Revista Ópera
Habíamos dejado a las Salomés algo olvidadas, y todavía nos quedan unas cuantas porque la verdad es que este personaje ha estado muy bien servido durante todo el siglo XX. Maria Cebotari (1910-1949), cantante que nació en lo que hoy es la República de Moldavia, desgraciadamente murió prematuramente -cáncer de hígado- con 39 años, fue una de las grandes Salomés de su generación y tenemos una grabación completa efectuada en el Covent Garden en 1947 que lo testimonia, cegado todo el mundo con el terremoto Welitsch pocos son los aficionados -al menos así me lo parece- que hoy la recuerdan como una de las Salomés más importantes de su generación. De Cebotari sorprenden muchas cosas: su belleza física, su precocidad, su expresividad y la intensidad que tienen sus interpretaciones, su voz, hermosa, cálida y penetrante, a la vez dulce y potente, así como la extensión y variedad de su repertorio que abarca todos los registros de soprano (Eurídice, Susanna, Zerlina, la Condesa Almaviva, donna Ana, Konstanze, Tatiana, Mimi, Butterfly, Luisa Miller, Violetta -su Amai Alfredo, cantado en alemán, me vuelve loco-, Turandot, Sophie, Daphne, Arabella, Aminta, Carmen, Salomé, las tres mujeres de Los cuentos de Hoffmann: Antonia, Olympia y Giulietta).
Desde muy joven se dedicó a la canción hasta que un profesor de la Escuela de Música de Berlín la escuchó y la preparó en tan sólo tres meses, inmediatamente la contrato Fritz Busch para cantar en la Ópera de Dresde, donde firmó por tres años, después Bruno Walter la contrató para cantar en el Festival de Salzburgo. ¿Y cuantos años tenía la soprano mientras le ocurrían estas cosas? Pues 21 añitos. Con 24 ya recibía el título de "Kammersängerin". Y entre sus admiradores figuraba Richard Strauss ("la cantante más versátil -all-rounder/¿todo terreno?- de la escena europea, la que nunca llega tarde y nunca cancela"), de él estrenó Aminta en La mujer silenciosa (Dresde, 1935) bajo la dirección de Karl Böhm. Después, aconsejada por Strauss, viajaría a Berlín y sería contratada por la State Opera, dando el salto internacional para cantar en Zurich, Munich, Roma, La Fenice, el Mayo Florentino, La Scala, Covent Garden. También fue protagonista de varias películas (Maria Malibran, Amami Alfredo!, El sueño de Butterfly, ver imdb), en algunas de ellas su compañero de reparto fue Beniamino Gigli. Según Karajan, quien declararía décadas después de la muerte de la soprano que era la mejor Cio-Cio-San que había dirigido nunca, encarnaba el ideal que Strauss tenía de Salomé.
Pasamos ya a escuchar su grabación de la escena final efectuada en 1941 con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín y la dirección de Artur Rother, el sonido no es muy bueno pero sobra para hacerse una idea tanto de la belleza, potencia -en parte también porque lo dicen las crónicas- y extensión de su voz como de su intensidad dramática.