—Le veo contento, jefe —me saludó.
—¿Yo? —me sonrojé.
—¿A qué se debe?—No, a nada...
—A algo se deberá. ¿Sabe?, creo que sé por qué está tan contento —aventuró.—No creo... —volví a sonreír. No podía evitarlo. Si ella supiera...
—Lo sé, en serio —insistió risueña—. De hecho, yo he soñado lo mismo. Lo mismo que usted…, lo mismo que tú.
—¿Qué...?
—Yo también he soñado que hacíamos el amor —susurró ella.
Me quedé clavado en el asiento. ¿Todavía estaba soñando? ¿Cómo podía ella...?—¿Sabes?, a medida que lo hacíamos, conforme aumentaba mi excitación —siguió ella, confidencial—, me daba cuenta de que era un sueño, no sé cómo. En un momento dado, incluso fui consciente de que tú estabas soñando lo mismo, y de que no eras consciente de que se trataba de un sueño. —Me miró fijamente—. En ese momento, ¿sabes?, me corrí.Tragué saliva, tosí, miré el café y la miré a ella. No sé quién quemaba más. Sudando, me aflojé el nudo de la corbata.
—Otra cosa —me dijo—. Puedes volver a soñar conmigo. No me importa, de verdad. Me siento muy halagada. ¿Qué te parece hoy a las tres de la mañana en mi sueño?—Vale —asentí, por decir algo.
Ella sonrió, sinceramente agradecida. Después se alejó con su increíble contoneo, burlándose de mí, como la vida misma.Roberto Malo(el más y mejor cuentista de la banda)
**relato perteneciente a Los soñadores