Revista Cultura y Ocio

La santidad en Teresa de Jesús

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

La santidad en Teresa de JesúsAnna Seguí Martí, ocd Puçol

Así escribe Teresa en el Tercer libro de las Moradas: "Pedidle, hijas mías, que viva Su Majestad en mí siempre; porque si no es así, ¿qué seguridad puede tener una vida tan mal gastada como la mía? Y no os pese de entender que esto es así, como algunas veces lo he visto en vosotras cuando os lo digo, y procede de que quisierais que hubiera sido muy santa, y tenéis razón: también lo quisiera yo; mas ¡qué tengo de hacer si lo perdí por sola mi culpa! Que no me quejaré de Dios que dejó de darme bastantes ayudas para que se cumplieran vuestros deseos; que no puedo decir esto sin lágrimas y gran confusión de ver que escriba yo cosa para las que me pueden enseñar a mí. ¡Recia obediencia ha sido! Plega al Señor que, pues se hace por El, sea para que os aprovechéis de algo porque le pidáis perdone a esta miserable atrevida. Mas bien sabe Su Majestad que solo puedo presumir de su misericordia, y ya que no puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio, sino llegarme a ella y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen, madre suya, cuyo hábito indignamente traigo y traéis vosotras. Alabadle, hijas mías, que lo sois de esta Señora verdaderamente; y así no tenéis para qué os afrentar de que sea yo ruin, pues tenéis tan buena madre. Imitadla y considerad qué tal debe ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por patrona, pues no han bastado mis pecados y ser la que soy para deslustrar en nada esta sagrada Orden" (3M 1,3).

Teresa no era una santa, ni nadie lo somos. Pero todos llevamos dentro el llamado a la santidad, por gracia de Dios, que Él realiza en nosotros. Y Teresa tomó esta realidad en serio y trazó el camino hacia ella, que le fue de pena y gloria, sufrimiento y alegría, trabajo y descanso, desaliento y estímulo. No le fue fácil, el trayecto lo caminó con gemido y quebranto y enfermó en su lucha consigo misma. Experimentó cuán dificultoso y pesado me parece levantarse nuestro espíritu, si Dios no le levanta; porque está cargado de tierra y de mil impedimentos, y aprovéchale poco querer volar" (V 22,13). Y Teresa voló, sí, pero, para ello, tuvo que sufrir la transformación de gusano en mariposa, y una vez le nacieron alas, ya todo fue deseo de hacer todo por Dios, porque su vivir, era ya vida de Dios: "Ya no tiene en nada las obras que hacía siendo gusano, que era poco a poco tejer el capucho; hanle nacido alas, ¿cómo se ha de contentar, pudiendo volar, de andar paso a paso? Todo se le hace poco cuanto puede hacer por Dios, según son sus deseos" (5M 2,8).

Calificativos negativos Parecernos a Jesús Esperarlo todo de Dios Camino de perfección

Las comunidades de Teresa, son lugares donde, el intento es vivir el seguimiento de Cristo, viviendo una vida para el Evangelio. Nada debe retraernos de este llamado camino de perfección cristiana, y Teresa hace una llamada a la comunidad: "Dios nos libre, hermanas, cuando algo hiciéremos no perfecto decir: "no somos ángeles", "no somos santas"; mirad que aunque no lo somos, es gran bien pensar, si nos esforzamos, lo podríamos ser, dándonos Dios la mano; y no hayáis miedo que quede por Él, si no queda por nosotras. Y pues no venimos aquí a otra cosa, manos a la labor, como dicen; no entendamos cosa en que se sirve más el Señor que no presumamos salir con ella con su favor. Esta presunción querría yo en esta casa, que hace siempre crecer la humildad: tener una santa osadía, que Dios ayuda a los fuertes y no es aceptador de personas" (C16,8).

