Revista Viajes

La sincronía

Por Marikaheiki
May 10, 2013   Pienso luego vivo, Yo escribo, tú escribes   No comments Bird_Sketches_6_by_red_devil_saz

Llevo todo el día, toda la noche incluso, mascando las palabras. Tengo prisa por contarlo pero quiero contenerme, construir la historia desde el principio, porque tiene que ver con sincronicidades y es que en este tipo de historias no importan tanto los hechos como los hilos y razones invisibles que los unen y hacen ocurrir.

He paseado toda la mañana. Hay un lugar en Barcelona que me activa automáticamente la sonrisa, y hoy me di cuenta, pero no sé cómo explicar por qué. El punto exacto es el paso entre Plaza Catalunya en la esquina del café Zurich y la Rambla, donde de repente se aglomeran las gentes y los sonidos. Se me cambia la cara, se me suben los mofletes y miro alrededor feliz, aunque no haya motivos explícitos para ello -¿será que el motivo implícito de la felicidad es ese gesto, precisamente, y no al revés?-.

En fin. Viaje en el tiempo.

En los últimos días, semanas, he estado obsesionándome (en las mejores circunstancias del término) con la tarea del escritor. Más allá: con mi propia tarea como escritora. Llevo años estudiando las reglas del relato, las fórmulas de la gramática de la narración, motivándome y leyendo, leyendo, leyendo mucho. Pero todo el proceso se truncaba al final. Ante el folio en blanco de repente me encontraba sin nada que decir, como si hubiera taponado con cera la vía de escape de las palabras y todos los pensamientos se me hubieran esfumado. En cierto modo, la aplicación práctica de todo lo que estaba aprendiendo no lograba cobrar forma. Y me frustraba, y veía el águila de la autocrítica sobrevolando el cielo buscando rapiñar compasión de mí. Pues bien: últimamente noto una dulcificación de esa voz interior, una flexibilidad que antes no existía y que creo que tiene que ver directamente con esa máxima mágica: crear exige libertad.

Bajando la guardia he descubierto que es mucho más fácil sentirse en sintonía con esa mente universal en la que todos estamos contenidos y que es alma y cerebro de la fuerza que nos impulsa a crear. Partiendo de la base de que no tengo ni idea de quién soy- excepto en momentos de lucidez extrema como este, en los que mi personalidad, simplemente, explota-, haber encontrado esa vía de comunicación con la divinidad más elemental, la creatividad, me pone contenta y feliz, y animada para encontrar nuevas maneras de transmitir.

Tenía urgencia de escribir. Y aún la tengo. Y me doy prisa.

La sincronía

No hay gente alrededor, solo mesas vacías y el sol plombeándome los brazos. Me da igual que el diccionario diga que no existe, yo sé qué significa, y tú también, si conoces el sol del inicio de verano a medio día. Nos movemos en un mundo de referencias con taras, ¿no te parece? A mí me faltan las palabras siempre. Mientras escribo se escucha el silencio en mi menor.

Días de descubrimiento: eso ya lo he contado. Días mecida por la prosa de Isak Dinesen en Lejos de África, que es plena y no perfecta, porque la plenitud siempre me sonó mejor vocablo. Leo en la terraza, al sol del atardecer y rodeada de los diminutos tallos de los girasoles nuevos y las risas del patio de colegio. Me lleno de energía.

Días de cambios: imperceptibles algunos, como el cielo púrpura desde el tren oscureciéndose, y otros claros y seguros, como mis ganas conquistando la pereza, y el crecimiento de una semilla enorme en algún sitio dentro de mí. Y otros muchos, cada día cientos. Pero no me puse a contarlos todos.

La sincronía

Y anoche, algo más. Todo esto solo ha sido introducción.

Magalí me esperaba. Tardé en llegar y me-te-nos-os debo una disculpa, sobre todo al blog, por haber estado tan ausente últimamente, porque un día pensé que era mejor vivir que contar, pero en realidad son las dos piernas que me llevan, y no puedo elegir si una u otra, porque entonces me paro. Pero mejor tarde, aunque sea solo unos días, que no llegar nunca, ¿no es cierto?

Magalí se ha desafiado a sí misma a escribir durante treinta días seguidos. Es duro. Pero el objetivo es aflojar la resistencia al folio en blanco. De cierto modo con su desafío me tienta a mí también: desde que lo descubrí me apetece escribir líneas y líneas sin levantar la cabeza del papel, y quién sabe, quizá luego descubra la fisonomía del paisaje entre las letras. Y Nati me escribe también que ha descubierto el desafío de Maga, y que siempre lee estas chorradas que me salen de los dedos, y me parece otra sincronicidad más, porque justo a la mañana estaba pensando en ella y en cuánto hacía que no veía nada suyo en mi correo. ¿No te parece todo un gran círculo en el que nos vamos empujando unos a otros hacia las palabras, una espiral incluso, sin fin? Pienso en aquellos a quienes siempre leo y de cierto modo también están dentro de este círculo sincrónico: en Aniko, que está a punto de dar a luz un libro que seguro va a ser maravilloso (¡guárdame uno, si alguna vez lo lees!), en Franc y sus textos-puerta, porque me llevan a lugares donde yo ya he estado, pero que nunca sentí tan profundamente como cuando él los describe, y de muchos más, de todos aquellos que no se ponen límites para crear. Al final me parece que no somos otra cosa que portadores de emociones, y de las buenas. Me pregunto si no será simplemente eso lo que nos empuja a leernos unos a otros y compartir lo que escribimos: traspasarnos unos a otros la emoción de un pensamiento, una nube en el cielo o un rayo de sol.

La sincronía

En el tren un cantante esporádico enciende su altavoz y suenan las primeras notas de What a beautiful world y mi gesto reactivo es deshacerme de los auriculares y cerrar el libro y mirarle mientras entona la canción, con la mismísima voz de Louis Amstrong. Eso es emoción. Nos mantenemos la mirada durante  dos minutos y nos sonreímos, disfrutando yo de su canción y él, quizá, de mi cara de embeleso. A él le dedico todo esto, porque es a lo que aspiro a ser algún día: aquel que te haga levantar la vista de cualquier otra cosa y te libere, aunque sea un ratito, de la carga de la realidad.

Me parece que ya no hay vuelta atrás. Y si no la hay, solo queda un camino posible: hacia delante.

M.

*ninguno de los dibujos es mío, los pillé en google, espero que sus autores no se enfaden porque me gustaron mucho!

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