Revista Cine
Nada de efecto Selassie: no es que Monsieur Pain sea una mala novela: más confusión y descontrol hay en páginas iniciales deotras muchas que en las suyas: más o menos sabemos por donde vamos. Y el estilo de Bolaño, ese impecable y elegante engranaje de frases, también está presente. Problema: todo en precario, todo en provisional, y aún sin asentarse del todo. No ayuda ese tono parisino que evoca vaga pero estérilmente novelas de caballerías y de gente con capa. Ni el conato de engarzarla con otros de sus libros: la guerra civil, los nazis. Si Monsieur Pain es una novela que decepciona y que deja frío es en relación con y en comparación con. Y ahí sus grandes obras, con sus errores voluntarios y los que no, 2666 con su extensión majestuosa y su prosa precipitada (a ver cómo escribiría más de uno cuando siente la cercanía del fin), o Estrella distante, novela que ya sé, soy muy pesado en recomendar una y otra vez, esas obras dejan en evidencia toda la bisoñez y el titubeo de este libro menor, publicado, seguro a raíz de su eclosión, más que por sus escasos méritos, que no son más que los que son: poner palabras y escritura con una cierta marca de la casa al servicio de una trama tan exigua y tan endeble (los motivos por los que ciertos hombres boicotean el intento de curación de otro hombre presa de un extraño mal) que da para llamar a esto con palabras que encuentro un poco crueles e inmerecidas, seguro inmerecidas a la vista de lo que después aconteció. Cuento alargado, comedia algo absurda, misterio incomprensible, relato deslabazado, ejercicio de estilo, conato de misterio centroeuropeo. Todo ello apelativos no crueles ni sangrantes: simples arañazos producto de la frustración que me bloquea: saber que, salvo que Anagrama guarde un as en la manga tras buscar y rebuscar en discos duros y montones blandos, la obra del genio chileno ya se da por cerrada, y todo lo que nos queda es eso: decepciones relativas y relecturas cada vez más familiares, cada vez más transitadas.