Mañana es la Virgen de Fátima.
Recuerdo que fue mi madre la que me ayudó a aprender la Salve de memoria, mientras yo intentaba deslizarme por el salón de mi casa, sobre unos patines que me habían regalado para mi Primera Comunión. En este mes de Mayo he repasado en varias ocasiones la forma latina de esta plegaria.
Salve, Regina, mater misericordiae
Vita, dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules, filii Evae.
Ad te suspiramus, gementes et flentes
in hac lacrimarum valle.
Eia ergo, Advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos
ad nos converte.
Et Iesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.
Dos son los conceptos que se repiten en esta oración, y no es casualidad: misericordiae / misericordes (misericordia / misericordiosos; y dulcedo / dulcis (dulzura / dulce). Cómo no.