Hace una semana se suscitó un hecho lamentable al finalizar el ultimo clásico del fútbol peruano, Walter Oyarce, un muchacho de 23 años y barrista del Alianza Lima fue asesinado brutalmente por barristas de Universitario de Deportes, fue arrojado desde los palcos a una altura de 10 metros aproximadamente, su cuerpo no soportó la brutal caída.
¿Qué motivó a los barristas de Universitario cometer semejante brutalidad? Nada, el simple hecho de haber colocado una banderola del Alianza en los palcos, ¿Hasta qué límites puede llegar el fanatismo por un equipo de fútbol? Ya lo vimos, para ellos vale más una camiseta que una vida.
Pero esto no es nuevo en el fútbol peruano, hace dos años perdió la vida la joven Paola Vargas quien fue arrojada de un transporte público en movimiento cayendo a la pista de cabeza y muriendo prácticamente en el acto, el cobarde asesino se dio a la fuga y posteriormente gracias a la presión de la opinion pública se entregó, hoy paga su condena en la cárcel.
En los dos casos existe un común denominador y este es la sensación de impunidad que existe, no solo en las barras bravas, si no también en los estratos más acomodados de la sociedad peruana. Esta sensación de impunidad es alimentada por la inacción de la policía para controlar los desmanes que las barras bravas hacen a su paso hacia el estadio donde le toque jugar a su equipo, ellos son los dueños de la calle, paralizan el tráfico, pintarrajean casas, rompen vidrios, asaltan personas, saquean tiendas, manosean muchachas inocentes que encuentran en su camino, todo esto sin que la policía haga nada.
Esta sensación de impunidad crece cuando la policía logra actuar pero las leyes no le permiten castigar a estos desadaptados de manera ejemplar, por el contrario quedan libres el mismo día sin que se pueda hacer siquiera una acusación fiscal, ellos son los reyes de la calle.
Otro ingrediente fundamental y preocupante es la complicidad de las directivas de los clubes, en muchos casos son los que solventan estos desmanes al corromper a la policía para dejar actuar a su libre albedrío a estos desadaptados, a parte de esto les regalan entradas a los partidos de fútbol, les dan dinero para trago y drogas y en algunos casos los contratan como seguridad o para hacer algún trabajo sucio.
Pero esta violencia no es antigua, data de unos 20 años atrás, no más, y uno de los principales artifices de esto es Alfredo Gonzalez, ex presidente de Universitario y principal azuzador de estas barras bravas, él alentaba la polarización, seguro recuerdan cuando se paseaba por la tribuna aliancista con un rollo de papel higiénico provocando a los barristas aliancistas.
Lo peor de todo es que este tipo de violencia cobra víctimas casi mensualmente, pero estas víctimas no cuentan para la gente, estas víctimas viven en asentamientos humanos pobres y para el común de las personas esto es algo “normal”, esto desnuda otro aspect de nuestra sociedad y es la gran brecha social que aún permanence intacta en los peruanos.
Asi es, esa gran brecha que permanence silente ante abusos “normales” y que aflora en tiempos electorales y cada vez de la peor manera, estas últimas elecciones fueron un claro ejemplo de esto. Y es que para el pobre no hay ley, no hay medio que le de cobertura ni sociedad que se indigne y ese es el aditivo que necesita la impunidad para imponerse en nuestra sociedad, lamentablemente así es, la sensación de impunidad ha pasado a ser una realidad en la sociedad peruana.
Por el bien del Perú esperemos que esta vez los responsables de esta muerte y de cada abuso en cualquier estrato social, paguen su condena severamente y se pueda eliminar de esta manera esa sensación de impunidad que tanto daño nos hace.