Título: La sal de la vida
Autora: Anna Gavalda
Editorial: Seix Barral
Año de publicación: 2010
Páginas: 180
ISBN: 9788432228667
Descubrí
a Anna Gavalda en 2010 con Juntos, nada más. Me
gustó tanto que leí Quisiera que alguien me esperara en algún lugar y El consuelo. Los
tres me entusiasmaron. El estilo de la autora me fascinó. Y todavía
me pregunto por qué he tardado tanto en volver a leer algo suyo. El 11 de abril me marchaba a Pamplona a pasar la Semana Santa y pasé por la biblioteca. Me decanté por Los aires difíciles, de Almudena
Grandes, El alma de las piedras, de Paloma Sánchez-Garnica y
La sal de la vida. Solo pude leer uno de los tres libros. Y tengo
la sensación de que no elegí bien.
No
voy a decir que el libro me desagradase, porque mentiría. Pero no me
gustó todo lo que esperaba. Creo que lo justo sería decir que me
decepcionó, que no me llegó, que me dejó un poco fría e
indiferente.
Esta
es la historia de cuatro hermanos, Garance, Lola, Simon y Vincent.
Los cuatro han sido siempre una piña, juntos son invencibles, pero
con el paso de los años la rutina, las obligaciones familiares y
laborales, en definitiva, el día a día, los han ido separando poco
a poco, aunque sin llegar nunca a distanciarlos. Nada ni nadie ha
podido romper esa complicidad, esa conexión, esos lazos que tanto
les unen.
Garance,
Lola y Simon se vuelven a unir para asistir a una boda. Un
acontecimiento familiar aburrido y tedioso que no les apetece en
absoluto. Por eso los tres deciden escapar, huir y salir corriendo en
busca de Vincent. Y así los cuatro compartirán unas horas aislados
de lo políticamente correcto, de las convenciones, de lo que se
espera de ellos, y se refugiarán en los recuerdos, las anécdotas,
las historias de su infancia. Y así volverán por unas horas a la
niñez, esos años que recuerdan con tanto cariño y que les
convirtieron en los adultos que ahora son.
La
historia está narrada en primera persona por Garance, una joven
desordenada, caótica, natural como la vida misma, a la que se le
coge cariño enseguida. Es divertida, fresca, alocada, jovial. Dan
ganas de compartir unas cañas con ella. Y es justo todo lo contrario
que su cuñada Carine, la esposa de Simon, una mujer obsesionada con
el orden, la limpieza, los horarios. Es como una máquina. No siente.
Y todo eso lo sufre el pobre Simon. Vamos, un agobio de mujer, esa
clase de personas que es mejor tener lejos. Lola y Vincent no me han
convencido tanto. Me han parecido personajes más planos y
estereotipados, mucho más artificiales.
Sobre
la trama, creo que no existe como tal. Y creo que por eso el libro no
terminó de atraparme en ningún momento. También es cierto que mi
padre y mi abuela fallecieron justo cuando estaba leyendo esta novela
y la segunda mitad la leí sin sentir ni padecer. Cada día tengo más
claro que las circunstancias personales influyen muchísimo en lo que
un libro nos transmite o no. Pero, aun así, sé que a este no le voy
a dar una segunda oportunidad en un momento mejor.
Además,
el libro me ha parecido un quiero y no puedo, no sé muy bien cómo
explicarlo. Un texto a medio camino entre un relato que intenta
aspirar a más y no puede y una novela que se queda corta porque la
historia no da más de sí. Demasiado largo para un relato y
demasiado corto para una novela. Una historia en tierra de nadie.
Por
último, no puedo dejar de pensar si el hecho de ser hija única y no
tener hermanos no habrá influido también en mi percepción negativa
sobre esta obra de una autora que tanto me gusta. ¿Y vosotros qué
opináis, tenéis hermanos? ¿La habéis leído, os ha gustado?
Mientras, seguiré buscando la sal de la vida en otras páginas.
Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.