En el siglo XIX, en las regiones de Turingia y Sajonia (Alemania) se inició la tradición de regalar a los niños en su primerísimo día de cole una bolsa, que en realidad tiene forma de cono, llena de dulces, con el fin de que recordaran con cariño el inicio de la etapa escolar.
Aunque ya ha pasado un mes desde el comienzo del curso escolar y con la incorporación de los deberes a nuestras rutinas diarias me queda un poco menos de tiempo para otras cosas, no quería dejar pasar más tiempo para hablar sobre este tema, ya que a mí me resultó un poco complicado entenderlo.
El cono se puede comprar, se puede fabricar y decorar en casa (hay un montón de tutoriales en internet) y se puede obtener "gratis", como fue nuestro caso cuando fuimos a comprar la mochila. Y digo "gratis" porque quiero creer que, con lo que cuestan las mochilas, el precio del cono debe de estar ya incluido.
Y después llegó la pregunta del millón: ¿qué se mete dentro del cono? En la tienda de las mochilas ya habían introducido alrededor de quince ¡¡15!! piruletas, otros tantos montones de caramelos y un libro pequeño. Pero aún así, más de la mitad del cono seguía vacío. Así que después de buscar, preguntar y reflexionar, añadí lo siguiente:
- Gomas de borrar y pinturas, porque por tamaño cabían dentro y es algo que tarde o temprano volverá a necesitar.
- Un llavero, porque me pareció bonito y por compensar con el resto de cosas "útiles".
- Dos libros más, esta vez en español.
- Más chuches, por rellenar los huecos y para que no todo fueran piruletas con el mismo dibujo.
En teoría, lo del cono les ayuda a comenzar con ilusión una nueva etapa, y por ello se deben introducir cosas útiles, regalos personalizados, algo que ayude con los primeros pasos en el cole, y algo dulce para animarles. O lo que cada cual crea que a sus hijos le puede gustar más, porque no deja de ser un regalo para ellos.
¿Y qué se hace después con el cono? En nuestra casa se ha quedado en la parte alta de un armario, ya que ocupa mucho sitio a ras de suelo y mi Monete tiene vicio con todo lo que sean bolsos, bolsas y sucedáneos, por lo que, antes de acabar siendo recolector de trastos varios, se ha ido a las alturas. Según el Cocinero alemán, él tiró el suyo muchos años después, cuando ya sólo servía para coger polvo... Si ese es su destino final, puede que en esta casa no llegue a viejo...