Revista Opinión
La mujer miraba atentamente apoltronada en su cómoda sala frente al televisor led de 55"un capítulo más de su serie preferida "Game of Thrones" imaginándose asimisma como la reina Khaleesi, madre de dragones, que en ese momento hablaba a su pueblo en un idioma duro lleno de palabras colmadas de consonantes sobre libertad. El pueblo la miraba embelesado mientras de todas las voces surgía una palabra repetida "Maysa, Maysa". La señora sonreía disfrutando ella tanto más que la protagonista de la historia, de esa lucha de poder permanente en la cual la vida de la gente no vale nada. En otro extremo de la ciudad, un grupo de adolescentes cenaban hamburguesas con fritas y miraban sin hablar como los pálidos personajes vampiros de True Blood le hincaban el diente en las yugulares de desprevenidos y confiados humanos habitantes de Louisiana al sur del país de Obama. Pasando la General Paz, un matrimonio de esposos se congratulaba que Jerónimo Lynch estuviera vivito y coleando a pesar de la violenta sociedad que había formado con un loco desdentado que minutos antes había disparado su revolver a diestra y siniestra. Más al sur, una familia completa comentaba que no estuvo mal colocarle vidrio y mercurio al gordito cabrón que a diario y sin razón molesta siempre al hijo del Señor Ávila, el mismo Sr. Ávila que le hace monerías a un infante de solo seis meses, luego de perforarle la cabeza de un balazo al padre. La televisión destila violencia. Igual que en las calles de la ciudad, igual que en los estadios de fútbol, igual que en las casas, igual que en la escuela. Nos hemos insensibilizado tanto que preocupan más las cosas triviales que la vida humana. Que nos está pasando? Será porque, los que mueren son los otros, por esas "paradojas de la vida". Nosotros con solo manifestar sentirnos con un poquito de bronca e impotencia, hemos cumplido y podemos seguir viendo sin remordimientos, nuestras series favoritas.