Por Ajonjolí desde Chile Mi mamá, que poco tiene de cachurera, me decía siempre: ¿Por qué no los regalas? ¿De que te sirve tener tantos, la verdad, de que te sirven? Y yo la miraba con los ojos abiertos por el insulto y refunfuñaba enérgicamente que nunca los regalaría. Me tenían amarrada sentimentalmente (además eran todos animales de peluche, peor). Les atribuí sentimientos y vida a cosas inertes, lo que hacía que me sintiera mala al pensar en sacarlos de mi vida. Hasta que llegó un día en que los guardé en una gran bolsa de basura y vivieron confinados a un rincón en el lavadero de mi abuela (estaba mucho más grande y la verdad me tenían bastante aburrida). Hasta que un día de orden los encontramos, recordé los momentos con ellos (cuando jugaba a que la coneja color celeste llamada Lucy era mi hija) y los regalamos. Es un acto simple de desprendimiento, pero es el comienzo a lo que entendí posteriormente. De ahí en adelante comprendí de que lo material es algo inerte sin vida ni sentimientos, que llegan a nuestra vida con un propósito y que cuando no lo necesitamos podemos entregarlos a otro que sí lo necesita. Cuando se rompen o pierden, podemos reemplazarlos, no vale la pena lloriquear (aunque entiendo que muchas veces afecta cuando nos cuesta tanto adquirir algo y viene otra persona y te lo roba, por ejemplo, me pasó con una cámara fotográfica que estaba vendiendo, me estafaron con un cheque y no lloré, pasaron días en que intenté no sentir rabia por eso y agradecer que al menos yo estaba sana, pero en un momento de meditación en clase de yoga esa rabia salió en forma de lágrimas y ¡fue lo mejor!). Las personas son irremplazables, pero los objetos podemos volver a comprarlos, y si no… creo que nadie muere si no tiene un celular ultra top, ¿o sí? El desprendimiento emocional con personas es tan difícil que, al menos a mí, me enferma de los nervios. Cuando las personas son de piel y la mueven los afectos, estás situaciones incomodan y enrollan. Te persigues, sientes que has hecho algo malo, pero no es así. No soy de enfrentarme ni de peleas. Me cargan. En mi vida pocas personas me han visto enojada realmente y enfrentándome a otros. Soy pacífica total, pero creo que uno debe aprender que en este mundo hay otros que no obran como uno y que no tienen los mismos... no sé si valores, ¿principios? Y que muchas veces las cosas se solucionan de otra forma en vez de andar peleando y alzando la voz. Esta persona era así, como exaltada, y para su prematura edad, parecía una señora mañosa y rezongona. Por lo que su estilo era gritar más fuerte que el otro. Not my style. Así que nenas preciosas (y nenes), despréndanse de aquellas “amistades” que no los llevan a nada. Los verdaderos amigos son aquellos que te levantan cuando caes, y si no puedes levantarte, bajan hasta el suelo para recostarse al lado tuyo y hacerte compañía. Son los que te quieren con todos tus defectos y virtudes. Son los que, aunque desaparezcan, cuando vuelven se siente como si nunca se hubieran ido. Son los que con tus alegrías y logros se sienten felices y orgullosos. Cuesta dejar los afectos, pero siempre deben ser recíprocos porque si no, ¿cómo nos retroalimentamos? Y no confundan esta frase con “esperar algo a cambio”, pero si eres amable con alguien siempre uno piensa que el otro lo será contigo, ¿no? Y por último, ¿cuán fácil es desprenderse de las etapas de nuestras vidas? Encontré una frase de Paulo Coelho que tiene mucho de cierto. “Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. En lo que a mí respecta, ¡adoro los cambios! Los recibo feliz y con la mejor disposición. Aunque no por eso significa que no les tema. Pero, ¡es parte de la aventura de vivir! CARPE DIEM! LET IT BE! And LET IT GO!
Cuando pequeña me aferraba a las cosas. Tenía una cantidad no menor de peluches que se convirtieron en mis más humildes compañeros. Aunque muchos de ellos solamente fueron acariciados una sola vez. Pensaba en lo mucho que me gustaban y en los que vendrían. Era un hecho de que mi cama y habitación, al cabo de unos años, se convertiría en el mundo de estos tiernos objetos y que yo sería una esclava, ya que me imaginaba diariamente sacándolos uno por uno de la cama antes de dormir y volviéndolos a colocar en la mañana.
Creo que muchas tienen más que claro lo necesario que es ser desprendida con lo material. Pero, ¿qué pasa con el desprendimiento emocional? ¿Qué pasa cuando lo que debemos dejar ir son personas? Y no hablo de un duelo amoroso y menos de una pérdida de un ser querido, eso es de otra magnitud. Hablo de cuando personas que no aportan en tu vida deben ser desechadas para que tú sigas tu camino de forma feliz y tranquila. Hablo de desilusiones y de cómo enfrentarlo.
Hace un tiempo viví algo extraño. Había conocido hace unos meses a una persona con la cual entable una (según yo) amistad. Nos contábamos nuestras cosas, nos apoyábamos (creo) y divertíamos. De un momento a otro esa persona comenzó a ser distinta y no conversaba mucho conmigo. En un momento, antes de salir a mis vacaciones maravillosas, le pregunté si estaba enojada conmigo y me contestó que no, que solamente andaba con un problema y al final terminé aconsejándola como siempre. Luego de mi retorno de vacaciones la comunicación se había esfumado, con suerte me saludó el día que nos vimos y los días siguientes simplemente no lo hizo más (ni me miraba). Ahí (con toda la volada de lo “shuper loco” de mis vacaciones), me enfrenté a mi primer desprendimiento emocional con una persona, estando consciente de que debía hacerlo y -a diferencia de otras situaciones en mi vida- decidida de que era lo mejor porque para “amigos” así mejor quedarme sola. No le volví a hablar. No le pregunté qué le sucedió, porque ya lo había hecho y si no respondió en ese minuto no andaré detrás de ella.
Cerrando círculos, cerrando puertas, cerrando capítulos, como quieras llamarlo; lo importante es poder cerrarlos, dejar ir momentos de la vida que van clausurándose”.
Qué importante es avanzar y renovarse. Muchas veces he escuchado a personas tratar de inconsecuentes a otras porque hace unos años pensaban una cosa sobre algo y luego, con el avanzar del tiempo, piensan lo opuesto. Creo que no es inconsecuencia, es cambiar. Es la realidad de que nuestra mente (además de nuestro cuerpo) van avanzando junto con nuestra edad, junto con el tiempo, junto con el sol... Imaginen la planicie de una vida sin cambios. Me imagino que es carente de aprendizaje, porque cuando uno se enfrenta a algo que lo hace cambiar es porque algo sacó en limpio de eso (hablando de cambios para bien).