Revista Cultura y Ocio

La sangre es ciega y no entiende de sílabas

Por Calvodemora
1 Ponga al poeta boca abajo, agítese con brusquedad, compruebe entonces si en la alta noche el silencio existe, si la luz estalla, si los estros mudan su zozobra antigua, si la sangre medita escribir sus memorias.
2 Las hélices del corazón también entregan una música y mueven (tozudamente) la sangre que trama el júbilo absoluto de la vida.
3 La sangre codicia un extravío lentísimo de caballos en un sueño.
4 La caligrafía es siempre el cuerpo, su pulso herrumbrado, la sangre abolida.
5 La vida da sus previsibles raciones de espanto: lo que asombra es el entusiasmo ciego de la sangre, el tránsito, su hosco y poco épico desenlace.
6 Uno ordena, pausado, los vértigos, mide los riesgos, hace los sencillos cálculos de simpre, pero la sangre es el prodigio, el alma es el prodigio, el tiempo es el prodigio.
7 La vida arde con fingido fuego. La noche era un muelle y yo disimulaba la sangre izada.
8 En el momento en que nombramos la dicha, un río enorme la atraviesa. Es de sangre el cauce. El cauce, sangre.
9 Está el labio flotando en sangre, crece, se eleva, vals sublime, murmullo oíble, cántico.
10 Un poema es una cosa enteramente inútil. Vaselina que mengua la brusca fornicación de las horas. Sangre que ameniza domingos sin fútbol y una resaca respetable.
11 Hay vidas improbables que le tocan a uno en suerte o es una sola vida y su vértigo la multiplica. Sangre que duele a su paso. Noticia flamante del temblor que allí gira.
12 La noche cobra siempre su arancel, amigo Antonio. La línea de flotación desmontada, hueca. Las risas. La sinfonía de los cubitos en el vaso. Yo tensaba el plectro del alma. Tú observabas la noche, tan limpia arriba, demorarse en las cuerdas como pájaro. La derrota es muy hermosa. Conspira en la sombra. Fragua conjuras. Urde secretos. Arde sin llama. Procura esa exquisita belleza de sangre prestada que los años acaban conviertiendo en estilo.
13 Y sin embargo duele mucho este sordo apuntalar días. Este curvarse. Este exprimir con precisión, con ternura, la fruta grávida y dura de la sangre festejando el viaje . 14 Una urgencia me escala el pulso. Lagartija invisible me nubla la sangre.
15 La luz fluye desde la respiración primera. La sangre fluye desde la luz primera. Leve, el pulso, signo animal, único testigo fiable de la travesía sublime de los días.
16 Este manso decir palabras. Esta crédula intención de lírica. Este trampolín comido de herrumbre. Esta infancia en Cordoba. Estos grumos que aspiran secretamente a convertirse en sangre y dar, en el poema, vida.
17 Como el río que se adentra en la noche, como la luz busca altura, cómo el oleaje repone, trémulo, su semilla, como el deseo que se adentra en mi alma, y la colma, de sangre, de verbo.
18  La sangre es ciega y no entiende de sílabas.

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