Revista Europa

La silla y nuevamente en Budapest.

Por Argonautas
ESTE es el último post que escribo desde mi viejo apartamento. De hecho debía haberme largado ya. Pero me ha resultado del todo imposible trasladar todas mis cosas al que será mi nuevo hogar por al menos un año. El traslado se inició el fin de semana pasado. Que fue un fin de semana realmente ajetreado. Se me juntaron varias cosas a la vez. En primer lugar tenía que corregir los exámenes parciales (los mid-term exam) que había puesto en mis clases de micro y macroeconomía. Y este año tengo un montón de estudiantes. O sea que tenía un apartamento por desmantelar. Y unos cien exámenes por corregir. Por otro lado me cayó encima también mi amigo Enrique, el DJ venezolano que pincha un par de fines de semana por mes en un club de Kaunas. Y se trajo a un coleguilla suyo, que es lituano, a montarse la fiesta acá. En mi pequeño y desangelado apartamento soviético sin persianas. No me importaba que se alojaran aquí por unos días. Les di las llaves y me fui al nuevo apartamento a corregir ejercicios. El piso me lo dejaron hecho un asco. Cuando volví, el domingo por la noche, me encontré unas bragas colgando en el picaporte de la puerta del comedor. Unas bragas tipo tanga. De color rojo y negro. Como las que utilizan las fulanas baratas. O los putones berbeneros. Luego me contaron que precisamente la dueña de esas bragas era una de las clientas de la discoteca donde pinchaba Enrique. Una casada cuarentona que acabó liándose con el amigo de Enrique. Según parece tuvieron aquí una buena jodienda. Lo que no me hizo demasiada gracia, la verdad. Le tomé unas fotos a las bragas. Igual un día se me ocurre subir un post sobre el tema. Y hablar sobre el rol de la mujer en el Este de Europa. Ahora no tengo el humor necesario para abordar un tema tan espinoso. Pero los caballeros que han residido por alguna temporada en el Este de Europa saben perfectamente de lo que estoy hablando. Resulta obvio que aquí las mujeres son distintas en muchos aspectos a las féminas que padecemos en España. Y no sólo me refiero a su apariencia física. Que es algo que salta a la vista nada más poner pie en alguno de los aeropuertos del Este de Europa. Me refiero, sobre todo, a la posición que la mujer ocupa en la sociedad. Lituania es todavía una sociedad agraria. Una sociedad donde la mujer está hecha para casarse joven y para tener hijos pronto. Y para complacer al varón. Las mujeres tienen aquí un ritmo vital distinto. Un ritmo vital de alguna manera más cercano a la Naturaleza. En las sociedades occidentales "desarrolladas" las mujeres están sometidas a un entorno ultracompetitivo. Hostil a su propia naturaleza. Un entorno que las empuja a postergar su maternidad sine die. Y que las aboca a la neurosis y a la infelicidad más profunda. Porque desde mi punto de vista en países como España las mujeres son bastante más infelices que en las sociedades agrarias del Este de Europa. Esta opinión se basa ciertamente en mi experiencia personal como inmigrado en un país concreto. Una experiencia que se circunscribe a Lituania y quizás también a los otras dos repúblicas bálticas. He visitado en numerosas ocasiones otros países del Este de Europa. Y procuro mantenerme informado de todo lo que ocurre en esos países. Pero de ellos sólo tengo un conocimiento superficial. Y no conozco más que la punta del iceberg de esas sociedades. En fin, debo irme a dormir ya. La última vez que duermo aquí. Mañana empaquetaré el resto de mis cosas. Y le haré entrega de las llaves al dueño de este pequeño apartamento. Un apartamento del que siempre guardaré un buen recuerdo. Pues éste ha sido mi hogar por más de dos años y medio. Y de alguna manera lo siento como mi verdadero hogar. En la Avenida de los Voluntarios o Savanoriu Prospektas. La arteria principal de Kaunas. Por donde suben y bajan casi todos los trolebuses de la ciudad. Y que en otro tiempo se llamó Raudonos Armija Prospektas o Avenida del Ejército Rojo. En los tiempos en que este apartamento se construyó. Y en los que se fabricó también la silla que aparece en la fotografía. La silla sobre la que estoy sentado ahora, cuando escribo este texto. Una silla sólida, pesada, robusta. Hecha de madera de verdad. Con un tapizado setentero encantadoramente kitsch. Y algo naïve. Este apartamento y esta silla han visto transformarse a la que persona que entró a vivir aquí hace dos años y medio. Lo han visto transformarse en el tipo que soy yo ahora. Una persona distinta. Creo que una persona mejor. Al menos más feliz que entonces.
La vacaciones de Navidad me sorprenderán en mi nuevo apartamento. Y aunque me gustaría disfrutar de unos días de paz y sosiego creo que al final me veré forzado a volver a Budapest. Como hice el año pasado. Esta vez no en busca de mi chica. Sino con mi chica. Hoy me ha venido con esa idea. Y me ha estado "comiendo la olla" por más de dos horas. Y al final le he dicho que bueno, vale, ok, gerai,...nos vamos juntos para Budapest. Y creo que volveré a tomar el tren. Esta vez acompañado por mi novia. Que tiene alma de vagabunda. Y a reeditar el trayecto Kaunas-Varsovia-Budapest. Y a hacer deals con los revisores de tren y los cambistas de la estación de Budapest Keleti. Pero eso será a finales de año. Todavía me quedan un par de semanas duras. Cargadas de exámenes, un par de conferencias en las que debo participar, y un montón de trabajo por hacer.

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