Revista Psicología

La rueda, un invento típicamente humano

Por Gonzalo


La rueda es un invento típicamente humano.  Si desmontamos cualquier máquina mínimamente compleja, nos encontraremos ruedas. Hélices de barco y de avión, taladros giratorios, tornos, ruedas de alfarero: nuestra técnica se basa en la rueda y sin ella se pararía en seco.

La rueda se inventó probablemente en Mesopotamia en el cuarto milenio a. C.  Sabemos que el concepto de rueda no era obvio, sino que tenía que ser inventado expresamente porque las civilizaciones del Nuevo Mundo todavía no la conocían en la época de la conquista española.

La presunta excepción (los juguetes precolombinos que, según algunos testimonios, tenían ruedas) es demasiado extraña como para no despertar sospechas. ¿No será uno de esos mitos que se propagan sólo porque resultan sorprendentes, como el tópico de que los esquimales tienen 50 palabras para designar la nieve?

La rueda, un invento típicamente humano

Los zoólogos ya están acostumbrados a encontrarse las buenas ideas de los seres humanos anticipadas por el reino animal. Ejemplos de este fenómenos son: sonares (murciélagos), electrolocalizadores (ornitorrincos), diques (castores), reflectores parabólicos (lapas), sensores de infrarrojos para captar el calor (algunas serpientes), jeringas hipodérmicas (avispas, serpientes y escorpiones), arpones (cnidarios) y propulsión a chorro (calamares).  ¿Por qué no la rueda?

Es posible que la rueda nos impresione sólo porque contrasta con nuestras anodinas piernas. Antes de la invención de motores alimentados por combustibles (energía solar fosilizada), los animales nos superaban fácilmente en carrera. No es de extrañar que Ricardo III ofreciese su reino por un medio de transporte de cuatro patas que lo sacase del aprieto en que se hallaba.

Quizá la mayoría de los animales no se beneficiaría de las ruedas  porque ya corren bastantes rápido con sus propias patas. Al fin y al cabo, hasta hace muy poco tiempo, todos nuestros vehículos de ruedas eran arrastrados por la potencia de las patas.

Inventamos la rueda no para movernos más rápido que un caballo, sino para que el caballo nos transportase a su velocidad, o a una velocidad un poco inferior; desde el punto de vista de un caballo, una rueda es algo que te hace ir más despacio.

Hay otro factor que nos puede hacer sobrevalorar la rueda. Para alcanzar la máxima eficacia posible, la rueda depende de una invención anterior: la carretera (u otra superficie lisa y dura).

La rueda, un invento típicamente humano

Un motor potente permite que un coche corra más que un caballo, un perro o un guepardo en una carretera plana y resistente, pero si la carrera se disputase en un terreno accidentado o en un sembrado, o en un terreno lleno de setos y zanjas, sería una derrota aplastante: el caballo humillaría al automóvil.

Entonces quizás haya que replantear la pregunta. ¿Cómo es que los animales no han inventado la carretera? Las dificultades técnicas no parecen excesivas: una carretera es un juego de niños comparada con los diques del castor o las churriguerescas estructuras que construye el pájaro pergolero para cotejar a las hembras.

La rueda, un invento típicamente humano

Existen hasta unas avispas cavadoras que apisonan el terreno con útiles de piedra. Es de suponer que animales de mayor tamaño también podrían usar técnicas análogas para allanar una carretera.

Pero entonces surge un problema inesperado. Por más que sea técnicamente posible construir una carretera, ponerse a ello supone una actividad peligrosamente altruista. Si yo, como individuo, construyo una carretera que vaya de A a B, el lector podría beneficiarse de ella tanto como yo. ¿Y por qué habría de importarme? Pues porque el darvinismo es un juego egoísta.

Construir una carretera de la que cualquier otro podría sacar partido sería una actividad penalizada por la selección natural. Un adversario mío se beneficiaría de mi carretera tanto como yo y, además, sin coste alguno.

La rueda, un invento típicamente humano

Los gorrones que usasen mi carretera sin molestarse en construir la suya tendrían tiempo de dedicar todas sus energías a la labor de reproducirse más que yo, mientras que yo me empeñaba en mi actividad constructora.

A menos que se tomasen medidas especiales, florecerían tendencias genéticas hacia un uso holgazán y egoísta que se ejercerían a expensas de los industriosos constructores de carreteras. El resultado es que no se construyen carreteras.

Nosotros, gracias a nuestra capacidad previsora, nos damos cuenta de que todos saldrán perdiendo; pero la selección natural, al contrario que los seres humanos, que estamos dotados de un gran cerebro de evolución reciente, no es capaz de prever nada.

¿Qué tiene de especial el ser humano, que ha logrado superar los instintos antisociales y construir carreteras de las que todos se benefician?

La rueda, un invento típicamente humano

Pues muchas cosas. Ninguna otra especie ha desarrollado nada que se parezca ni remotamente a un estado del bienestar, una organización que cuida de los ancianos, de los enfermos y de los huérfanos, y ponen en funcionamiento instituciones benéficas. A simple vista, son creaciones que parecen desafiar el darvinismo, pero no es éste el momento ni el lugar para abordar esta cuestión.

Tenemos un gobierno, una policía, unos impuestos, unas obras públicas a las que todos, nos guste o no, contribuimos. Aquél que escribió: “Muy señor Mío, es usted muy amable, pero preferiría no tomar parte en su sistema de recaudación del impuesto sobre la renta” seguro que recibió una respuesta oficial del Ministerio de Hacienda.

Por desgracia, ninguna otra especie ha inventado los impuestos, pero muchas han inventado la valla (virtual). Un individuo puede asegurarse el uso exclusivo de un recurso defendiéndolo activamente de sus adversarios.

La rueda, un invento típicamente humano

Muchas especies animales son territoriales: no sólo las aves y los mamíferos, sino también los peces y los insectos. Defienden un área para impedir el acceso de adversarios de la misma especie, a menudo con el fin de asegurarse un pasto privado, o un escenario de cortejo privado, o una zona privada de nidificación.

Un animal que controlase un vasto territorio se beneficiaría de la construcción de una red de buenas carreteras aplanadas de las que se viesen excluidos sus adversarios. No es algo imposible, pero estas carreteras animales serían demasiado locales para viajes largos a gran velocidad.

Con independencia de su calidad, estarían limitadas a la pequeña área que un individuo puede defender de las incursiones de sus rivales genéticos. No es un punto de partida muy favorable que digamos al desarrollo de la rueda.

fuente: El cuento del antepasado  (Richard Dawkins)


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