La situación por la que atraviesa el periodismo no deja de ser curiosa. Por un lado, muchas personas critican y ponen contra la pared a periodistas y al periodismo.
Yo no he visto una profesión tan denostada como esta. Todo lo que ocurre en el mundo tiene un culpable: los medios y los periodistas.
Decía un reportero americano cuando le preguntaron acerca de la profesión periodística “Si escribo un análisis en profundidad, es demasiado largo. Si lo hago condensado, es incompleto. Si tomo partido en una cuestión, tengo prejuicios. Si no, soy un cobarde. Si he pasado poco tiempo en mi puesto, carezco de experiencia. Si he pasado algún tiempo, ya es hora de cambiarme. Si no me paro a charlar (tengo que alcanzar el cierre, saben), soy demasiado grande para mis zapatos. Si me paro a charlar, no tengo mucho que hacer. Si pido consejo, soy un incompetente. Si no lo hago, soy un sabelotodo. Si cometo un error, oigo hablar de ello semanas enteras. Si no, nadie me dice nada. Si acepto una invitación social, soy un alcohólico. Si no lo acepto, soy un bicho raro e introvertido. Si cito mal su nombre, usted no lo olvidará nunca. Si lo cito bien, usted no leyó mi artículo”.
Este es solo uno de los muchísimos ejemplos que se podían poner acerca de lo que la gente piensa del periodismo. Criticado por amplios sectores. Ciertamente la frivolidad de muchos contenidos no ayuda a una visión positiva del mismo.
Pero, por otro lado, ¿qué sería de una sociedad sin periodistas? El periodismo es una profesión que realizada de manera sensible, responsable, honesta y buscando la verdad es indispensable para colaborar en la construcción de una sociedad igualmente responsable, honesta y auténtica.
Los periodistas se juegan muchas veces la vida por la verdad. Los periodistas arriesgan por poner luz en muchos túneles oscuros. Se pueden equivocar pero solo le parten la cara al que la pone y, el periodista, la pone muchas veces
La situación del periodismo actual es muy confusa. Muchos pseudoperiodistas con un móvil y 140 caracteres usurpan el puesto a periodistas profesionales que, cada día intentan acercar a la sociedad lo que ésta no puede ver por sus propios ojos. .
Por eso, me gustaría que esto nos sirviera para reflexionar sobre la situación del periodismo. ¿Qué le falta? ¿De qué necesita desprenderse?
Estos días convulsos por el accidente del Airbus en los Alpes nos han confundido a todos. Muchas informaciones y muy rápidas. Cuando las sensibilidades están tan a flor de piel y la tragedia humana convive con nosotros y, especialmente, con las familias de las víctimas hay que tener mucha sensibilidad para informar, hay que pensar mucho más en los demás, hay que intentar no llenar páginas y páginas por llenar sino medir cuidadosamente lo que se dice y como se dice.
La sensibilidad es el gran valor perdido en la profesión. Es el que marca la diferencia entre el periodismo y el amarillismo, entre la noticia y el morbo, entre la realidad y la ficción. Pero una coma mal puesta puede aumentar el dolor de muchas personas y poner una vez más contra las cuerdas al periodismo y a los periodistas.