Revista Cultura y Ocio
Ahora a los directores de los periódicos, televisiones y demás medios de comunicación ya no se les llama directores, sino delegados. Aquí la cuestión semántica adquiere una importancia capital (y nunca mejor dicho) al matizar el significado del término para darle al puesto de gestión una concreción que nos da la medida de los derroteros por los que va el mundo de la dictadura de los bancos. Un director provincial de un gran grupo editorial, por ejemplo, no puede ser un director, ya que director sólo hay uno y lleva la batuta desde la sede central. El puesto de gestión periférica ha de ocuparlo un delegado provincial que lleve a efecto las directrices y políticas que se marcan desde arriba. Y es que, claro, un periódico de provincias (al igual que una caja de ahorros) ya no puede sostenerse por sí mismo de manera independiente; ha de pertenecer a un grupo editorial de ámbito nacional o incluso internacional. Eso es el neoliberalismo. Eso es el mundo de hoy; un universo donde las palabras acotan las escalas del sistema. Al menos, y como consuelo, podemos decir que la dictadura de los mercados se preocupa de la lengua casi tanto como los que se dedican a ella. Desde luego, quien no se consuela es porque no quiere…