"Jamás pueblo alguno, dijimos en nuestro Discurso preliminar, mostró una moderación, una sensatez y una cordura comparables a la de aquel reino (Aragón) cuando vacó sin sucesión cierta la corona... El compromiso de Caspe es una de las páginas más honrosas de aquel magnánimo pueblo."
Proclamamos entonces una gran verdad, y nos complacemos en repetirla ahora. La vacante de un trono, cuando ni queda designado sucesor, ni hay quien tenga un derecho incuestionable y claro a la corona, es siempre uno de los más graves conflictos en que puede verse una sociedad regida por instituciones monárquicas. Era mayor para el reino aragonés, por las circunstancias especiales en que se hallaba a la muerte sin sucesión del humano don Martín. Agregación sucesiva de reinos y provincias que hablaban diversos idiomas y se regían por diversas constituciones, costumbres y leyes; separadas unas de otras por los mares; agitadas y conmovidas así las provincias insulares como las del continente por disensiones intestinas y por enconados e implacables bandos; con cinco pretendientes ya conocidos, aragoneses unos, extranjeros otros, belicosos algunos, algunos poderosos, ambiciosos todos, sin pastor universal la Iglesia, que solía ser el mediador en las grandes contiendas de las naciones; dividida la cristiandad en tres pontífices que se disputaban la tiara de San Pedro, y se lanzaban mutuamente anatemas, ¿Quién no auguraba a este reino turbaciones, guerras, desórdenes, calamidades sin fin, y tal vez por remate de todo una disolución social?
Y sin embargo, este gran pueblo, que debía su material engrandecimiento al valor de sus hijos y a la espada de sus reyes; este pueblo, cuyas lanzas habían paseado victoriosas las tierras y mares de España, de Francia, de África, de Italia, de Grecia y de Turquía; en una edad en que la fuerza era la que comúnmente decidía en el mundo las querellas de las naciones, en aquella situación crítica da un ejemplo sublime de sensatez y de verdadera civilización al mundo de entonces y al mundo futuro, proclamando que sólo será rey de Aragón el que deba serlo por la justicia y por la ley. En su robusta constitución política confía encontrar elementos para resolver legalmente la cuestión más grave y trascendental que puede ocurrir en un Estado monárquico. "La ley, dice, no las armas, el derecho; no la fuerza, la justicia; no las afecciones personales, son las que han de fallar este gran litigio y decidir cuál de los pretendientes ha de ser el legítimo rey de Aragón." Y a qué tribunal se someterá el juicio y sentencia de este pleito solemne? Al gran jurado nacional.
La Historia General de España de Modesto Lafuente, es considerada el paradigma de la historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.