Edición: Lumen, 2018 (trad. Miguel Temprano García)Páginas:336ISBN:9788426404404Precio:19,90 € (e-book: 9,99 €)Leído en versión original (Hag-Seed).
La semilla de la bruja(2016), la obra más reciente de Margaret Atwood (Ottawa, 1939), forma parte del proyecto Hogarth Shakespeare, una serie de novelas escritas por grandes autores contemporáneos con el objetivo de rendir homenaje al célebre dramaturgo inglés en el cuarto centenario de su muerte. Cada novelista versiona uno de sus títulos, y Atwood eligió una de sus comedias más conocidas, La tempestad (1612), en la que las peripecias terrenales de los héroes se funden con un componente mitológico muy importante. La particularidad de estos retellings reside en el hecho de estar adaptados a nuestra época, nuestro tiempo, por lo que la trama y los personajes, aun manteniéndose fieles al original, exploran de cerca algunos conflictos propios del presente. Anne Tyler, por ejemplo, se aproxima a la emancipación de las mujeres y las tensiones de los inmigrantes en Occidente en Corazón de vinagre (2016), una versión costumbrista de La fierecilla domada. Atwood no se queda atrás.La canadiense plantea nada menos que un retellingdentro de otro retelling: en 2013, Felix, un dramaturgo venido a menos y sumido en una profunda crisis personal después de la pérdida de su esposa y su hija, se hace una promesa: vengarse de los hombres que le usurparon su puesto en el teatro y representar la obra que le quedó pendiente, La tempestad. Y así lo hará, solo que de una forma poco convencional. Desde que lo apartaron de su trabajo, Felix ha vivido al margen de la sociedad, en una vieja casa de campo donde lo visita el espíritu de su hija fallecida, Miranda. Allí los lugareños lo conocen por el apodo de Duke; ya nadie lo recuerda como un autor de éxito. En un momento determinado, decide volver a trabajar y encuentra un empleo en una cárcel. En sus clases representa las obras de Shakespeare, que son bien acogidas por los presos. Esta temporada le llega el turno a La tempestad, y Felix piensa invitar a los traidores para devolverles la jugada. A su manera, al menos.Como versión de La tempestad, la novela cuida los paralelismos con esmero y está muy bien organizada (en cinco actos, como una obra teatral). Si en el relato original el duque Próspero, con ayuda del espíritu Ariel, orquesta una venganza contra sus enemigos, en este caso se trata de Felix / Duke, con el apoyo del fantasma de su hija, el elemento sobrenaturaltan característico, que se describe con mucha sutileza. Es precisamente ella quien pone un punto de dramatismo: interviene para ayudar a su padre, pero además su presencia recuerda la fragilidad de este, su dificultad para asimilar la pérdida. Por lo demás, Atwood narra la historia de un hombre poderoso que se redime tras su caída, de un escarmiento del rival en clave humorística. Shakespeare también abordó la relación entre la nobleza y los esclavos; en este sentido, la autora encuentra un equivalente en la figura de los presos: los reclusos que asisten a las clases, responsables de delitos menores, son considerados los parias de la sociedad, los que se esfuerzan por conseguir una segunda oportunidad. En esto no están tan lejos del protagonista; hay puntos de unión bien encontrados.Por si fuera poco, Atwood no se limita a contar una versión actual del clásico, sino que la nutre de abundantes guiños al universo shakesperiano, no solo a La tempestad. Los nombres, las situaciones; no hay nada baladí e hilvana todas las piezas con inteligencia. El tema mismo de la representación teatral (la obra dentro de la obra, un ejercicio metaliterario) rinde su tributo al mundo del teatro y a Shakespeare; una forma original de recordar al genio. A diferencia del retelling de Anne Tyler, que se podía leer sin pensar en él como una novela deudora de Shakespeare, en la de Atwood el autor está omnipresente, en gran medida gracias al acierto de elegir como protagonista a un colega de profesión, gran conocedor de su legado. La semilla de la brujatiene, en definitiva, varias capas de lectura, y combina con maestría el sentido del humor, imprescindible en un texto de naturaleza cómica (destaca, sin ir más lejos, el pasaje en el que Felix reparte los papeles entre los presos, el ingenio con el que intenta cambiar su percepción de las hadas), y la dimensión moral, que deja un poso.
Margaret Atwood
Bajo esa superficie simpática, con sus enredos, su estilo ágil y sus diálogos agudos, que hacen de ella una lectura de lo más amena, La semilla de la bruja constituye un libro sobre el fracaso, sobre la capacidad de sobreponerse y de perdonar, de volverlo a intentar, que se plasma tanto en el protagonista como en los presidiarios que aspiran a la reinserción social y en personajes secundarios como la actriz Anne-Marie. Es, a la vez, el viaje interior de un hombre que se reinventa a sí mismo y aprende a sobrellevar la pérdida. Quienes busquen una versión de La tempestad encontrarán una novela escrita con mucho respeto y conocimiento del original, en la que se «respira» aire shakesperiano. A quienes les dé igual y sencillamente se interesen por lo nuevo de Atwood, darán con una obra divertida, engarzada a la perfección, con la que se lo pasarán en grande. Un registro distinto a El cuento de la criada, pero ya se sabe que Atwood es una escritora muy versátil y prolífica. He aquí, pues, una ocasión para descubrir otra de sus facetas.