
Tras la aparente indignación del Gobierno frente a la subida de la luz del 11 por ciento anunciada, ahora se nos informa que no hubo una “burla manipulación”. O, si la hubo, no fue burda, porque no dejó huella. Los técnicos de la CNMC concluyeron la investigación sobre la subasta del mes pasado, anulada por “circunstancias atípicas”. El informe final destaca que el día en que se celebró la puja anulada se produjo un tirón inusual en los precios. Pero no se aprecia prueba alguna de manipulación. Y, quien habló en caliente de “burda manipulación” fue el ministro de Industria, José Manuel Soria, aunque luego moderó el tono de sus intervenciones.
Esto es un escándalo supino. Un escándalo más dentro del modelo liberal-capitalista al amparo de los gobiernos formados por los partidos políticos que elegimos quienes permitimos estos escándalos. En este país, casi nadie o muy pocos sabemos cómo se determina el precio “base” de la electricidad. Porque –vienen a decirnos– si lo supiéramos, otro gallo cantaría. Se determina en una subasta en la que, aparentemente, lo principal es la oferta y la demanda, es decir el conocido binomio de referencia del modelo económico liberal-capitalista oferta-demanda. Pero ¿qué empresas generan la electricidad? ¿Qué empresas la transportan? ¿Qué empresas la distribuyen y la comercializan? ¿Qué impuestos aplica el gobierno de turno y cómo se justifican? ¿Qué entidades financieras intervienen? Sólo de algo estamos totalmente convencidos. De que las empresas que generan y venden electricidad tienen como principio básico ganar el máximo dinero posible…que los consumidores estamos obligados apagar sin rechistar, si queremos disfrutar de ella. Detrás de esas empresas están los bancos que “juegan” en lo que se llama “mercados de futuros”, para ganar el máximo dinero posible… y así lo ganan. Por eso –deducimos– a los hogares y a las empresas se les hace pagar sumas desorbitadas, y a todo aquel que se atreve a no pagarla, se le corta la luz como castigo ejemplar. ¡Que se muera!… De esta manera hay menos gastos sociales, menos gastos educativos y menos gastos de sanidad… ¡Infame ironía…!