La rutina como defensa es una de las claves de nuestro modo de vida. Creo que ya he hablado sobre esto. Somos muy modernos y gastamos cientos de euros en ordenadores o móviles para saber el tiempo que hace, para conocer la última trifulca parlamentaria e incluso para comprar un litro de aceite. Y todo eso lo hacemos en vez de sacar la mano por la ventana, en lugar de poner la tele y en vez de ir al taller de la esquina. Pero somos muy modernos y hay cosas que molan. Aun así, cuando salimos -o nos salen- de nuestras rutinas, nos molestamos.
Las rutinas están llenas de ingredientes. La rutina de la mañana consiste, por ejemplo, en poner los pies en el suelo (y el corazón en el cielo, si es el caso), buscar el microondas y encontrarlo, adivinar la mezcla conveniente de café y leche, apuntar a un minuto y conseguirlo, y visitar a nuestro querido amigo Roca en ese interim (en este punto, me ahorro los detalles).
Rutinas como la de la mañana las tenemos a montones, y en ese montón de rutinas está la de rodar en moto. Hoy, amigo lector, quería hablar sobre esas rutinas que tenemos al coger la Harley y ponerle cara al viento. ¿Y por qué este asunto de la rutina, precisamente ahora? Todo tiene su explicación, querido amigo.
Seguro que alguna vez has cambiado los neumáticos de la Harley. Lo primero que notas es que la moto no se comporta como antes. Ahora es más obediente y, al tumbar, has de tener cuidado porque no lo tienes que hacer como lo hacías hace un par de horas. La rutina de tumbar, por tanto, cambia.
Seguro que alguna vez has cambiado el aceite de la moto. Lo primero que notas es que la moto suena diferente. No sé, suena de otra manera. Ese nuevo sonido no dura muchos días, pero notas una suavidad diferente. Esa rutina de percepción, por tanto, cambia.
Seguro que alguna vez has llevado a alguien de paquete. Lo primero que notas es que esa no es tu moto. Ni la aceleración, ni el centro de gravedad, ni el paso por los baches es el mismo. Esa rutina de tacto, por tanto, cambia.
Pero ¿alguna vez has puesto una pantalla a la moto? Aquí viene la explicación de este escrito. Resulta ser que he comprado en Gualapop una pantalla, una cúpula, para la Cabezota. La he comprado porque pasado mañana salimos de ruta larga y va a tocar autoviar algún trecho que otro. Como sabrá el lector avezado, con la Iron no puedes ir a más de cien sin que te cueste la vida y la coyuntura de las muñecas, pero con la pantalla interpuesta sí que se puede. La he probado y es cierto que el esfuerzo es mucho menor.
Ha resultado que llevar puesta la pantalla hace que no sientas esfuerzo al agarrarte al manillar a altas velocidades, recoge el sonido de la moto de otra manera, no percibes el dulzor de los mosquitos ni acudes merendado a los sitios. Es decir, tener la pantalla tachada hace que muchas de esos componentes que suman la rutina de montar en moto, cambien. Otra cosa es la estética, que será el motivo por el que, finalizada la ruta, la pantalla -la perfecta pantalla- volverá a Gualapop.