El cañón de Delika es espectacular se mire por donde se mire. Su estampa más conocida es la que puede contemplarse desde el mirador del Salto del Nervión, que con sus 222 m. de caída tiene el honor de ser la catarata más alta de la Península Ibérica. Para mi, este es uno de los parajes más impresionantes de la provincia de Álava. Desde la plataforma elevada situada frente a la imponente cascada, a la que se accede a través de un sendero accesible, sentiremos el vértigo que produce estar literalmente colgados en el vacío. Sensación que desaparece cuando dirigimos nuestra mirada hacia la cortina de agua, que fluye lentamente entre paredes de roca.
Panorámica desde el mirador Salto del Nervión. ©El Naturalista Cojo
Pero en esta ocasión iba a obtener una perspectiva diferente y menos conocida de este lugar. El cañón visto desde abajo. La Senda Verde de Delika es un recorrido de unos 5 km. de longitud que acompaña el cauce del río Nervión en sus primeros y titubeantes pasos. Y lo hace en sentido contrario, es decir, hacia su nacimiento en la citada cascada.
Los imponentes contornos de Sierra Salvada desde Delika. ©El Naturalista Cojo
La ruta se inicia justo antes de entrar en el Concejo de Delika, perteneciente al municipio de Amurrio, donde encontraremos un aparcamiento perfectamente acondicionado que cuenta además con dos grandes plazas reservadas para personas con movilidad reducida. A la entrada, un panel informativo nos pone en antecedente sobre las características de la ruta, nivel de dificultad y puntos de interés.
Avanzamos atravesando el pueblo de Délika, un lugar tranquilo y acogedor donde la vida parece ir a otro ritmo. Durante el corto trayecto pasaremos junto a varios edificios importantes, como la casa consistorial, el centro social o la Casa Fuerte del Puente, datada en los siglos XIV-XV y cuya función era eminentemente defensiva. De la misma forma que algunos caseríos, su estado actual es de total abandono. Una pena.
Dejamos atrás el núcleo urbano y cruzamos bajo el viaducto del ferrocarril que une las localidades de Miranda de Ebro y Bilbao. Una infraestructura apenas visible bajo la exuberante vegetación que la cubre. Continuamos unos metros y nos topamos con la verja metálica que da acceso a una pista forestal. Es la puerta de entrada a la parte "natural" de la senda. A partir de aquí rodaremos paralelamente al curso del Delika, remontando el río entre prados verdes y frondosos bosques de robles y arbolado típico de ribera.
Aspecto del sendero en sus primeros metros. ©El Naturalista Cojo
Desde el inicio de la ruta, por el estado del firme y el desnivel en algunos tramos, pude intuir que no llegaría muy lejos. Los itinerarios de monte o montaña suelen ser infranqueables para la silla de ruedas. A pesar de ello, iba a tener la oportunidad de acercarme a la orilla en varias ocasiones, acariciar las aguas purísimas y comprobar con mis propios ojos la enorme biodiversidad que alberga el río Delika.
Infinidad de ranas (Pelophylax perezi) y culebras (Natrix maura) saltaban y se ocultaban sobresaltadas por mi presencia. Incluso, un precioso martín pescador me sorprendió con su vuelo directo y rapidísimo. Plantas y animales que son el mejor estándar de calidad del agua, en contraposición con el alto grado de contaminación que presenta a medida que nos acercamos a la desembocadura en la ría de Bilbao, 70 km. río abajo. Especies que fueron mi entretenimiento durante largos minutos de exploración.
Seguimos el camino y a 350 m., a mano izquierda, veremos un mirador que nos empuja a descubrir uno de los mayores atractivos paisajísticos de la zona: el Pozo de los Caballos, pozas naturales excavadas por la erosión y que muestran su encanto en cualquier época del año. Resultan irresistibles especialmente para los más pequeños, que acuden a darse un chapuzón en sus cristalinas aguas.
Poza de Los Caballos. ©El Naturalista Cojo
Continuamos adentrándonos en el cañón flanqueados en todo momento por las moles pétreas de las sierras Salvada y de Gibijo, que poco a poco van estrechándose y formando un circo, antes de alcanzar el Salto del Nervión. A ambos lados, rebaños de vacas pastando con sus terneros ofrecen una imagen conmovedora, introduciéndonos en la temática de nuestra próxima parada...
Las caprichosas formas de Sierra Salvada, coronada por la silueta del buitre. ©El Naturalista Cojo
La senda no es apta para personas con movilidad reducida. ©El Naturalista Cojo
Delika fue tierra de pastores, y en el pasado cobraron enorme relevancia construcciones que permitían mover el ganado entre ambas orillas. Como el puente de Zalborondo, levantado en 1.767 a petición del vecindario del pueblo. Un cartel anexo nos aclara que su coste fue de "150 ducados vellón" (6.000€ al cambio en la actualidad) para lo que se necesitó un préstamo y la hipoteca de bienes comunes y propios. La deuda fue saldada con la venta de un pedazo de monte.
Cuenta además el panel —uno de los numerosos paneles que componen la interesante señalética de la ruta— la historia de Simón Porres, el pastor que hasta mediados los años 40 del siglo XX cuidaba las vacas y bueyes del Concejo. Recogía el ganado junto a las vías del tren y para avisar hacía sonar un cuerno y luego cantaba: "tururú tururú jódete tú en el invierno y en el verano yo".
El puente de piedra de Zalborondo. ©El Naturalista Cojo
Al parecer, sus dos hijos varones —también pastores— atendían a las ovejas y las cabras que, por el puente de Zalborondo, conducían a los pastos comunales del nacedero del Nervión. Cuando su padre abandonó la actividad, ellos se negaron a tomar el relevo, poniendo fin a un oficio varias veces centenario. Vale la pena perpetuar la memoria de estos hombres, que con su esfuerzo han logrado mantener viva la esencia misma de la vida.
Junto al bonito puente de piedra, después de tomar algunas fotografías de recuerdo, decidí poner punto y final a mi aventura. La fuerte pendiente y un suelo cada vez más pedregoso hacían inviable la marcha... Finalmente, no iba a poder completar el sendero. Pero me quedo con la parte positiva. Había podido rodar algo más de 1 km. y disfrutar de una tarde inolvidable en plena naturaleza.