El pasado sábado salimos en barco desde Ribesella hasta alcanzar las 32 millas norte. Apenas soplaba una ligera brisa del nordeste y la mar estaba completamente en calma, y a medida que nos alejábamos de la costa tan solo se veían ligeras ondulaciones en la superficie debido a las corrientes.
A pesar de que en estas fechas la migración de aves marinas ya empieza a ser notable, la situación anticiclónica de las últimas semanas parece haberlas retenido en el interior del golfo de Bizkaia y seguramente no comenzarán a moverse hasta que cambie el tiempo.
Mientras navegábamos por una mar que parecía estar completamente desierta, salvo por la aparición de algún grupo aislado de delfines comunes y unas pocas gaviotas, sobre la superficie del mar aparecieron multitud de pequeñas manchitas brillantes y azuladas que reflejaban la luz del sol. Cuando nos acercamos comprobamos que se trataba de cientos de pequeñas medusas de la especie Velella velella que se dejaban llevar a merced del viento y las corrientes marinas.
Las Velellas son hidrozoos de pequeño tamaño, que no superan los 6 cm de longitud y que al igual que ocurre con el resto de medusas, no son organismos unitarios sino que son colonias de multitud de pequeños individuos especializados, los pólipos, que se encuentran unidos a un disco cartilaginoso. En su parte superior tiene una estructura en forma de vela que atrapa el viento, gracias a la cual se desplazan sin rumbo fijo según sus caprichos.
Las Velellas, al igual que otras medusas, son carnívoras, y se alimentan del plancton que capturan gracias a unas células urticantes llamadas cnidocitos que se disponen en la parte inferior del disco. En los cnidocitos se encuentran los nematocistos, que son pequeños arpones con los que inyectan las toxinas a sus presas. Las Velellas no suponen ningún peligro para el hombre, ya que estos nematocistos no pueden atravesar la piel humana.
Debido a la falta de control sobre su medio de transporte, las Velellas pueden viajar por todos los mares y océanos del mundo, pero en muchas ocasiones lo que puede ser una ventaja para su dispersión también es un inconveniente, y los caprichos del viento pueden llevar a miles o millones de ellas hacia una muerte segura al acabar varando en las playas, sin posibilidad de regresar al agua.
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