Revista Libros
Aunque la guerra civil en Liberia haya (oficialmente) terminado hace más de un lustro y su depuesto caudillo de la muerte, Charles Taylor, enfrente un proceso por crímenes de lesa humanidad en La Haya, con el testimonio de Naomi Campbell de por medio, la capital del país, Monrovia, nombrada en honor del extinto mandatario estadounidense James Monroe, el mismo de la doctrina, sigue siendo un escenario desolador. Cortes constantes, si no es que permanentes, de energía eléctrica; ausencia intermitente de agua potable y alcantarillado; calles sin asfaltar; viviendas construidas con láminas y cascajo; hambre; enfermedades; ignorancia; desamparo y miles de miradas perdidas que gritan, silenciosas, justicia.
La Monrovia del siglo xxi es a simple vista un paraje mucho más salvaje y agreste del que encontraron en 1821 los esclavos emancipados venidos desde el otro lado del Atlántico con una premisa neocolonialista y evangelizadora, bajo el auspicio del puritanismo americano que, so pretexto de devolverles la libertad, buscaba librarse de su presencia. No obstante, la Liberia de nuestros días es gobernada por una mujer, Ellen Johnson Sirleaf, la primera en ostentar semejante cargo en el continente africano por mor de la democracia.
Son las cuatro de la tarde y el calor abruma, la humedad desquicia. Durante las últimas 24 horas no ha dejado de llover a cántaros. La señora presidenta me recibe en su despacho, ubicado en la décima planta del Ministerio de Relaciones Exteriores, un dilapidado edificio ubicado en el “corazón” gubernamental de Monrovia, adyacente a la monumental y abandonada Mansión Ejecutiva, otrora sede presidencial, en desuso por peligro de derrumbe desde el fin del cruento conflicto armado que atravesó el país. “Bienvenido a Liberia”, su discreta sonrisa, acompañada de un firme apretón de manos y de la citada frase, es la misma con la que me saludó el día anterior en el avión de línea que compartimos desde Bruselas, gesto que repitió con cada uno de los pasajeros previo al aterrizaje. “Siempre viajo en aerolíneas comerciales. Liberia es un país pobre y tener un avión presidencial no es en absoluto una de nuestras prioridades.” Más allá del género, la ex funcionaria del Banco Mundial y del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo es, al parecer, una jefe de Estado africana atípica.
Johnson Sirleaf fue noticia de primera plana en el mundo entero cuando en octubre de 2005 fue declarada vencedora del proceso electoral que siguió al conflicto civil en su país. La mujer que derrotó al futbolista George Weah, su arduo contrincante en aquellos comicios, para convertirse en el nuevo rostro de la esperanza en el continente del olvido. Ese triunfo fue la coronación a toda una vida de activismo social y político que en más de una ocasión hizo de Johnson Sirleaf una exiliada y presa de conciencia. A cinco años de distancia, y con 72 de edad recién cumplidos, esa misma mujer de baja estatura que porta turbante y se viste con telas teñidas a mano inicia su último año en el poder sin dejar de lado la polémica (ha anunciado sus intenciones de reelegirse).
Mientras la mitad de África festeja medio siglo de vida independiente, para Johnson Sirleaf las cosas “apenas empiezan”. Ya lo dice el dicho, “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. En 2010 Liberia conmemoró su 163˚ aniversario como nación “libre y soberana”; algo de eso tendrá que enseñarles a sus quincuagenarios vecinos.
En un país como Liberia, recién salido de un largo y doloroso conflicto armado, ¿qué viene primero: la educación, la salud, el combate a la pobreza, la reconstrucción de las instituciones, la mujer, la infancia, el respeto a los derechos humanos?
Dado el nivel de devastación que enfrentamos, en Liberia todo se convirtió en prioridad. Sin embargo, la escasez de recursos humanos y financieros nos llevó a priorizar dentro de las prioridades, aunque ello significara dejar de lado algunas necesidades. Decidimos concentrarnos en educación, infraestructura y salud, temas que considero indispensables para el desarrollo y la reconstrucción. Ahora, conforme han pasado los años y se han registrado avances en esos temas, al tiempo que seguimos trabajando en ellos, hemos extendido la lista de prioridades, incluyendo la agricultura, actividad económica de la que depende la mayoría de los habitantes del país.
¿Qué implicaciones conlleva ser la primera mujer presidente en África?
De cierta manera represento las aspiraciones y expectativas de todas las mujeres no solo de Liberia sino del continente entero, y eso implica para mí una gran responsabilidad. Una responsabilidad que asumo con un fuerte compromiso y mucho entusiasmo pero también con enorme humildad. Quiero desarrollar mi papel con éxito, en nombre de cada una de estas mujeres, y así dejar la puerta abierta para todas las que vienen detrás de mí. Espero en algunos años más tener algo de compañía, es un tanto solitario ser la única falda entre tanto pantalón.
¿Un mundo gobernado por mujeres sería un mundo mejor?
No creo que veamos un mundo solamente gobernado por mujeres pero considero que un incremento en el número de mujeres que ostenten cargos de alto rango y toma de decisiones sería un mundo con menos guerras y conflictos armados, por la sensibilidad de la mujer hacia el género humano. Si se permite a las mujeres tener un rol más significativo en nuestras sociedades, estas serán mejores, más receptivas a las necesidades de la gente y más prósperas. Las mujeres podemos trabajar tan duro y competir tan bien como los hombres.
A varias décadas de la independencia, ¿por qué África no ha alcanzado su pleno desarrollo?
Si uno mira de cerca la historia de las naciones africanas, desde las luchas independentistas hasta los continuos golpes de Estado y conflictos civiles, se dará cuenta de que no ha habido un sendero consistente encaminado a construir un desarrollo progresivo para nuestros países. La falta de democracias estables ha minado las posibilidades de desarrollo y la verdadera emancipación. La herencia colonial, la imposición de modelos e ideas externas e, incluso, la interferencia de multinacionales, han prevenido que nos adueñemos de nuestro destino. Nos han impedido crear una agenda nacional basada en nuestros intereses y metas y respetuosa de nuestra cultura.
¿Qué tan benigna es la creciente presencia China en el continente?
Hablemos claro: hoy es China, ayer fue Europa. Pero China, a diferencia de Europa, negocia con una África diferente y un liderazgo africano distinto, iluminado. Damos la bienvenida a China sin permitirle desviarnos de nuestras metas.
¿Tiene África algo que aprender de América Latina?
Creo que la mayoría de los países en América Latina ha logrado adueñarse de su desarrollo a través de la implementación de agresivas políticas domésticas que garantizan el éxito de sus objetivos de crecimiento. África está encaminándose en ese sentido pero considero que debería analizar más detenidamente la experiencia latinoamericana y aprender de ella.
¿Veremos en África nuevos Robert Mugabes, Idi Amins o Charles Taylors?
No puedo garantizar que no será así. Lo que tenemos que hacer es asegurarnos de enviar un mensaje a la gente previniéndola, buscando que sea muy cuidadosa al momento de elegir a sus líderes. Tendremos que depender de su inteligencia, de su concientización, a fin de alcanzar un verdadero liderazgo social.
¿Qué dirá la historia sobre el África del siglo xxi?
Dirá que África se erige como el arquitecto de su propio destino. Fuente: Letras Libres