La vejez o tercera edad es un constructo social utilizado para categorizar a las personas cuyas edades quedan comprendidas entre los 65 años y su muerte. Al ser un concepto elaborado, a la ancianidad se le atribuyen características que conforman su imagen social. Una de ellas es la idea de la vejez como etapa de “involución”. Tal es así que, en algunos diccionarios, la palabra “decrepitud” es utilizada como sinónimo del término “vejez”.
Aunque es cierto que, desde el punto de vista de la evolución biológica, este último periodo de la vida supone el deterioro de algunas funciones, desde otras opciones no tiene por qué ser así. A simple vista se piensa que las personas de la tercera edad son inflexibles y con gran terquedad hacia los cambios. La práctica diaria contradice esta noción.
Muchos de ellos deben adaptarse a una nueva realidad económica, más mermada que en épocas anteriores. Otros cambian de casa continuamente, tras breves periodos de tiempo, para ser atendido por cada uno de sus hijos. Algunos se trasladan de su hogar habitual, donde han desarrollado sus hábitos diarios durante treinta años o más, para vivir en una residencia donde no pueden elegir ni lo que les apetece comer. Pero aún así, seguimos pensando que son intransigentes.
Otra imagen habitual es verles como asexuados. Cualquier comportamiento sexual en las personas mayores es calificado de “verde”, “bochornoso” o “impropio”. Cuando un joven silba a una chica, a quien mira deleitándose con lo que ve, no se le acusa de “mirón” ni de “estar salido”. Se entiende como un comportamiento normal en el hombre, quien no puede evitar reaccionar ante un estímulo que enardece su virilidad. Sin embargo, cuando el comentario lo realiza un señor de edad avanzada, eso le convierte en un “viejo verde”. Como si el hecho de cumplir años hiciera que la persona pierda el buen gusto o la capacidad de reaccionar ante la belleza. Si, además, el comentario lo hace una mujer mayor sobre un hombre, es más grave. Se fija en alguien que “podría ser su hijo” o aún peor “su nieto”. Socialmente estos comportamientos, tan aceptados al ser realizados por personas de determinadas edades, son considerados ignominiosos a partir de los sesenta años.
Seamos realistas, las personas de más de 60 años siguen teniendo apetencias sexuales, continúan deseando sentir un cuerpo al lado del suyo, mantienen las ansias de acariciar y ser acariciado, persisten en el anhelo de querer y sentirse queridos.
Cambios fisiológicos
Los cambios fisiológicos de la vejez en la respuesta sexual son innegables. Pero deben ser considerados tan patológicos como las arrugas. Es decir, forman parte del proceso normal de envejecimiento y, por lo tanto, sujeto a adaptaciones en la forma de conceptuar nuestra nueva imagen corporal.
Unas inadecuadas expectativas sobre cómo debería funcionar nuestro cuerpo hace que cada experiencia sexual que no sea percibida con la intensidad de antaño, intensifique la convicción de que algo está fallando. De este modo, los mayores van retirando los comportamientos sexuales de su existencia como un placer más del que la vida les aparta, como su médico de los hábitos insalubres como el tabaco, el alcohol o las grasas.
Los cambios fisiológicos en la tercera edad no justifican por sí mismos la inactividad sexual o una reducción drástica en la frecuencia de las experiencias sexuales. Para ello, es conveniente ir adecuando la idea de satisfacción sexual a la calidad de las relaciones, más que a la cantidad, y al placer intrínseco de cada experiencia, el cual, no tiene por qué disminuir aunque no exista coito.
Factores que condicionan la sexualidad en la vejez
La salud
Sin lugar a dudas la salud es uno de los factores que condicionan la actividad sexual en la vejez. Algunas patologías, sobre todo si necesitan intervención quirúrgica, como el carcinoma de próstata, pueden producir impotencia irreversible en el varón. Sin embargo, enfermedades como hipertensión, diabetes o infarto, aunque suponen algunas adaptaciones de los hábitos cotidianos, no tienen por qué limitar la actividad sexual tanto como en la práctica suele producirse.
Por otro lado, el uso de algunos fármacos (por ejemplo los antihipertensivos y antidepresivos) pueden también inducir algunos efectos secundarios en el campo de la sexualidad. Sería conveniente que los médicos tuvieran estas consideraciones en cuenta en el momento de recetar. Así deberían prescribir aquellos tratamientos que minimicen dichos efectos secundarios, informando siempre al paciente al respecto. Si no se ha informado en el inicio del tratamiento, es conveniente preguntar al paciente sobre sus hábitos sexuales para comprobar si el periodo de medicación ha tenido consecuencias ya que, es poco probable que los ancianos reconozcan, de forma voluntaria, mantener relaciones sexuales y que con los fármacos, éstas se han visto afectadas.
Características históricas
Uno de los factores más importantes son las características históricas, específicas de nuestros mayores en España. La mayoría de ellos tiene una historia personal, generalmente muy dura, en la que muchos empezaron a trabajar siendo aún niños, con pocos estudios y menor formación en sexualidad. Identificando ésta con la procreación, dentro del matrimonio, circunscrita a la genitalidad y el coito y asociada al periodo fértil (juventud y madurez). Desde esta perspectiva, la sexualidad en la senectud, cuando ya no existe posibilidad de engendrar, no tiene sentido y más si se ha enviudado. Ya que esta generación ha vivido bajo la teoría de la “media naranja”, compartiendo la vida con una única pareja o a lo sumo con dos. Si, tras quedarse solo, el mayor busca nuevas relaciones, se les acusa de una promiscuidad no aceptada a su edad.
