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La sangre es la vida

Publicado el 04 junio 2010 por Eugenioolivares
La sangre es la vidaDistintas hipótesis se han desarrollado para explicar el origen del mito vampírico. Una corriente ha pretendido vincular este fenómeno a la extensión del Cristianismo. Así, el bebedor de sangre y su inmortalidad terrena serían una alternativa sacrílega a la vida eterna que el Sacramento central del Cristianismo, la Eucaristía, proporciona. Y sin embargo, hay una diferencia esencial: Jesucristo se autoinmola voluntariamente, dando su sangre a los hombres, haciéndoles así herederos de la vida eterna; por el contrario, el vampiro toma la sangre de sus víctimas con violencia, haciéndolas copartícipes de una existencia antinatural. Cristo se da libremente y porLa sangre es la vida amor; el bebedor de sangre la toma por la fuerza, e impulsado por una sed que nunca será satisfecha.Verdaderamente, en el la Europa cristiana los rasgos más aparentes del vampirismo se adornan de un halo diabólico, transgresor y herético que antes del Cristianismo, lógicamente, estaba ausente. Pero la creencia en los bebedores de sangre es casi universal y propia también de culturas que durante tiempo (aún hoy en día) no han tenido contacto con el Cristianismo. En ocasiones los argumentos más sencillos pueden ser los más certeros. Desde el primer chispazo de inteligencia en el ser humano, éste pudo comprobar cómo la pérdida de la sangre conllevaba también la pérdida de la vida. ¿Acaso no es del todo lógico y racional conferir a este fluido la energía misma de la existencia? Así beber la sangre de un enemigo, o comer su corazón, implicaba hacer propia su fuerza, su vitalidad. Montague Summers cita un famoso pasaje bíblico que bien resume esta creencia atávica; se trata del Levítico: "Anima enim omnis carnis in sanguine est: unde dixi filiis Israel: Sanguinem uniuersae carnis non comedetis, quia anima carnis in sanguine est [porque la vida del cuerpo es la sangre]: et quicumque comederit illum, interibit" (XVII, 14). La palabra hebrea que ha sido traducida al latín como anima ("vida") puede significar también "alma, aliento", proporcionando así "una explicación completa de por qué el vampiro buscaría dar vida y rejuvenecer su cuerpo muerto succionando la sangre de sus víctimas" (Summers).

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