“En la construcción hay espíritu. Saberlo expresar significa hacer arquitectura”…Konstantín Melnikov, 1960.
“La creación está allí donde uno puede decir: esto es mío”…Melnikov
“Arquitectura es belleza, otra arquitectura no hay y no puede haber”…Melnikov
“En la construcción hay espíritu. Saberlo expresar significa hacer arquitectura”…Melnikov
Casa Mélnikov. Foto: Marcel Blanchard – Enero 2005
Contra las tendencias que hacían casi inevitable su destrucción, la Casa Mélnikov* en el callejón Krivoarbatski de Moscú se ha salvado del progreso. En Rusia no es la primera vez que el “progreso” está lejos de ser lo que la palabra pretende comunicar. En el caldero ruso todo se entrevera y la alquimia da resultados. Lo progresivo a veces deviene retrógrado y lo conservador progresivo. No solo en política. También en arquitectura y arte en general.
La política es una zona de la vida social donde los rusos se dieron una sobredosis tan magnífica, allá por el 17, que han quedado atontados por décadas que parecen extenderse de siglo a siglo. Si en algo quedaron abotargados (usando una palabra delicada) es en política. Lo que no quita nada al hecho de que la política siga existiendo e influyendo también y muy especialmente en las urbes.
El instinto de conservación se impuso en este caso al también instinto del cambio. Y la casona de Mélnikov se salvó. Porque una cosa es una casa y otra una casona. Y la casa de Mélnikov en Moscú tiene todas las connotaciones de una casona en el lenguaje rioplatense.
Frederick Starr tituló en 1978 su libro sobre Mélnikov, “Un solo de arquitecto en una sociedad de masas”.
El arquitecto finlandés Juhani Pallasmaa la definió en 1996 como la “Casa Icono”, título que utilizó de hecho para su clásico libro monográfico. Allí escribió: “La Casa Mélnikov es un objeto profundamente conmovedor envuelto en un halo de fe y tragedia”… “ combinacion de presencia icónica, de optimismo utópico, de tragedia y melancolía “… “En su impacto metafísico y su carácter instrumental, la Casa Mélnikov puede ser comparada con solo unos pocos proyectos y edificios realizados de la modernidad, como la casa Josephine Baker de Adolf Loos (1928), la Casa de Vidrio de Pierre Chareau (1928-32), la Casa Malaparte de Adalberto Libera y Curzio Malaparte (1938-40). La combinación de su fuerza arcaica y utopismo, de clasicismo revolucionario y vanguardismo, en la base conceptual de la Casa Mélnikov, compensan la carencia de estética y sofisticación técnica que caracteriza a otras piezas maestras de la modernidad”.
Con arquitectos brasileros y mexicanos escuchando recuerdos del hijo de Mélnikov, en los fondos de la casa. Invierno ruso de 2005. Foto: Gustavo Cabañez
La casa-taller del arquitecto Konstantín Mélnikov es un símbolo en varios sentidos y podría decirse que es en cierto modo anti-vanguardista y conservadora. Por su clasicismo al estilo Ledoux y Boullée, por su expresionismo sencillo e infantil, por su búsqueda de low-tech y sustentabilidad, por el mero hecho de ser una casa unifamiliar al más clásico estilo “burgués”, y por afirmar en su esencia la institución “Familia”, la misma que Engels había condenado a desaparecer en su estudio histórico sobre las tres instituciones principales del capitalismo, “El origen de la familia la propiedad privada y el estado”.
La Casa Mélnikov fue un fantasma abandonado durante décadas. Un agujero negro como los que proliferaban en las urbes y el territorio soviético. En el territorio soviético terráqueo y en el espiritual. Allí vivía su arquitecto autor condenado al ostracismo y alejado de su profesión, solitario y rodeado de recuerdos de utopías arquitectónicas. Allí pasó toda su vida en medio de una descomunal utopía social experimental, el llamado “socialismo real”.
Luego quedó viviendo en ella su hijo, más patético aún en su situación, como sucede a menudo con los hijos de personalidades destacadas en cualquier ámbito, quienes cargan con el peso del nombre pero no necesariamente poseen las características del padre.
Al morir el anciano hijo, la casa pasó a sucesión y desde hace unos meses estaba en su misma existencia, debido a intereses encontrados.
De algún modo, el movimiento social que se generó en los últimos dos años, tocó donde es vital tocar en Rusia, y la casona se ha salvado.
Abrió al público de modo experimental por un período acotado. Su visita en este invierno moscovita solo puede ser realizada en grupitos de a 5 personas. Las reservas ya están realizadas para todos los días hasta el 31 de enero de 2015. Luego de este período de experimentación se decidirá si se sigue adelante. La crema y nata de la intelectualidad moscovita -no sin un poco de esnobismo, como es común en estos asuntos de especialistas en estética y ética- se anota en la lista de espera para realizar una peregrinación interna a la catedral prohibida de los años ´20 soviéticos. Aparecen por primera vez en la fotografías de los interiores. Hasta el momento se conocían apenas unas fotos de época más algunas tomadas por privilegiados invitados por Mélnikov y su hijo, o personas cercanas al poder municipal de Moscú.
Se han expuesto en su interior 500 objetos propiedad de Konstantín Mélnikov, los cuales serán fotografiados, codificados y subidos a la red para su conocimiento masivo.
En su autobiografía no publicada, Mélnikov escribió sobre su casa algo que según Starr podría aplicarse a la vida misma del arquitecto ruso: “…una personalidad en solitario sonando en medio del rugido y el estruendo de la vastedad capitalina”.
La Casa Mélnikov formará parte del Museo de Arquitectura Zhúsev de Moscú.
Sitio de la Casa Mélnikov:
Fotografías de la primera visita pública al interior de la casa Mélnikov, el pasado 3/12/14:
(NA) *La traducción Melnikov es en realidad incorrecta. En ruso se dice Myelnikov. Además el acento correcto es Myélnikov.