Revista En Femenino
A principios del siglo XX la mujer empezaba a despuntar en áreas muy diferentes. Más allá del hogar, de la fábrica o el taller, las mujeres de entonces iniciaron su personal conquista de ámbitos considerados hasta entonces masculinos. Uno de ellos, el deporte. La aparición de la mujer atleta fue una auténtica revolución. Entre ellas, Gertrude Ederle, quien no sólo se convirtió en la primera mujer en cruzar a nado el Canal de la Mancha sino que superó más de una marca masculina.
Aprendiendo a nadar con su padre
Gertrude Ederle nació el 23 de octubre de 1905 en Nueva York. Era la tercera de seis hijos de una pareja de emigrantes de origen alemán. Su padre, Henry Ederle, era el propietario de una carnicería en Manhattan.
La familia de Trudy, como la llamaban cariñosamente, tenía una casa de campo en Highlands, Nueva Yersey, donde la pequeña y sus hermanos aprenderían a nadar. Con una cuerda atada a la cintura, su padre le enseñó a moverse dentro del agua.
Siendo una niña, Trudy tuvo el sarampión, que le dejó una secuela en el oído que arrastraría toda su vida. A pesar de que los médicos insistieron en el peligro de permanecer demasiado tiempo en el agua, la pasión de Trudy por la natación no se detuvo.
El camino al mar
Gertrude empezó a entrenar en la Women's Swimming Association de Manhattan a principios de los años 20, un importante centro de entrenamiento que daría otros grandes nombres como la actriz y nadadora Esther Williams.
Pronto empezó a conseguir superar marcas de competiciones amateurs y fue escalando en la carrera deportista hasta presentarse en los Juegos Olímpicos de París de 1924, donde consiguió su primera medalla de oro en los 400 metros estilo libre por relevos. También consiguió dos medallas de bronce en competición individual.
Un año después, Gertrude empezó a pensar en cruzar el Canal de la Mancha. Después de practicar atravesando el Hudson de Manhattan a Nueva Jersey, decidió lanzarse a las aguas del Atlántico en el viejo continente. Ese primer intento, el 18 de agosto de 1925, terminó cuando su entrenador pensó que estaba en apuros, se acercó a ella, la tocó y fue automáticamente descalificada. Gertrude sólo estaba descansando después de haber nadado casi nueve horas seguidas.
Gertrude no se rindió. Un año después, el 6 de agosto de 1926, volvía a probar el reto desde Cape Griz-Nez. En 14 horas y 39 minutos llegaba a Kent y, con tan sólo 19 años, hacía historia. Solamente cinco hombres antes que ella consiguieron atravesar a nado el Canal de la Mancha, siempre con marcas inferiores a la suya. Gertrude mantuvo el récord femenino durante 35 años.
De la ovación de masas al declive
Los mil admiradores que recibieron a Gertrude en Kent fueron un preludio del gran homenaje que recibió en Nueva York ante dos millones de personas que llenaron las calles de Manhattan. Gertrude fue ovacionada por el alcalde de la ciudad y recibida por el presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge, en la Casa Blanca. Su fama la llevó a hacer el papel de ella misma en una película, Swim Girl, Swim.
Pero poco tiempo después una serie de acontecimientos en su vida la llevaron al declive. En 1933 sufría una caída por las escaleras de su casa y estuvo mucho tiempo sin sumergirse en el agua. Aunque volvió a nadar, la sordera iniciada en su infancia se fue agravando hasta perder totalmente el sentido del oído. Corrían los años 40 y Gertrude decidió entrenar a niños sordos.
Gertrude Ederle, quien nunca se casó, pasó los últimos años de su vida en Nueva Jersey rodeado de su familia, hermanos y sobrinos.
Con 98 años moría el 30 de noviembre de 2003