Revista Libros
Lázaro
(1906)
Cuando Lázaro salió de la tumba donde había estado tres días y tres noches bajo el poder enigmático de la muerte, y regresó vivo a su morada, durante muchos días no se percibieron en él esas rarezas funestas que con el tiempo harían terrible incluso su nombre. Mientras disfrutaban de la alegría luminosa de su regreso a la vida, amigos y allegados lo mimaban sin cesar y entre las preocupaciones por la comida y la bebida y por encontrar ropa nueva para él, se apaciguó la tención voraz. Le vistieron pomposamente con los colores brillantes de la esperanza y la risa, y cuando él, cual novio con la indumentaria nupcial, se sentó de nuevo a la mesa con ellos y comió de nuevo y bebió de nuevo, lloraron de ternura…
(...) Y entonces, Lázaro, ¿no quieres contarnos qué viste allí? ―por tercera vez repitió el que había interpelado. Pero ahora su voz era diferente y opaca, y desde sus ojos un aburrimiento mortal, gris, observaba inexpresivo. Y a todos los rostros los cubrió, como el polvo, ese mismo aburrimiento mortal y gris, con asombro torpe empezaron a examinarse unos a otros y no comprendían por qué se habían reunido y estaban sentados a una mesa abundante. Dejaron de hablar. Con indiferencia pensaban que probablemente debían irse a casa, pero no podían superar ese aburrimiento pegajoso e indolente que les debilitaba los músculos, y continuaban sentados, apartados unos de otros como llamas débiles desparramadas por un campo nocturno.(...) El abismo. Leonid Andréiev. Ed. El olivo azul, 2010