Características de nuestra sociedad
Las características de nuestra sociedad es otro factor que condiciona la sexualidad en la vejez. La sociedad actual jubila a los viejos en el campo laboral, y el varón, sobre todo, generaliza también esta jubilación al resto de los ámbitos de su vida, incluido el sexual. La mujer no sufre tanto este proceso ya que sigue vinculada a las tareas domésticas y al cuidado de la familia, a pesar de la edad. Por otro lado, la sociedad erige como modelo de belleza a la juventud, desvalorizando todo aquello que no se parezca al prototipo. El anciano puede interiorizar esta devaluación produciendo una baja autoestima y desconfianza en sus capacidades, muchas de ellas realmente intactas a pesar de la edad.
Factores que generan problemas sexuales
Uno de los factores que generan problemas en el ámbito sexual en los ancianos es el llamado “síndrome del viudo”. Sucede cuando el varón se enfrenta a una nueva experiencia sexual tras la muerte de su pareja (generalmente tras un periodo largo de enfermedad). La angustia que produce la nueva experiencia sexual, con nueva pareja, produce consecuencias en su respuesta erótica que hace que el varón interiorice la sensación de merma en su capacidad sexual, que él atribuye a su edad, cuestión que es imposible de modificar.
El hombre, en estos casos, parece desarrollar sentimientos de culpabilidad al iniciar una nueva relación, como si le estuviese siendo infiel a su mujer. Esta sensación produce una angustia que puede desencadenar un nivel de erección menor del habitual, desaparición de la misma poco tiempo después de haberse iniciado o problemas de incontinencia en la eyaculación.
Una atribución adecuada del por qué de estos comportamientos protege al hombre de la frustración de sentirse ya “acabado” sexualmente para el resto de su vida.
Este síndrome no es sufrido por las mujeres, debido a que ellas no tienen que manifestar su deseo de forma tan explícita como el varón, y que en su gran mayoría, se mantienen sin pareja, tras su viudedad. De cualquier forma, si sufrieran este síndrome, debido a los tabúes sociales, no se lo comentarían a los médicos.
Otro factor generador de problemas es la historia de salud. Como se ha comentado en el apartado anterior, algunas patologías y la ingestión de algunos fármacos pueden generar alteraciones en la respuesta sexual pero cuyas consecuencias, en la práctica, son exageradas.
También genera dificultades el no tener pareja disponible, ya que reduce el número de experiencias sexuales, produciéndose involuciones anticipadas a lo que la edad, en principio, condicionaría.
En muchos casos, la jubilación, para muchos hombres, es motivo de desarrollo de dificultades sexuales por la asociación de masculinidad o virilidad al trabajo y al sostenimiento económico de la familia. La pérdida del trabajo disminuye la autoestima.
Además, en la mayoría de las ocasiones, esto viene asociado a la merma de los ingresos, aumentando así la sensación de angustia e inseguridad lo que repercute en la respuesta sexual. Este problema se hace más acuciante en quienes no tienen otros intereses y aficiones diferentes del trabajo porque supone permanecer inactivos mucho tiempo y en casa, con lo que se pueden producir conflictos con la pareja que anteriormente no existían.
Satisfacción sexual
Para mantenerse en la forma más saludable posible en la tercera edad es conveniente realizar alguna actividad física, adecuada a la realidad física del mayor, mantener horarios regulares, largos períodos de sueño y descanso y alimentación sana.
Para conservar al máximo la respuesta sexual, además, es necesario:
- Seguir siendo sexualmente activos para prevenir atrofias en los órganos sexuales. Los estudios parecen confirmar que si se renuncia a este tipo de actividad tras los 60 años es muy probable que se prescinda de ésta para siempre.
- Buscar soluciones si surgen problemas. No hay que abandonarse en “son cosas naturales de la edad”. Se debe acudir al especialista, analizar las causas y consultar procedimientos resolutivos ya que problemas que, a veces, se interpretan como insignificantes, pueden ocasionar problemas mayores.
- Adaptar la perspectiva de la sexualidad a las respuestas que la realidad fisiológica permite. De esta forma, si no se produce una respuesta rápida e intensa, no se provocarán cuestionamientos continuos. Hay que concederse tiempo y dejarse llevar por las sensaciones, por las caricias y los contactos corporales que pueden ser muy placenteros sin que sean necesarios contactos coitales.
- Cuidar la cantidad de alcohol que se ingiere, ya que éste disminuye la respuesta sexual al ser un depresor del sistema nervioso central.
- Elegir los momentos más adecuados evitando aquellos en los que el cansancio nos puede pasar factura. Por ello, las primeras horas del día, sobre todo si se produce erección matutina, pueden ser muy provechosas.
Para mejorar la satisfacción sexual en la tercera edad, se deberían defender algunas máximas como:
- Proponer una sexualidad no centrada en el coito sino entendida como cualquier actividad de contacto corporal que genere placer, que se utilice como medio de comunicación y afecto y que depende de quienes participan en ella.
- Aceptar cualquier tipo de conducta sexual, en nuestros mayores, tanto compartida como individual, siempre que no vulnere los derechos y la intimidad de otras personas.
- Admitir que para el afecto y el placer sexual no hay límites de edad, abriendo todo el abanico de posibilidades que la vejez proporciona.
En general se debe propiciar una sensación de bienestar en la tercera edad promoviendo hábitos saludables (ejercicio, alimentación sana, descanso) que permitan respuestas sexuales apropiadas a su edad, así como ayudarles a comprender su trayectoria vital dándole contenido al momento presente y no dejándose llevar a unas expectativas sin futuro, viviendo de las reminiscencias del pasado.