La comunidad y cada hermana, debe vivir en actitud de "santa osadía", porque venimos a ser lo que Cristo quiere hacer en nosotras. Dejarnos poner semejanza suya, ser en el que Es, a la manera que dice Pablo: "Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí". No debe haber excusas, ni quejas, el alma santa ha de vivir sin encogimientos y bien determinada a pasar por donde pasó Jesús: "¿De qué me quejo? Que ya he vergüenza de que os he visto tal, que quiero pasar, Señor, todos los trabajos que me vinieren y tenerlos por gran bien por imitaros en algo. Juntos andemos, Señor; por donde fuereis, tengo de ir; por donde pasareis, tengo de pasar" (C26,6). Teresa no nos quiere mediocres, quiere mujeres libres, con coraje, que vayan "siempre con esta determinación de antes morir que dejar de llegar al fin del camino" (C20,2).

Tres grandes virtudes Atención al huésped interior

La santidad es gracia y regalo de Dios. De nuestra parte, hay que poner atención al huésped interior y "ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle" (C 28,2) La santidad se realiza en la vivencia y convivencia con el Amado Jesús: "Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad. Es excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien trabajare a traer consigo esta preciosa compañía y se aprovechare mucho de ella y de veras cobrare amor a este Señor a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado" (V 12,2)El enamoramiento de Cristo es la fuente de la santidad. Por ello, al fin, Jesús siempre busca quien le quiera recibir, para crear relación amorosa en nosotros.

Compromiso con la justicia

La existencia humana, para ser engrandecida al modo de Dios, necesita historias de santidad, hombres y mujeres en amistad con Jesús, que crean la justicia del Reino de los cielos, para la libertad de la humanidad. Y una justicia libertadora hoy, es el tema de la mujer en la Iglesia, ante algo tan vergonzoso como es la desigualdad y exclusión que el sistema eclesial hace con nosotras. Un sistema que excluye no es justo, ni evangélico, ni santo, y en la Iglesia todo ha de ir en santidad y justicia. Teresa lo sufrió y se quejó: "Pues no sois Vos, Criador mío, desagradecido para que piense yo daréis menos de lo que os suplican, sino mucho más; ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andábais por el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres, pues estaba vuestra sacratisima Madre, en cuyos méritos merecemos y por tener su hábito, lo que desmerecimos por nuestras culpas. ¿No basta, Señor, que nos tiene el mundo acorraladas e incapaces paraque no hagamos cosa que valga nada por Vos en público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habíais de oír petición tan justa?; no lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia que sois justo juez y no como los jueces del mundo, que como son hijos de Adán, y, en fin, todos varones, no hay (virtud) de mujer que no tengan por sospechosa. Sí, que algún día ha de haber, Rey mío, que se conozcan todos. No hablo por mí, que ya tiene conocido el mundo mi ruindad y yo holgado que sea pública; sino porque veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres. Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis, Señor mio, o dineros, o cosa que sepa a mundo; mas para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no habéis de oír, Padre Eterno, a quien perdería mil honras y mil vidas por Vos? No por nosotras, Señor, que no merecemos nada, sino por la sangre de vuestro Hijo y sus méritos" CE 4,1). Vivir de esperanza y confianza. Dios siempre suscita el modo y las maneras de liberarnos de lo que son esclavitudes y de los sistemas que las crean. La voz suplicante de las mujeres, sus quejas, Dios también las oye y sale a nuestro encuentro: "Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?" (Is 43,19); "Yo hago nuevas todas las cosas" (Ap 21,5).

Conclusión

En fin, quería decir cuatro palabras sobre la santidad en Santa Teresa y ya sobrepaso las tres mil, por lo cual, lo dejo. Y lo pongo al descubierto por si alguien puede gustar leerlo y extraer algo positivo que le ayude. Teresa es siempre enriquecedora, nada perdemos con ella, sino mucha ganancia. Aventuremos la vida hacia la santidad, con una convicción: ; y una disposición: "Vuestra soy, para vos nací" "¿qué mandáis hacer de mí?


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