Revista Cultura y Ocio

La siesta de tus aguas (2006)

Publicado el 11 diciembre 2017 por Veronicanieto

He visto que dormías y que tus labios se hinchaban blandamente, y que en tu boca crecía un globo de saliva, un espeso círculo de baba compuesto de tus sueños, una esfera que brillaba con la luz pálida del invierno y que ha terminado por despegarse trabajosamente de tu boca para salir volando, globo acuoso y libre, y que ha cruzado lentamente la habitación y ha salido por la puerta como un aliento rechazado. Tu burbuja que flotaba por toda la casa, paseándose como una señora gorda, ha terminado por chocar contra la pared. Pobrecita. La burbuja se ha reventado, sí, ha explotado como una bola espesa, hecha de grumos y agua, compuesta de los ecos que tu alma expira en un ronquido. Y ha hecho un ruido sordo al chocar, y ha caído al suelo. Y la he visto reposar, la esfera fofa que se deshacía, indefensa, hasta que se ha desparramado y multiplicado para inundar el pasillo. Ese globo de saliva que salió de tu boca. Pero tú estabas dormido. Y también he visto que una fina lágrima crecía en tus pestañas poco a poco, una cristalina lágrima de tu sueño, una exquisita perla blanca que se escapaba de tu cuerpo que yacía tiernamente. Debajo de tus párpados, una y otra vez la lágrima huía de ti, resbalaba por tus mejillas y caía repetida como una llovizna clara. Y he dejado que humedeciera las sábanas, que mojara lentamente el edredón de la siesta, esa agua gruesa que salía de tus ojos como gotas de mercurio ámbar. Y he decidido dejarte dormir, para que la tenue claridad de la tarde reposara blanda en tu cuerpo. Y he decidido permanecer a tu costado, en nuestra isla de almohadas que nos salvan del río blanco que construiste dormido. Porque nos rodean las aguas de tu saliva y de tu lágrima, el espeso líquido con el que inundaste la casa. Tú que dormías, inocente, apartado del deslizamiento que se estaba produciendo en ti. Todas las aguas de tu sueño que caían en cascada desde la cama al pasillo. Y he pensado que debía salir de allí para no ahogarme, para evitar el grito de mis pulmones asfixiados. Y he sentido que toda mi columna vertebral flotaba en ti. Y he nadado en el pasillo, y he dejado que tu sueño me empapara, y he visto que la casa se hidrataba toda de ti. La casa, las paredes de la casa blanca, las pálidas sombras de la tarde, la plácida siesta en tu frente. Y he vuelto a ti, atravesando con mi cuerpo entumecido las espesas aguas blancas, y he subido a nuestra isla, y he visto que aún dormías, y me he abrazado a ti para soñar contigo, cómodamente envuelta en tu cuerpo. Y he despertado, y tú ya no dormías, ya no. Y el río de ti había regresado a tu boca, se había deslizado por las rendijas de tus pestañas para que pudieras volver a la vigilia, para que la humedad de las aguas tuyas se diluyera en el aire. Y he visto que el vapor se esfumaba de la siesta y buscaba las ventanas para encontrarte, más tarde, lejos de aquí.
Del libro de cuentos Tangos en prosa, Valladolid, Agilice Digital, 2014]

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