y en 1828 regresan a fundar en St. Charles, con mejor resultado. En 1839 se funda en Nueva York, obra que habría hecho la Madre Duchesne mucho antes, pero obedeció a la Madre Barat, que lo dejó para más tarde y lo encomendó a la Madre Galitzin.
Sepulcro de la Madre Duchesne.
Santuario en St. Charles.
Fue beatificada el 12 de mayo de 1940 por Pío XII y canonizada el 3 de julio de 1988 por San Juan Pablo II. Su nombre aparece en lugar eminente entre los pioneros del Memorial Jefferson de San Luis, Missouri.
Fuentes:
-"Vida Compendiada de la Venerable Madre Barat". D. JUAN MANUEL ORTI Y LARA. Friburg, 1902.
-"Diccionario de los Santos" C. LEONARDI, A. RICCARDI Y G. ZIARRI. Ed. San Pablo. Madrid, 2000.
A 18 de noviembre además se celebra a Santa Haude y San Tanguy, hermanos.