De Burgos a Madrid y de Cataluña a Sevilla, pasando por Valencia. Desde tiempos prehistóricos, el ser humano, tanto para cazar con el fin de alimentarse o simplemente defenderse de sus adversarios ha utilizado las armas y, de entre estas, aquellas con hojas rectas de metal (cobre, bronce, hierro y luego acero) punzante y filo desgarrador, una herramienta precisa y devastadora contra el enemigo.
El prestigio que las espadas han alcanzado a lo largo de la historia ha sido tal que han dado pie a mitos en la literatura, el cine o el imaginario popular. España cuenta con unas cuantas espadas con un pasado memorable detrás repartidas y que pueden ser visitadas en un itinerario con historia.
Si de espadas famosas y célebres puede vanagloriarse la memoria de España esas son las que la tradición dice que utilizó don Rodrigo Díaz de Vivar (1043-1099), conocido como el Cid Campeador, durante la Edad Media en su lucha contra musulmanes y también contra cristianos. Ambas, la Tizona y la Colada, dos pesadas armas, se han convertido en auténticas reliquias y emblemas del pasado hispano más patrio y populista.
Tizona es una espectacular espada que fue usada por El Cid para combatir a sus enemigos. Se cree que se forjó en Córdoba, a pesar de que considerables cantidades de acero de Damasco se encuentran en su hoja. Con unas medidas de 103 centímetros de largo y un peso que sobrepasa los dos kilos, contiene dos inscripciones por separado, con el anuncio de una fecha de manufactura del año 1002 y el otro citando la oración del Ave María.
Según el Cantar de mio Cid, la Tizona pertenecía al rey Búcar de Marruecos y Rodrigo Díaz de Vivar se la ganó en Valencia. Tiene el pomo plano, el puño largo y cónico, forrado de alambre de hierro, el arriaz es curvo y las patillas tienen pitones. Tras la Guerra Civil, la espada, que perteneció a los marqueses de Falces, luego se depositó en el Museo del Ejército de Madrid a su nueva sede en el Alcázar de Toledo. Y de ahí a su ubicación actual, visitable, en el Museo de Burgos.
La leyenda atribuye a El Cid otra célebre espada, la Colada. Pudo ser una invención del Cantar del mio Cid, en el que se cuenta que el arma fue ganada como botín de guerra a un tal Remont Verenguel, conde de Barcelona, y que regaló esta espada (junto a la Tizona) a sus yernos los Infantes de Carrión, que son personajes ficticios.
Los amantes de la historia, sea real la espada o no, pueden contemplarla en la Real Armería del Palacio de Oriente de Madrid. Lo más singular de la Colada es que en el primer tercio de su hoja unos signos coinciden con los que se encuentran en la cenefa del tapiz de Bayeux, de 1073-1083, que refleja escenas de la batalla de Hastings, librada en Inglaterra en el año 1066.
También en este museo se expone la espada de Alfonso VI, rey de Castilla en el año 1085. Alfonso VI fue conocido porque ayudó a expulsar a los árabes de la península, y su labor en Toledo fue inestimable para conquistar la ciudad. Esta espada está acabada en oro de 24 quilates, la empuñadura es de bronce y latón y la madera es roble clara. No tiene la hoja demasiado grande (101 centímetros) y tiene la empuñadura de madera ornamentado con damasquinados de Toledo.
Un salto en la ruta del viajero le conduce hasta tierras catalanas. Allí podrá seguir la pista de otras dos espadas con historia, la Vilardella y la de San Martí. La primera dice la tradición que perteneció a la dinastía de condes catalanes como Wifredo el Velloso y Martín el Humano.
La primera noticia sobre su existencia se remonta al siglo XIV y figura en el catálogo de la armería de los condes de Barcelona. Está documentado que el arma participó en diversas batallas y conquistas de época medieval. Según algunas fuentes, la espada real que se conserva en el Musée de l'Armée de París es la Vilardella. Otros historiadores se decantan por identificarla con la Tizona que se encuentra en el Museo del Ejército de Toledo.
