Resulta sangrante leer que mientras nos dicen que el PIB ya crece a un ritmo más alto que la media de Europa y
que cada vez tenemos más trabajo (aunque no nos digan las condiciones de ese trabajo propio de los campos de algodón). El número de hogares en este país que están “a dos velas” no para de aumentar. Según la EPA, ya son más de 770.000 hogares (una barbaridad) en los que no entra ni un clavo al mes, ni pensión, ni sueldo, ni subsidio… nada.
Lo peor de todo es la naturalidad con la que estamos aceptando esta tragedia. Parece que tengamos asumido eso de que nuestros vecinos (o puede que mañana nosotros mismos), mueran de hambre. Empezando por el partido en el gobierno que encima de no ver esa realidad se cuelga medallas diciendo que su gestión nos está sacando de pobres mientras es eso justamente lo que producen a velocidades propias de una cadena de montaje, pobres. Igual conlo de la recuperación se refieren a ellos mismos porque me parece que los que, cada vez más, sufren los efectos secundarios tan horrorosos como la exclusión invisible no opinan lo mismo.
Desde que comenzó esta catástrofe inducida a la que no llamamos crisis. El número de ricos no para de crecer en España, pero también lo hace el de aquellos que ya sólo pueden recurrir a la beneficencia. 
La radicalización de dos sociedades distintas en la que una, la de “La buena estirpe” mariana, pretende controlar a la otra puede que sea la causa oculta de las bárbaras leyes con que nos están 
Eso me lleva a pensar algo terrorífico. Si cada vez estamos más seguros de que la violencia no es 

