Se descree por discrepar, un poco también por la rigurosa evidencia de la realidad, que no condesciende a la magia y al efluvio místico del espíritu. En cuanto uno cede y adquiere la facultad del asombro, todo fluye y se arroba la plenitud de lo invisible. A ciegas se ve más en ocasiones. Es otro el instrumento de conocimiento, más dotado de poesía, con mayor y más lúdico apresto estético. Es la imaginación la que lo administra esa porción secreta de gozo. Quien la desoye, al apartarla, no se perturba nunca, no conoce la fascinación, ni se alimenta de ella. No es únicamente la fe el sustento de esa nutrición emocional. Hay descreídos en ella que se abastecen de belleza. La belleza justamente con la inteligencia o con la sensibilidad. Una vez se impregna uno de sensibilidad, en ese instante milagroso, la vida se expande como un cielo azul en una mañana rutilante de sol. Hoy hace un sol espléndido en mi pueblo. No quepo en mi asombro. Tengo conmigo la dicha, está a mi alcance. Cuando me apesadumbre, abriré un libro. En ellos están el asombro, la fascinación, la plenitud de lo invisibles, los primores de lo real también.