Sobre la espada de San Martí (siglo XIII), que se localiza en el Musée de l'Armée de París, algunos coinciden en afirmar que se trata de la misma que la Vilardella. El arma parece citada en en el testamento de Pere el Cerimoniós de 1370. Según la tradición, con esta espada Ramón Berenguer III libró un combate singular en favor de la emperatriz de Alemina falsamente acusada de adulterio. Hay quienes incluso aseveran que perteneció al emperador romano Constantino.
En el propio Museo del Ejército de Toledo se conserva la espada jineta que formó parte del ajuar de Boabdil, el último rey nazarí de Granada. El arma, que tiene inscripciones del Corán y adornos árabes en el puño, fue regalada por los Reyes Católicos a Don Diego Fernández de Córdoba, alcaide de los Donceles. De esta manera se ha preservado el último símbolo de la situación de Al-Ándalus en la última etapa de dominación islámica en la Península Ibérica.
Sus conquistadores, los Reyes Católicos, también dispusieron de una de las más espectaculares espadas de la historia de España. Su afamado mandoble, con el que los soberanos de Castilla y Aragón nombraron caballero a Cristóbal Colón después del regreso de su primer viaje a América se expone asimismo en el Museo del Ejército. Es un espadón pesado para el que se requiría el uso de las dos manos.
Al sur del territorio español el viajero puede visitar la Lobera, la espada que empleó Fernando III el Santo de Castilla. La impresionante catedral gótica de Sevilla alberga la reliquia, que es exhibida y sacada en procesión cada año para conmemorar la reconquista de Sevilla en el año 1248 por dicho monarca. Se trata de una espada de hoja plana y dos filos, de casi un metro de largo y terminación en punta redonda.
En la zona levantina, otra espada que emerge con fuerza para ser visitada es la que utilizó Jaime I el Conquistador. Conde de Barcelona, Rey de Aragón y de Mallorca, prosiguió la Reconquista y ayudó a los reyes de Castilla y Aragón a luchar contra el invasor árabe. El Museo Histórico Municipal de Valencia, ubicado en el edificio del propo Ayuntamiento, alberga su arma, junto al Pendón de la Conquista de la ciudad.
La historia de España cuenta con otros populares personajes que blandieron espadas y armas para mayor o peor gloria de su suerte o ejércitos que comandaban. Cristóbal Colón, Gonzalo Fernández de Córdoba 'El Gran Capitán' (jefe de los ejércitos de los Reyes Católicos), los monarcas Carlos I o Carlos III, los conquistadores Hernán Cortés o Francisco Pizarro. Pero de algunas, por diversos avatares del destino, no queda rastro.
Los seres humanos, desde tiempos remotos, se han abierto paso por la Historia espada en mano. La espada proporcionó poder y fue símbolo del mismo. Todos los pueblos del mundo han utilizado espadas o armas blancas similares. Hay muchas clases de ellas, de diferentes formas, materiales y estilos, tanto en la realidad (fruto de diversos métodos de forja) como en la ficción (fruto de diversos modos de imaginación)
Fuera de nuestras fronteras tienen fama espadas como Durandal, la espada de Roldán, paladín de Carlomagno (rey de los francos y emperador de Occidente en los siglos VIII y IX), muerto en la batalla de Roncesvalles, donde los francos fueron derrotados por los vascones en el año 778.
Un ejemplo próximo en el tiempo es la espada regalada a Francisco Franco (militar que impuso en España un régimen dictatorial tras la Guerra Civil de 1936-1939) por la Legión Española en 1926 y conservada en la catedral de Toledo. Otra espada, pero esta más simbólica, la de San Pablo (también conocida como el Cuchillo de Nerón), también fue de su propiedad. Se trata de una reliquia a la que se atribuye la decapitación del apóstol san Pablo y que terminó llegando a Toledo a finales del siglo XIV. Así lo reflejo en mi libro La España Sagrada (editorial Arcopress), dedicado al mundo de las reliquias.
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Soy periodista y experto universitario en protocolo. He trabajado en diferentes medios de comunicación como 20 minutos, Las Provincias o Diario 16. Ahora ejerzo labores de community manager, colaboro en blogs y publicaciones digitales. Autor del libro 'Eso no estaba en mi libro de Historia de Roma'.